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Me sorprende que una práctica religiosa tan antigua siga vigente en pleno siglo XXI, cuando el hombre ha logrado metas inimaginables gracias a la ciencia y al desarrollo de sus capacidades intelectuales.

23 Marzo de 2024 15.30

La noticia de que Cuenca tiene, desde inicios de marzo, su primer sacerdote exorcista no deja de ser llamativa. Esta práctica, que tiene como supuesto objeto librar a las personas de espíritus malignos, abarca múltiples culturas y tradiciones religiosas a lo largo de la historia de la civilización.

Veamos algunos ejemplos. En Mesopotamia y en la antigua Grecia se creía en la existencia de demonios que se apoderaban de las personas y para expulsarlos se cumplían distintos rituales que incluían invocación de deidades, sacrificios de animales, ofrendas de alimentos o baños rituales, entre otros.

En la tradición judía ya se encuentran textos que se refiere al tema. En la Biblia hebrea se cuentan relatos de exorcismos y en el Antiguo Testamento se dice que el rey Saúl fue poseído por un demonio. En el Cristianismo también encontramos relatos que involucran al mismo Jesús exorcizando a cristianos.

Con el paso del tiempo el asunto se formalizó y así encontramos que en la Edad Media la Iglesia Católica designó sacerdotes para que cumplan la función de liberar a hombres y mujeres que estaban 'gobernados' por el mal. De hecho, la Iglesia Católica creó rituales específicos y estableció una serie de criterios para determinar cuando un ser humano necesitaba un exorcismo. La práctica se iba, digámoslo de esta manera, refinando y adaptándose a los tiempos.

Para mí, el primer contacto con este tema fue ante una pantalla de televisión. Tendría no más de 9 o 10 años cuando intenté ver a una Linda Blair endemoniada en la comentada película El Exorcista. Verla transformada en un monstruo que vomitaba con furia y que giraba su cuello 360 grados fue una experiencia bastante fea y solo incrementó los miedos que tenía en temas religiosos, que tal vez surgieron en la escuela jesuíta a la que asistí en mi natal Cuenca.

En los últimos 50 años ese filme de 1973, probablemente, llevó a toda una generación a sentir curiosidad por este asunto. Para saber cuándo una persona está endemoniada existen varias maneras según los sacerdotes que se dedican a esta tarea. Por ejemplo, el endemoniado tiene una fuerza sobrenatural, habla lenguas desconocidas, blasfema e insulta sin razón. Al respecto debo decir que desde la niñez habló al revés, de letra en letra, y que conozco historias niños pequeños que cuando duermen hablan un idioma que desconocen su padres.

Mi amigo Chat GPT también me ayudó a saber más sobre este tema. Dice, por ejemplo, que un poseído tiene fuertes cambios en su personalidad, se vuelve violento, sabe cosas que no debería saber, rechaza objetos religiosos como cruces o biblias. Además sufre convulsiones incontrolables. Aquí cúmpleme decir que estos comportamientos son bastante comunes en el siglo XXI, lo cual me preocupa pues empiezo a pensar que conozco a endemoniadas y endemoniados, aunque estoy seguro que mucho de esto se debe más a condiciones médicas que a posesiones demoníacas.

Me sorprende, entonces, que una práctica religiosa tan antigua siga vigente en pleno siglo XXI, cuando el hombre ha logrado metas inimaginables gracias a la ciencia y al desarrollo de sus capacidades intelectuales: tenemos internet, los indicadores de desarrollo son mucho mejores en comparación hace 50 años o más, los avances en la medicina son impresionantes, contamos con tecnologías que eran impensables hace unas décadas, estamos explorando el espacio, y la inteligencia artificial nos acompaña a diario. También hay que mencionar avances en temas como la democracia (con sus imperfecciones), la equidad de género, la educación (también con sus defectos), la justicia social, entre otros.

Pero los exorcismos continúan. Según una nota del diario español ABC, de abril del 2023,a escala global se cuentan cerca de 800 exorcistas. Y en el tema de precios se dice que no hay una tarifa, pero siempre es bien recibido un donativo. (O)

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