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A sus 34 años, Santiago Salgado exhibe su calidad ejecutiva en la empresa sueca donde muchos quisieran estar. No dudó al momento de aplicar a uno de los espacios abiertos para impulsar la apertura de un hub de la firma sueca en Madrid, España. Desde agosto de 2021 es el gerente de Datos y Analítica. En su primer aniversario de trabajo hace un balance de lo que ha sido esta experiencia muy 'divertida' y reflexiona sobre las oportunidades y retos que presenta la migración al otro lado del 'charco'.

12 Abril de 2023 16.00

Es muy claro y estructurado en su hablar. Y es muy preciso para saber cómo y dónde quiere estar. Donde pone el ojo... A menos de un mes de haber contraído nupcias, empacó —empacaron, en realidad— y cruzó el océano Atlántico con el objetivo de tomar una maestría en la Universidad Tecnológica de Eindhoven, en los Países Bajos, con especialidad en Ciencia de Datos, y participar en el Instituto Europeo de Tecnología. A la vez, combina estos estudios con otro máster de un año en la Universidad Politécnica de Madrid, en temas de Big Data e Infraestructura de Datos. Entre 2016 y 2018, Santiago Salgado, nacido en Quito en 1988, ingeniero de Sistemas en Informática por la Universidad Internacional SEK, se dedicó a estudiar y, sin saberlo aún, a echar raíces para él y su familia, que, casi inmediatamente, empezó a crecer.

En agosto pasado cumplió su primer año de trabajo en la multinacional sueca IKEA, fundada en 1943 en Älmhult. En sus comienzos, esta empresa vendía por catálogo productos como bolígrafos, carteras y marcos de fotos, y ahora es un imperio cuya facturación anual supera los US$ 41.900 millones, derivado de las operaciones de 500 tiendas repartidas en 30 países, al finalizar 2021. Especializada en muebles y productos para el hogar, la compañía ha diversificado su portafolio hacia ámbitos como la comida.

Antes de salir del país y después de culminar sus estudios universitarios, acumuló experiencia laboral, entre 2009 y 2016, en Logística Maseni, PwC y Latitud Virtual. Extraña, ¡y mucho!, a la familia y a los amigos, a pesar de que en Madrid, España, donde está radicado, encuentre comida y sazón ecuatoriana que le recuerdan a casa. La adaptación a la cultura y al clima no fue fácil, pero él sabe que el tiempo ayuda a sobrellevar la añoranza. “Me encantaría volver a Ecuador algún día”, dice, mientras empieza a contar cómo ha sido su experiencia este tiempo liderando equipos y proyectos de desarrollo tecnológico del otro lado del 'charco'.

Migrar siempre será una decisión difícil de tomar. La incertidumbre, el miedo, la nostalgia viajan dentro de la maleta, para unos con mayor peso, para otros con algo menos. Pero también siempre hay esa ilusión de buscar un futuro mejor que nivele un poco la balanza. ¿Cómo lo has sentido desde tu experiencia?

Hay mucha migración desde América Latina, efectivamente. Y en ese éxodo, hay gente que viene a aportar y otra que viene a hacer daño. Los primeros son bienvenidos en cualquier país del mundo, se les abren las puertas y pueden llegar a sentirse a gusto. El latinoamericano, en general, tiene mucho potencial y es visto con muy buenos ojos porque pone hasta la última gota de sudor en las actividades y trabajos que realiza. Y lo hace así porque en cada labor no solo se la juega por el trabajo per se, sino por su futuro. Por eso siempre va a dar lo mejor de sí, sabiendo que al migrar salió de su zona de confort y apostó por hacer algo diferente. Además, como latinos, venimos con experiencia adicional ante la vida, porque nos formamos en entornos políticos, sociales y económicos difíciles. Una recomendación para quienes migran es que se integren con la gente local, aprendan de su cultura, sus tradiciones, su forma de vivir, porque venimos de entornos diferentes y lo que, por ejemplo, puede ser grosero para mí, para ellos es directo y es su forma de ser. Entender las culturas es algo que enriquece y hay que estar abiertos a ponerse en los pies del otro. Los latinoamericanos somos gente muy valiosa, solo debemos cambiar el chip del tercermundismo.

