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La doma del gigante, la dieta, la reducción del tamaño del Estado es un tema en el que estamos, muchos sin saberlo, desde 2018. El tamaño del hambre, o sea, el tamaño del déficit fiscal, la diferencia entre los gastos y los ingresos, está cayendo y deberá llegar a cero para el 2023.

24 Septiembre de 2021 14.48

Imagínese que está viendo una película que se desarrolla en un ambiente bucólico, pastoril, de esas en las que se mezcla la Edad Media con pajarillos cantando en los árboles, caballeros perfectamente afeitados y con la dentadura intacta. Imagínese que está viendo un híbrido entre Ivanhoe, el Señor de los Anillos y una escena no violenta (ni porno light) de Game of Thrones.

Todo es hermoso, tranquilo y casi cursi, cuando de golpe, irrumpe en la escena un gigante que no es malo ni bueno, pero que está tremendamente hambriento. La música cambia por tonos disonantes, la iluminación se vuelve más contrastante y empezamos a ver al gigante buscar alimento por donde haya y a destruir todo lo bonito de la escena anterior.

Lleva años gastando más calorías de las que logra ingerir y ha perdido toda proporción. Destruye lo que está a su paso porque simplemente su hambre le ha vuelto ciego ante la destrucción que está causando. Y saquea los fondos del Banco Central, del IESS y endeuda al país hasta niveles nunca antes visto.

Perdón, quizás faltó decir que el gigante hambriento es el gobierno ecuatoriano cuando tiene un déficit fiscal.

Porque el símil es más que adecuado: cuando el gobierno tiene un déficit, es decir cuando tiene más gastos que ingresos por un período largo, entonces empieza a cometer barbaridades y a destruir la economía de este lindo país.

El sector público no financiero del Ecuador (SPNF) ha tenido un déficit durante todos y cada uno de los últimos 13 años (desde 2009 a 2021) y todo indica que tendremos otro déficit en el 2022, con lo que lograremos alcanzar el (nada envidiable) récord de casi una década y media matando de hambre el gigante.

Para complicar la cosa, obligamos al gigante a crecer, a hacer miles de cosas adicionales, a gastar calorías en enormes cantidades, pero nunca le dimos las herramientas necesarias para alimentarse.

Si analizamos la evolución del gasto público, incluso ajustado por inflación, resulta que entre 2006 y 2014 se multiplicó por 3,2. En otras palabras, para 2014, el gasto público era algo más del triple de lo que había sido en 2006. Parte de ese crecimiento se pagó con los espectaculares precios del petróleo que tuvimos entre esos años, pero el crecimiento del gasto fue tan grande que hubo que recurrir a múltiples artimañas en esos años.

Por ejemplo, en el año 2014, con un precio promedio del barril de petróleo ecuatoriano de $85, la deuda pública creció en $7.300 millones. Así de clara se puede ver la labor de destrucción del gigante hambriento que, en ese año, se alimentó en base a endeudarnos con los chinos a altas tasas y con plazos cortos.

El problema es que a fines de 2014 el precio del petróleo empezó a caer, pero a esas alturas el gigante ya estaba acostumbrado a vivir con un gasto de $44 mil millones al año. Entonces, con el petróleo cayendo, hubo que meter al gigante en una estricta dieta, lo que le volvió más malhumorado y destructivo.

Otra de las artimañas del gigante para alimentarse fue saquear al Banco Central. Eso ocurrió cuando el precio del petróleo dejó de estar en esos niveles de ensueño y bajó a valores más terrenales, algo que debería ser obvio para cualquier súbdito de este reino: "el precio del petróleo puede subir con la misma velocidad con la que cae". Esa frase entre comillas debería convertirse en un mantra que los niños de este país deberían cantar todas las mañanas en el jardín de infantes para ver si logramos dejar de repetir la historia y logramos no feriarnos el próximo boom petrolero (ya llevamos dos booms desperdiciados).

Entre septiembre de 2015 y mayo de 2017, el gobierno le sacó al Banco Central algo menos de $5.400 millones, que es también la cantidad en que cayeron las reservas que sirven como respaldo de la dolarización.

Y también le saquearon al IESS (tanto quitándole plata como aumentándole los gastos) y subieron el IVA para supuestamente reconstruir lo destruido en dos provincias, pero se robaron eso y más porque estaban al mando de un gigante muerto de hambre pero con el suficiente poder como para saquear a todos los ecuatorianos.

La doma del gigante, la dieta, la reducción del tamaño del Estado es un tema en el que estamos, muchos sin saberlo, desde 2018. El tamaño del hambre, o sea, el tamaño del déficit fiscal, la diferencia entre los gastos y los ingresos, está cayendo y deberá llegar a cero para el 2023. Claro que eso no es fácil porque implica tener un gigante en dieta, reducir los subsidios, mejorar las recaudaciones y despedir burócratas. Pero la alternativa es seguir viendo la película distópica del gigante hambriento y destructivo. (O)

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