El Concilio de Trento (I)
El Concilio de Trento celebró tres sesiones entre 1545 y 1563. Lo convocó Pablo III (1468-1549), y se cumplió sucesivamente en los pontificados de Julio III (1487-1555), Marcelo II (1501-1555), Pablo IV (1476-1559) y Pío V (1504-1572).

Trento es una ciudad del norte de Italia, ubicada en el valle del Adigio. Su origen es celta. En el siglo I a. e. c. pasó a ser parte de la República Romana. En 1796 la ocupa Napoleón (1769-1821). El Congreso de Viena (1814-1815), que diera nacimiento a la "nueva" Europa posnapoleónica, incorporó Trento al Imperio austrohúngaro como división del principado del Tirol. El ejército italiano la toma en noviembre de 1918, finales de la I Guerra Mundial. Por previsión del Tratado de Saint-Germain-en-Lave (1919), el Trentino es asignado de manera definitiva a Italia. Pues bien, en esta ciudad de tanto devenir tuvo lugar uno de los concilios más importantes de la Iglesia católica.

El Concilio de Trento celebró tres sesiones entre 1545 y 1563. Lo convocó Pablo III (1468-1549), y se cumplió sucesivamente en los pontificados de Julio III (1487-1555), Marcelo II (1501-1555), Pablo IV (1476-1559) y Pío V (1504-1572). Es el punto de partida de la contrarreforma a la Reforma de Lutero y de los pensadores protestantes que lo sucedieron en sus apreciaciones teológicas. Los reformistas pusieron los "puntos sobre las i´s" a una Iglesia que había distorsionado la palabra bíblica, adecuado los Evangelios a su conveniencia y emprendido en abusos inconmensurables. Igual se enriquecía a costa de sus, por decir lo menos, ingenuos seguidores. Su filiación con intereses políticos, en nada relacionados con la espiritualidad, también minaban a la Iglesia católica.

El detonante próximo de la Reforma, recordemos, fueron las 95 Tesis de Martín Lutero (1483-1546) ante la afrentosa venta de indulgencias por Roma (1517). Su adquisición "garantizaba" la salvación del alma o una corta permanencia en el purgatorio. Este, según Josemaría Escrivá de Balaguer (1902-1975), es "una misericordia de Dios para limpiar los defectos de los que desean identificarse con Él" (Surco, 889). Si bien esta "definición" de la expiación de los pecados se da cuatro siglos después de Lutero, en el siglo XVI la permuta entre monedas y la salvación sí que desató ira entre mentes lúcidas... y rugió con furia en parte de Europa.

La unidad de la Iglesia católica, con la elección de Carlos V (1500-1558) como emperador del Sacro Imperio Romano Germánico en 1519, se tornó en imperativo político. Los conflictos religiosos empeoraron con el pasar de los años y la cerrazón teológica y fáctica de Roma de cara a la Reforma. Durante cinco lustros suceden eventos hacia lo que será la convocatoria al Concilio de Trento. Cabe citar a la promulgación de la bula Exsurge Domine (1520), que "advierte" a Lutero de sus "cuarenta y un errores". León X (1475-1521), poco antes de morir, excomulga a Lutero (bula Decet Romanum Pontificem) por su negativa a reconocer sus yerros. Con la intercesión de varios príncipes alemanes, Carlos V recibe a Lutero en la Dieta de Worms y "confirma" la proscripción del Reformador. Refugiado en el castillo de Wartburg, traduce al alemán el Nuevo Testamento, para rabia de Roma.

Por consideraciones no bien entendidas -pero consideraciones al fin- Erasmo de Rotterdam (1466-1536), cuyas concepciones teológicas parecían alineadas con Lutero, se distancia de este. Llega el filósofo neerlandés a dirigirse a León X con una misiva declaratoria de no conocer los libros de Lutero; sostiene que representa un riesgo para la estabilidad de la Iglesia católica. El cisma entre los dos grandes pensadores llega a su clímax con la publicación de las obras De libero arbitrio (Erasmo), y De servo arbitrio (Lutero) en respuesta a aquella. Es interesante anotar que Jaume Botey (1940-2018), en su obra A 500 años de la Reforma Protestante, sostiene que "Erasmo temía que Lutero trajera la barbarie a Europa y provocase el derrumbe del ideal humanista, que según Lutero era el camino real de reforma". Es una aserción que los hechos la refutan.

En 1531, varios príncipes protestantes forman la Liga de Esmalcalda. Su propósito fue defender la Reforma, al tiempo que abrir un frente político de desafío a Carlos V. Con el beneplácito de Pablo III, del emperador y de los luteranos, en 1541 en Augsburgo, se reúnen católicos y protestantes para discutir temas de fe. Punto neurálgico de desacuerdo fue la "doctrina de la transubstanciación", es decir, la conversión del pan y del vino en el cuerpo y la sangre de Cristo, que los luteranos -en lógica- la rechazan con vehemencia.

Carlos V, en 1542, anuncia la convocatoria al Concilio de Trento. Queda postergado con ocasión del nuevo enfrentamiento bélico entre el emperador y Francisco I (1494-1547); se lo retoma luego de la Paz de Crépy. En noviembre de 1544, Pablo III emite la bula Laetare Ierusalem. En diciembre de 1545 se instala el sínodo tan deseado por Roma y por sus fieles. En la práctica, lejos de consolidar la unión de la Iglesia católica, marcó su ruptura definitiva con el protestantismo. (O)