La mano de obra latinoamericana, en general, es vista y recibida para cubrir actividades de menor calidad. Sin embargo, al conocer tu vivencia, se evidencia que también es posible revertir esta situación, que las puertas se abren si el enfoque no se queda en ese tercermundismo al que haces referencia.

Hay muchísimas oportunidades en el campo tecnológico, digital, en Europa. Hay mucha más demanda que oferta de profesionales. Lo sé porque contrato gente con perfiles especializados, cuyos papeles de residencia las empresas están dispuestas a tramitar, además de pagar su movilidad para que venga con su familia. Necesitan cubrir puestos que con la mano de obra actual no alcanzan a hacerlo. Es cierto que, como latinoamericanos, ponemos un pie atrás y pensamos que nos van a mirar por encima del hombro. Pero no. Empresas globales como Telefónica o IKEA, donde yo he trabajado en España, cuentan con colaboradores de todo el mundo y tratan a todos como un par, no existe discriminación porque conservan un ambiente laboral muy global. Obviamente, a todos quienes migramos en algún momento nos gustaría volver con nuestras familias y llevar mucha experiencia y conocimientos. Pero jóvenes que tengan la oportunidad de salir y arriesgarse, háganlo. Eso sí, hay que golpear puertas, hay que prepararse, el inglés es fundamental, es uno de los skills más importantes, porque abre muchas puertas. Por otro lado, en esta era digital hay muchas oportunidades para crear y expandir negocios, para dar soporte a empresas de cualquier parte del mundo, incluso permaneciendo en América Latina.

¿Por qué decidiste quedarte en Europa?

Para venir saqué un crédito educativo, nos la jugamos con mi esposa. Inicialmente, la idea era regresar al país, pero había muchas oportunidades en Europa en el campo tecnológico. Telefónica, que tiene la sede en Madrid, me ofreció una plaza para liderar un equipo de datos. Me había inscrito en un programa de talentos, me conocieron y me ofrecieron quedarme. Lideraba el equipo de datos, compuesto por cinco personas, del servicio de video global. Desarrollábamos proyectos relacionados con el análisis de series temporales de clientes, de señales de red, del servicio de Movistar Plus. Teníamos millones de registros de datos que analizar, clasificar, procesar, para optimizar la operatividad del servicio de video global. En Ecuador ya había trabajado en temas de tecnología, pero aquí la mentalidad era diferente. En España respetan mucho la calidad de trabajo y el tiempo personal. La gente realmente se enfoca en trabajar durante las ocho horas del día y después de eso disfrutar de su tiempo personal. A nadie se le ocurre pedir a nadie que trabaje más de ese tiempo.

¿Cuándo viste que era el momento de dejar Telefónica?

Los latinoamericanos, después de dos años de residencia, podemos solicitar la nacionalidad española. Y así lo hice. Aunque es un proceso que suele ser burocrático y largo, tuvimos la suerte de que nos hicieran una resolución rápida. Ya nacionalizado español, obtuve la libertad de trabajar en cualquier empresa del espacio económico europeo. Había estado tres años en Telefónica, cuando vi un anuncio en LinkedIn de que IKEA digital, que estaba conformando equipos para abrir un hub, una oficina global, en Madrid y otras cuatro oficinas en Ámsterdam, Filadelfia, Shanghái y Bangalore. En Madrid, anunciaban, se ubicaría la Vicepresidencia de Datos y Analítica de la compañía. Buscaban gerentes de equipo para armarlos y liderar la transformación digital de IKEA. Apliqué. Fue un proceso bastante competitivo. En las seis entrevistas que tuve valoraron mucho la fluidez para comunicarse en inglés y la habilidad para gestionar equipos. Porque no solo se trataba de sacar adelante los proyectos, sino que era muy importante liderar para que las personas no solo produzcan, sino que su salud física, mental y emocional tenga un equilibrio.

¿Celebraste cuando te dijeron que sí?

