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En Cuenca, las clases sociales no tienen envidia entre sí, mayores resentimientos sociales, o complejos. Y ellos están conscientes de que el secreto de su paz radica en esta verdadera y honrada capacidad de vivir en comunidad.

17 Enero de 2024 14.04

Este feriado de fin de año tuvimos el acierto con amigos y familia de aventurarnos a viajar a Cuenca. Varios días estuvimos pensando seriamente si seria prudente viajar con todos estos problemas de seguridad, pero con una prueba de Fe decidimos finalmente hacerlo.

Al llegar, algo muy curioso comenzó a pasar, resulta que nadie se asustaba como nosotros cuando una moto con dos personas se acercaba o guardaban sus celulares por temor a que se los robaran. Comencé a preguntarles a los amigos residentes de la ciudad y aunque a todos los preocupaba el problema de seguridad del país ellos estaban bastante conscientes de que esto ahí realmente no estaba pasando. La paz de sus vidas se sentía. 

Entonces comencé a prestarle atención a las razones por las que esta ciudad tenía más paz que Guayaquil y luego de conversar con algunas personas y observar con cuidado, me di cuenta que su secreto es el Networking.

Cuando le pregunté a nuestro anfitrión, por qué estaban tan tranquilos en Cuenca a diferencia de Guayaquil, su respuesta fue: En Cuenca somos todos muy unidos, cuando alguien sufre un robo o un atentado, jamás dejamos ir fácilmente al delincuente. Ellos nos tienen más miedo a nosotros”. Luego, cuando van por la calle, la interacción social de todos es como si fueran un pueblo pequeño y todos se conocieran. Todos, desde los más modestos trabajadores en las calles, hasta los más adinerados empresarios, saludan e interactúan con los demás con bastante apertura y sencillez. Además, muestran tener un grado de educación y calidez bastante importante. 

Tuve la oportunidad de ir a una tienda a hacer compras, mientras estuve ahí, entraron al menos 10 personas a comprar; y todos, sin excepción, le decían “Hola, Veci” a la dueña de la tienda. Desde niños hasta los dueños de las casas más grandes del sector. Todos se consideraban vecinos, se saludaban como los más íntimos y conocidos vecinos, y solo les faltaba abrazarse para terminar de demostrar el afecto sincero que se sentían. 

Rentamos una casa costosa. Nos la rentaron en un muy buen precio, por la relación que teníamos de amistad con sus dueños. Lo interesante de esta casa, es que, aunque costaba casi medio millón de dólares, colindaba con dos realidades económicas totalmente distintas. En la parte frontal, sus vecinos eran los empresarios más grandes del país, con casas de igual tamaño y precio. Pero en la parte de atrás, la calle por la que se entraba al garaje, no era pavimentada, y tenía varios borregos y chivos sueltos jugueteando entre la quebrada junto a varias casas notablemente más económicas. Mientras en la parte de frente se quemaban los viejos con copas en la mano y ropa muy fina, en la parte de atrás una familia de 13 personas jugaba al palo encebado mientras hacían la cuenta regresiva con una botella de puro en la mano. Las diferencias entre estas dos clases sociales eran a penas pocos metros de distancia. Cuando conversábamos con mi anfitrión y dueño de casa, me supo comentar que no solo son vecinos, sino amigos. De los vecinos de ambos lados. Y su esposa me dijo: “Nuestro secreto es que vivimos realmente en comunidad. Ellos saben que pueden contar con nosotros y nosotros sabemos que podemos contar con ellos”. Varias veces se ha quedado la puerta de nuestra casa abierta, y se quedan esperando afuera, como si fueran sus propias cosas.

Es decir, en Cuenca, las clases sociales no tienen envidia entre sí, mayores resentimientos sociales, o complejos. Y ellos están conscientes de que el secreto de su paz radica en esta verdadera y honrada capacidad de vivir en comunidad. 

Reflexionaba sobre todo lo que escuchaba y recordaba a Guayaquil con añoro. Recordaba cómo mis contactos más cercanos, no solo que no conocen a sus vecinos, sino que en las tiendas no se escucha este nivel de fraternidad entre nosotros. Además, es una tendencia que el Guayaquileño se encierre en su casa y más bien guarde “distancia” en su “propiedad”, del resto de la gente. Es decir, podemos decir, que la sociedad Guayaquileña, es un poco más “individualista”. 

Decidí hacer un artículo sobre esto porque estoy convencido, luego de estudiar más de 10 años los secretos de la vida en comunidad y el Networking, que esto que me he dedicado a estudiar es en buena parte, lo que muchas de nuestras ciudades necesitan, y lo que nuestro país, como una gran comunidad también necesita. Para poderlo lograr, debemos hacer el acto consciente y esforzado de despojarnos del egoísmo y la falta de humanidad y calidez en el trato con los demás, y derribar los muros de concreto que nos han encapsulado en nuestras cuevas, disociándonos y alejándonos del poder más grande para volver a estar seguros: La vida en comunidad.  (O)

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