"El camino al infierno está lleno de buenas intenciones..." Frase atribuible al santo francés San Francisco de Sales, patrón de los periodistas, expresión que busca destacar, que lo que verdaderamente importa, son las obras...
Dicha reflexión que, comprensiblemente más de uno la puede aceptar como totalmente válida, siendo acertada no dejaría de ser extrema, pese a tener mucho sentido sobre todo en el ámbito religioso y de manera particular en el momento íntimo de la confesión; sin embargo, no debería entenderse la misma como concluyente y por ende como dogma. Esto quiere decir que, pueden existir otras circunstancias en las que, lo más importante y crucial sea justamente lo contrario, esto es, las intenciones en vez de los hechos, sobre todo en aquel también trascendente camino, en búsqueda de la justicia y de la verdad, como ideal supremo del hombre de bien manifestado a lo largo del tiempo en la humanidad.
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Podemos indicar que, la intención es aquel impulso o deseo consciente, que, asociado con la voluntad, pretende realizar una acción o propósito específico.
Exploremos amable lector, algunos casos hipotéticos:
- Juan ingresa a un local comercial y se sustrae un computador portátil, pero segundos antes de salir, se le cae el objeto, por consiguiente, no se llega a consumar el delito. La pregunta es, Juan ¿es inocente? o es responsable de ¿tentativa de hurto?
- El domicilio es inviolable y solo se puede ingresar con previa autorización del dueño, so pena de incurrir en una infracción. Jorge, en su calidad de vecino, ingresa sin permiso al inmueble, rompe la puerta y logra ayudar a un anciano expuesto por un incendio. La pregunta es, Jorge ¿ha cometido una infracción al ingresar sin permiso y a la fuerza a una residencia? O, la intención de Jorge de rescatar a una persona en estado de vulnerabilidad, es lo que al final del día cuenta, independientemente incluso que haya logrado o no el cometido; por consiguiente, su acto a primera vista antijurídico, ¿no quedaría acaso subsanado por la sana intención? Veamos ahora en el mismo ejemplo, otra arista: Pedro ingresa al mismo inmueble, pero para sustraerse un reloj, pero aduce - como pretexto - que ingresó con el objetivo de ayudar al adulto mayor. En este caso, la intención es lo que califica el acto, siendo el mismo delinquir y no salvar.
- En una cena de negocios, una parte invita algunas copas demás a la otra, a fin de acomodar la situación. Acaso, ¿esa actitud disfrazada de amabilidad, no podría ser en realidad una suerte de manipulación y/o acción con la intención de obtener algún tipo de beneficio?
En conclusión, si bien la frase de San Francisco de Sales le resta importancia a las buenas intenciones frente a los hechos; me atrevería a decir que, no siempre pero sí en muchos casos, lo más importante es la intención, ya sean estas buenas o incluso malas, ya que refleja con claridad el verdadero sentir del ser humano al adentrarnos en lo que realmente existe en la profundidad de su corazón, independientemente de que el resultado o efecto práctico se materialice o no. De esta manera y con mayor motivo, las buenas intenciones sí cuentan, sí pesan y sí son importantes; e, incluso, puede llegar a ser la intención una poderosa atenuante para la conciencia de cada quien luego de un profundo y sincero autoanálisis.
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Así, pueden existir cientos de casos, perspectivas y matices, no siendo siempre fáciles de reconocer y/o identificar las verdaderas intenciones, ya que muchas veces pueden encontrarse guardadas o disimuladas muy dentro de las personas, y entrar o descifrar aquellos rincones, evidentemente no es tarea fácil. Sin embargo, podemos hacer uso de una valiosa herramienta a mano, esta es, por cierto, no la razón, sino la Intuición, es decir aquella valiosa y oportuna consejera invisible que nos susurra y alerta al oído y que casi siempre acierta. (O)