Helena: No te conocemos, pero ya te amamos. No te hemos visto la carita, pero tu existencia ha reordenado las prioridades de toda una familia. Serás la primera hija, la primera nieta, la primera sobrina. La que nos hace mirar hacia adelante con una mezcla de ilusión, miedo y responsabilidad.
Pienso en el mundo al que llegarás. Un mundo en llamas, literalmente. Con mares que suben, bosques que desaparecen, algoritmos que nos conocen mejor que nosotros mismos y sociedades que aún no logran ponerse de acuerdo en lo básico: cómo amar sin odiar o cómo vivir sin destruir. Pero también es un mundo de mujeres que gritan, que luchan, que paren, que crean, que construyen, que votan, que trabajan. Un mundo donde lo sensible ya no es sinónimo de debilidad, sino de poder. Un mundo que, aunque imperfecto, quiere ser mejor para ti y todas las nuevas generaciones.
Somos una generación intermedia: crecimos rebobinando cassettes y hoy pedimos terapia por WhatsApp. Nos dijeron que estudiando tendríamos éxito, y ahora entendemos que es más importante la libertad que los diplomas. Estamos dejando atrás el ideal de perfección para abrazar lo real, lo roto, lo honesto. Y en medio de esa transición, llegas tú, Helena. Nos recuerdas que el futuro no está en la tecnología que usamos, sino en las preguntas que nos atrevemos a hacer. ¿Qué valores te heredaremos? ¿Te daremos un planeta o una contraseña? ¿Un hogar o solo una conexión estable? Te puedo asegurar que estamos haciendo lo mejor que podemos para que llegues a un mundo bueno.
Me pregunto qué te va a doler, qué te va a emocionar, qué playlist vas a tener en bucle cuando tengas tu primer amor. ¿Te vas a enamorar de los libros o de los robots? ¿Serás más de matemáticas o de poesía (como tu tía) ? ¿A quién vas a acudir cuando sientas que el mundo se te cae? Ojalá yo esté entre tus lugares seguros. Ojalá seas libre. Ojalá no tengas que luchar tanto por cosas que deberían ser obvias: tu voz, tu cuerpo, tu lugar en el mundo.
Hoy te escribo desde este presente tan torpe y tierno, sabiendo que ya nos cambiaste a todos. Porque hay un amor que no necesita verte para ser real. Es un amor que se cultiva con ultrasonidos, con nombres garabateados en servilletas, con ropa diminuta que parece de juguete. Un amor que llega antes que tú, pero que crece contigo.
Y a quienes habitamos este presente —los que aún podemos tomar decisiones— nos toca hacernos cargo. No por culpa, sino por amor. Porque tal vez no podamos prometerte un mundo perfecto, pero sí uno con adultos dispuestos a mejorar. A sanar. A escuchar. A cambiar.
Helena, bienvenida desde ya. No sé si el mundo está listo para ti. Pero nosotros sí.
Te espera con ansias, tu tía Isabel. (O)