Si se nos pidiera resumir en tres palabras el Pontificado del Papa Francisco, sin duda muchos pensaríamos en: humildad, servicio y fraternidad.
El homenaje que el Cardenal Jorge Mario Bergoglio, una vez electo Papa, hizo a San Francisco de Asís al adoptar su nombre para su período papal, fue una clara señal de que su papado estaría marcado por la sencillez y la atención a los más vulnerables. El Papa de esta manera nos recordó que la humildad es uno de los cimientos de la auténtica vida cristiana, y que al ser una virtud desinteresada, está estrechamente ligada con el servicio por y para los demás.
El Papa Francisco nos enseñó, y fue un claro ejemplo también para otros líderes mundiales, que en contraste con el profundo gozo interior que proviene de la humildad, la soberbia produce mucha frustración y tristeza. Porque una persona orgullosa y vanidosa sufre al sentir que no se le tiene suficientemente en cuenta, y al confiar tanto en sus potencialidades, cuando las cosas no se desarrollan como las espera, se desconcierta, se desespera, pierde el control...
El humilde en cambio, como lo fue este Papa, adquiere una personalidad que atrae a los demás. Al dejar de esperar en si mismo y saber que siempre puede mejorar, confía más en Dios, y reconoce el valor de los otros. Al tener menos presión personal, se da de mejor manera a los demás, y se convierte en un imán de paz y alegría.
Y los resultados están a la vista, el Papa Francisco atrajo a miles de conversiones en todo el mundo, sobre todos de jóvenes, quienes sintonizaron muy fácilmente con un mensaje sencillo, fraterno e universal. Recordemos que el Papa Francisco, con genuina humildad, siempre pidió a sus fieles que rezaran por él antes de dar su bendición. Su apostolado estuvo marcado por una serie de símbolos y mensajes con los que quería incluir a todos sin excepción, criticando duramente a la indiferencia ante el sufrimiento de migrantes, personas sin hogar, marginados y víctimas de injusticia.
Se lo quiso politizar siempre, se lo criticó por recibir a gobernantes y lideres globales de todas las ideologías y tendencias. Pusieron frases y palabras en su boca que nunca las dijo, y se interpretaron a conveniencia muchas de sus intervenciones. Muchas de ellas, tergiversadas casi por completo.
Con el Ecuador fue especialmente deferente y especial. Confeso devoto de la Virgen Dolorosa del Colegio, acudía a ella con frecuencia, y muy seguramente en muchísimas ocasiones le habrá pedido por nuestro país. En el 2015 nos visitó y dejó un mensaje de paz y unidad en momentos convulsos.
De la misma manera escogió al Ecuador para la realización del 53º Congreso Eucarístico Internacional, celebrado en Quito en septiembre del 2024, cuyo lema fue "Fraternidad para sanar el mundo". Aunque no pudo participar de manera presencial, el Papa Francisco, envió un video en el que destacó a la fraternidad como una "condición esencial para un mundo nuevo, más justo y más humano", lo cual está muy en línea con su encíclica Fratelli Tutti, en la que se promueve una fraternidad universal basada en la solidaridad y el amor al prójimo.
Tuvimos un gran Papa, nos dejó un gran legado. Esperamos y confiamos que quien lo reemplace siempre tenga presente el mensaje de humildad, amor y fraternidad de Francisco. (O)