Fue una muy buena noticia. Me encantó unirme a una empresa como IKEA, que es muy reconocida globalmente, es uno de los retail minoristas más grandes del mundo. Empecé en agosto de 2021. Soy el gerente del equipo de Datos y Analítica, en el sector Food. Hay mucha responsabilidad de por medio, pero el desafío que tengo también es muy interesante. Monté poco a poco el equipo, que ahora es de ocho analistas y científicos de datos que trabajan en dar un soporte global al retail. Hoy, la empresa no vende solo muebles, sino que tiene la línea de mercado de productos alimenticios, el restaurante, el bistró.

Es un negocio que está en más de 30 países y que, a nivel de datos, nos obliga a hacer muchísimas acciones. Específicamente, lidero las iniciativas del equipo en la gestión de datos y análitica que queremos empujar. Soy el punto de contacto con mis pares de Producto, Ingeniería y Diseño, que son las cuatro patas de los productos digitales. Por ejemplo, entre todos nos alineamos en las iniciativas que permitan a los clientes, próximamente, pedir la comida a través del celular y no tener que acercarse a la fila. Hay que coordinar, alinear, identificar los perfiles adecuados, las necesidades, las herramientas y tecnologías que se aplican, determinar cuándo se van a ejecutar las acciones, coordinar todo con Suecia y el resto de países. Ese es mi día a día.

¿Trabajar en IKEA es tan bueno como lo pintan?

En un año he acumulado experiencias y aprendizajes, he liderado no solo equipos locales o regionales, sino que he estado en contacto con las personas de los otros hub digitales; he comprendido la cultura nórdica y sus formas de trabajo, el llamado "Swedishness", donde no se trata solo de la parte técnica sino, sobre todo, de la parte humana, de los valores. IKEA se guía mucho por sus valores y eso se vive en todo momento. Puedes sentarte con alguien que trabaja en alguna oficina de EE.UU. o de India y verás que comparten los mismos valores, el mismo interés como empresa.

¿El salario fue una razón para apostar por IKEA?

Sin duda. Uno de los principales motivos por los que vine es que la empresa apunta a equiparar las condiciones laborales y económicas entre los diferentes hub digitales. Entonces, crearon oportunidades suficientemente atractivas. En Madrid son de las mejores opciones que tienes en cuestión salarial y en oportunidades de crecimiento.

¿Cuánto te diviertes en tu trabajo?

Bastante (risas). La empresa tiene esa mentalidad de practicidad ante las cosas. Recordemos que IKEA impulsó la innovación de los paquetes planos, de llegar a la mayoría de personas con precios accesibles. Eso implica un reto, porque no se puede sacar a la venta muebles o productos que sean extremadamente costosos, sino que sean rentables y al mismo tiempo accesibles para la gran mayoría. Es bastante divertido ver esa evolución. IKEA tiene mucha influencia a nivel de diseño, de estilo, de la calidad nórdica. Hace poco visitamos los laboratorios de prueba, donde vimos cómo pone a prueba los muebles, tienen máquinas donde sacuden a una silla cinco millones de veces hasta que se quiebra. Son elementos que, a simple vista, pueden parecer baratos, pero por detrás tienen mucha ingeniería, datos y analítica. A nivel de comida, es súper entretenido también, porque nos importa mucho la huella ecológica que generamos. Como cualquier otro proveedor, generamos desperdicios. Y nuestro desafío es encontrar la forma de minimizar ese desperdicio, esa huella de impacto ambiental. Para ello, usamos herramientas de inteligencia artificial, donde cada elemento que se desperdicia o se bota a la basura es registrado automáticamente por una cámara. Eso nos permite tener una medición casi exacta de cuáles son los desperdicios de comida que tenemos en más de 200 tiendas. El reto es muy interesante porque hemos logrado descubrir cómo en China, por ejemplo, la comida es súper importante y cómo los jóvenes se reúnen en los restaurantes de IKEA para pasar el rato, cosa que no ocurre en otros países. Medir esos comportamientos culturales con los mismos productos son retos súper interesantes.

