Forbes Ecuador
greenwashing
Columnistas

To Green or Not to Green: La fea verdad sobre la industria de la no verdad — el Greenwashing

Marcelo J. Salame

Share

Como líderes empresariales, tomadores de decisiones y científicos, debemos elevar el estándar. Ser verde es actuar, no posar. Ser sostenible es ser responsable. El planeta no puede esperar a que el marketing corporativo se alinee con la realidad ecológica.

30 Julio de 2025 14.39

En el mundo actual, donde el clima se ha vuelto un tema central, la sostenibilidad se ha transformado en una poderosa herramienta de posicionamiento. Abre puertas al capital, a la reputación, al mercado y al respaldo político. Pero detrás de los informes ESG relucientes y la publicidad teñida de verde, se esconde un fenómeno cada vez más peligroso: el greenwashing.

Lo que antes se entendía como una práctica aislada de engaño ambiental, hoy se ha convertido en una enfermedad sistémica que corroe el corazón mismo del movimiento por la sostenibilidad. Cada vez más, empresas, instituciones e incluso gobiernos enteros proyectan una imagen cuidadosamente diseñada, maquillada de responsabilidad ecológica, con escasas intenciones de cambio hacia una matriz de conservación real. El público es engañado, la confianza se erosiona y, lo peor de todo, el planeta sigue ardiendo, el agua se agota, y las comunidades y economías pagan la cuenta.

El greenwashing no es solo un problema de relaciones públicas. Es una amenaza concreta para la resiliencia alimentaria, la biodiversidad y la transformación económica. Utiliza las "buenas intenciones" como armas para promover la inacción, la confusión y el estancamiento.

Llamémoslo por su nombre: fraude pintado de un cada vez más feo verde.

Camuflaje corporativo

Hoy, las empresas corren a declararse "carbono neutro para 2050" sin explicar cómo lo lograrán. Usan términos vagos como "ecoamigable", "sostenible" o "compensado", sin mostrar metodologías ni validación independiente. Muchas se escudan en compensaciones de carbono de dudosa calidad, transfiriendo su responsabilidad mientras mantienen prácticas lesivas e insostenibles.

Eso no es innovación. Es opacidad.

Más grave aún, las certificaciones ambientales y los rankings ESG se han convertido en moneda de cambio, muchas veces compradas y no ganadas. Industrias extractivas muestran en la portada de sus informes de sostenibilidad una campaña de reforestación, mientras ocultan en letra pequeña la deforestación, la contaminación hídrica o el desplazamiento de comunidades. Marcas de moda exhiben ropa hecha con botellas recicladas, pero producida en talleres explotadores cuyos excedentes terminan en rellenos sanitarios y en el mar. Petroleras financian campañas de conservación mientras hacen lobby contra la legislación ambiental en los mismos foros climáticos que auspician.

Lo que comenzó como una estrategia comunicacional hoy se ha transformado en una industria del engaño. Y cuanto más sofisticado es el greenwashing, más difícil se vuelve distinguir entre lo auténtico y lo puramente performativo.

Cuando gana el greenwashing, pierde el planeta

Cada vez que una empresa miente sobre su impacto, se pierde una oportunidad real. Un bosque no se protege. Una comunidad no recibe apoyo. Una solución efectiva se descarta. El greenwashing retrasa la acción climática verdadera y desplaza a los actores responsables.

¿El resultado? Una crisis de confianza. La ciudadanía comienza a dudar de todos los discursos sostenibles, asumiendo que todos exageran. Y no es una sospecha infundada: incluso instituciones que deberían ser ejemplo han sido cómplices. Gobiernos que se adornan con lenguaje verde para captar financiamiento climático, mientras ralentizan una transición energética genuina. Bancos que reetiquetan préstamos tradicionales como "verdes" con criterios apenas simbólicos.

La gente lo nota. Las juventudes, los pueblos originarios y la sociedad civil están perdiendo la paciencia. Ya no quieren promesas. Exigen verdad y responsabilidad.

La naturaleza no se deja engañar

Lo más insidioso del greenwashing es que su daño no es solo moral o reputacional. Es ecológico.

Un arrecife de coral no se regenera con promesas. Un manglar no captura carbono porque alguien lo declare. La naturaleza responde a acciones reales, no a slogans. Los ecosistemas funcionan con biología, no con branding.

Como científico, he visto cómo los discursos falsos de sostenibilidad se utilizan para justificar proyectos destructivos. En la Amazonía, empresas alardean de "participación comunitaria" mientras socavan territorios ancestrales. En ecosistemas costeros, ciertos proyectos de acuacultura se visten de "carbono azul" mientras destruyen manglares. Estas narrativas desvían fondos, confunden a los tomadores de decisiones y dañan los ecosistemas que dicen proteger.

Hacia una cultura de la verdad

Para recuperar el verdadero sentido del movimiento sostenible, debemos exigir:

1. Transparencia radical. No más afirmaciones sin evidencia. Todo discurso ambiental debe respaldarse con datos públicos, metodologías científicas y auditorías independientes.

2. Verificación autónoma. Los indicadores ESG deben ser revisados rigurosamente por científicos, certificadores y comunidades, no por consultoras contratadas por los mismos emisores.

3. Sanciones reales por engaño. Así como se castiga el fraude financiero, el greenwashing debe tener consecuencias legales y económicas, tal como ya ocurre en Brasil o Colombia.

La integridad será la nueva moneda

En la economía verde que emerge, la credibilidad es capital. Quienes demuestren impacto real—medible, verificable y con participación social—liderarán la próxima generación de crecimiento sostenible. El resto quedará atrás, atrapado en sus propias contradicciones.

Como líderes empresariales, tomadores de decisiones y científicos, debemos elevar el estándar. Ser verde es actuar, no posar. Ser sostenible es ser responsable. El planeta no puede esperar a que el marketing corporativo se alinee con la realidad ecológica.

En esta década decisiva, debemos ver más allá del humo verde y apostar por la verdad por encima de la tendencia. (O)

10