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El espíritu de muchos ecuatorianos es confrontativo por esencia, los egos aupados impiden la aceptación de los triunfos o las opiniones contrarias de otros, los intereses personales alejan los consensos, la incoherencia entre las acciones y las palabras de algunos y el dinero como el fin de la vida siempre será un enemigo del progreso de la sociedad.

21 Febrero de 2024 12.31

No es de fácil deducción las diferencias entre tomar decisiones de política económica y leer esas decisiones desde una óptica de la política, es decir, de lo que se conoce como la economía política. Es muy simple desde un escritorio, oficina u otras posiciones a la distancia observar lo que acontece con las políticas públicas sin percatarse de las dificultades reales para adoptar determinadas decisiones. Es también común encontrar comentaristas de temas económicos, pues no calzan como analistas, que habiendo desempeñado funciones públicas hicieron exactamente lo contrario a lo que hoy predican. La economía política cae, por lo tanto, no solo en la observación de la economía desde una visión ideológica sino que involucra también las simpatías o antipatías personales para emitir juicios de valor al comentar sobre un terminado tema o persona. Lo menos presente en la economía política es la objetividad y el pragmatismo, es mucho más común las relaciones personales o los sentimientos de simpatías pero más recurrentes son las manifestaciones llenas de envidia, complejos o prejuicios.

Debe reconocerse que el actual presidente viene cumpliendo un papel relevante para la economía nacional y también para la coyuntura política. En lo primero ha sabido imponer su visión de los temas, algunos de ellos no compartidos por algunos, pero no necesariamente por ello inválidos o equivocados. Desde su ingreso al gobierno hace aproximadamente 3 meses, el presidente ha ido involucrándose cada vez más en los asuntos de la macroeconomía y comprendiendo la gravedad de la situación, al punto que los temas de discusión en las últimas fechas como buscar ajustes impositivos y decisiones de baja del gasto público o reducción de subsidios denotan claramente un entendimiento claro de la profundidad del problema. Falta sin duda un encadenamiento de las decisiones con la determinación de objetivos y metas, instrumentos, un cronograma de acciones y demás requisitos que muestren un programa económico estructurado y claro que brinde seguridad y certidumbre. Ese programa debidamente confeccionado le permitirá al gobierno acceder al necesario y urgente financiamiento externo, en especial, por parte de las entidades multilaterales como el FMI, el Banco Mundial, el BID y la CAF.

En el otro ámbito, tal vez más complejo de analizar, está el manejo político donde difícilmente se entiende alianzas con grupos políticos como el correísmo, vinculado con una década de abusos y excesos al tiempo de una administración de la economía con un evidente cúmulo de desperdicio y de sobre endeudamiento. Sin embargo, si ese pacto permite avanzar en aspectos de beneficio nacional, tal vez esa sinergia podría entenderse de alguna manera. Lo que parecería es que la economía política funciona mejor hoy que en el pasado reciente aunque grupos de la Asamblea siguen empeñados en buscar la impunidad para algunos involucrados en actos de corrupción.

Resulta hoy más claro que el ambiente legislativo es menos radical con las propuestas del gobierno de lo que fue en el pasado y ese factor podría ayudar a que se pueda avanzar en el manejo y en los objetivos de la política económica. Sin embargo, solamente el tiempo podrá juzgar si lo que acontece en la actualidad de cierta cercanía del gobierno con varios grupos políticos sea o no beneficioso para el país. 

En la conducción económica siempre se presentan dilemas y muchas veces incompatibilidades entre el beneficio del corto plazo con el de largo plazo o la eventual contradicción entre el beneficio de una buena política económica y la intervención de una economía política no siempre sana y beneficiosa. El saneamiento de las finanzas públicas a veces exige decisiones poco populares y costosas del apoyo electoral pero necesarias para el mediano y el largo plazo. Los problemas estructurales y permanentes se corrigen con decisiones también permanentes y perseverantes, caso contrario, los beneficios no llegan. Inclusive, es siempre necesario la continuidad de una buena política económica a lo largo de varios gobiernos, lo que demanda la anuencia política, el reconocimiento de los aciertos y obviamente el ajuste o la rectificación de los errores.

Para una buena amistad entre la política económica y la economía política hay mucho por avanzar. El espíritu de muchos ecuatorianos es confrontativo por esencia, los egos aupados impiden la aceptación de los triunfos o las opiniones contrarias de otros, los intereses personales alejan los consensos, la incoherencia entre las acciones y las palabras de algunos y el dinero como el fin de la vida siempre será un enemigo del progreso de la sociedad. (O)

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