¿Cómo manejan los errores en IKEA?

Equivocarse no siempre va a ser malo, obviamente depende del tipo de equivocación. Siempre va a haber un aprendizaje detrás de cada error. Lo importante es determinar qué tengo que hacer para evitar que vuelva a suceder. En IKEA miramos hacia adelante, hacia el siguiente objetivo, y nos blindamos para que los errores no se repitan. En el campo tecnológico, del análisis de datos, de inteligencia artificial, hay un continuo aprendizaje. Una de las técnicas de la inteligencia artificial es que cada vez que me equivoco, hago un stop, analizo y encuentro otro camino. La mentalidad nórdica se caracteriza por analizar la situación, documentar bien cuál fue el error, aprender de ello y seguir adelante. Y todo de una forma ágil, muy interactiva. No nos quedamos sufriendo meses por el error, pasamos de página y seguimos pa'lante.

¿Qué valores debe desarrollar un ejecutivo que trabaja para estas organizaciones globales?

Uno de los valores de IKEA es "Liderar con el ejemplo". No hay que tener miedo a mostrarse, a enseñar el trabajo que se hace. Como ecuatorianos, tenemos mucho ñeque para trabajar muy bien, pero debemos mostrarnos más. Sin duda, que hay valores que van de la mano con la cultura europea y que hay que saber adaptarse, porque en nuestros países, a veces, no les damos la importancia necesaria. Se trata de la puntualidad y el respeto, que muchas veces omitimos pero que se valora mucho en Europa y practicarlos hace ganar mucho terreno. Otro valor que está surgiendo mucho en este mundo globalizado es el cost consciousness: cuánto valor le ponemos al costo de las cosas. Las empresas valoran perfiles a los que no solo les importe su desarrollo personal sino que sepan cómo van a aportar a este mundo globalizado sobre escenarios complejos, como el cuidado ambiental, por ejemplo. Es una mentalidad de conciencia. No necesito viajar en primera clase a una reunión, en clase turista está bien. O, es más, quizás no es necesario viajar para asistir a esa reunión, sino hacerla a través de una videollamada. No por nada, Alemania o Suecia crecen, porque están muy enfocadas en no desperdiciar.

En Ecuador, la mayoría de las empresas son familiares. ¿Es bueno o malo? Ese no es el punto, sino cuánto les cuesta pensar más allá de la caja en la forma de liderar. ¿Cuánta diferencia hay con las organizaciones europeas?

Lo principal es que el líder se mueva de un espacio de control y control, de hacer micromanagement tradicional de que él es quien tiene la última palabra, es quien manda y eso no se puede cuestionar, hacia un espacio de trabajo en equipo. Sin su equipo, un líder no obtiene resultados, porque al final, quienes ejecutan el trabajo son los miembros del equipo. Esto va de la mano con brindar confianza, con tener el beneficio de la duda desde un inicio, de que las personas que trabajan con el líder son personas responsables, con poder de decisión en las tareas del día a día, obviamente caminando todos bajo un objetivo en común. El teletrabajo se ha vuelto una norma de vida, no se necesita viajar una hora todos los días a la oficina, sino que se pueden cumplir las tareas desde la casa. Eso implica también la responsabilidad de cada uno de los empleados en cumplir los objetivos, en responder bien ante este beneficio. El liderazgo es confiar en que se va a ejecutar, se va a cumplir. No se necesita llamar cada cinco minutos a saber si la persona trabaja o no, ni querer ver al colaborador sentado en la oficina. El trabajo que hacemos es por objetivos no por estar sentado.

¿Dónde te ves en los próximos años? 

Es una pregunta típica de entrevista de trabajo. Creciendo en IKEA. Hay muchas oportunidades y cosas por hacer. Me veo liderando más equipos o liderando líderes. Quiero seguir formando profesionales que causen un buen impacto en su trabajo. Ahora mismo estoy contento en Madrid, es una ciudad con un equilibrio muy bueno y con un clima aceptable. Me lo pensaría dos veces si tuviera que desplazarme a Suecia, es más frío (risas). (I)

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