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En vida, Santiago trajo luz a este país por medio de la educación y la búsqueda de la libertad. En su muerte, Santiago ilumina aquello que impide que seamos de verdad una sociedad sana: la falta de empatía, de reconocer en todas las personas el mismo valor y dignidad .

24 Abril de 2023 08.47

Es una tragedia que ha conmovido a toda la ciudad y ha arrojado luz sobre todas sus grietas. 

Santiago fue un hombre complejo, sin filtros, iconoclasta y con muy poco olfato político. Fueron estas características de su persona las que lo llevaron a irse contra todo y abrir las puertas de la USFQ en 1988. Hoy, la institución que él ideó, mentalizó, soñó y que rigió durante sus primeros 27 años, es una de las instituciones más prestigiosas de Latinoamérica y debe ser un orgullo para el país. 

A lo largo de su gestión Santiago creó una institución que se regía por un caos organizado que le permitió crecer de manera rápida sin las cadenas que impone un plan único de crecimiento. Santiago odiaba la planificación central pues la consideraba una camisa de fuerza a la creatividad de sus profesores y la comparaba con los planes de cinco años de la Unión Soviética que fueron culpables de hambre, desempleo y opresión durante varias décadas. Trabajar con él tenía sus retos definitivamente, pero los resultados en su mayoría fueron positivos y de gran impacto.

Acusado muchas veces de misógino, Santiago creó el primer Colegio de la Mujer en donde cientos de mujeres que no habían podido cursar educación superior obtuvieron una. Tachado de racista, Santiago creó el programa de diversidad étnica de la USFQ que nació para brindar la oportunidad de una educación de primera a chicos de comunidades indígenas y afrodescendientes. Increpado de elitista, creó un programa de becas que permitió que decenas de miles de chicos talentosos pudieran educarse. Todo esto antes de que hubiera un gobierno que se atribuyera la inclusión como su aporte a la sociedad o que estuviera de moda la diversidad. 

A lo largo de su vida Santiago tocó de manera positiva decenas de miles de familias, y con el dolor de cientos de abogados que lo acusaban de que hacia las cosas al filo de la navaja, nunca dejó que la cultura de legalismo de la que padecemos en el Ecuador se interpusiera en promover el bien para nuestra sociedad. 

Finalmente, su muerte, que llegó a manos de la corrupción e intervencionismo estatales que siempre denunció y rechazó, ha arrojado luz sobre algunas de las grietas más profundas de nuestra sociedad. El conductor de bus que lo atropelló tenía una licencia con apenas 8.5 puntos y el vehículo que conducía no había sido revisado de manera adecuada. Para todos los ciudadanos privados que sufrimos a diario los abusos de autoridad de los oficiales de la AMT esto debe ser una afrenta imperdonable y revela el nivel de corrupción al interno de esa instancia del gobierno municipal. Santiago no pudo recibir ayuda urgente porque la ambulancia se demoró en llegar más de veinte minutos. Es increíble e insostenible que el Estado siga queriendo hacerse garante de la salud y la seguridad de los ciudadanos. No es presentable que las casas de salud privadas no puedan tener ambulancias y que aquellas del sector público sean escasas. La atención urgente en cualquier accidente de tránsito es la diferencia entre la vida y la muerte y 20 minutos son una eternidad.

Pero la peor grieta que fue resaltada por esta muerte fue aquella del odio y las divisiones que se han convertido en el pan de cada día en nuestra sociedad. Junto con miles de mensajes de amor y condolencia por la muerte de Santiago, han aflorado otros cientos que celebran el evento. Lo hacen sin haber conocido al hombre o su trabajo, repitiendo clichés y frases sin sentido. 

Lo triste es que este lado de la historia revela un pueblo que se siente desprotegido por quienes han prometido hacerlo y la muerte de Santiago les da finalmente una voz: esos buses que andan corriendo de manera desaforada por la ciudad son la única fuente de transporte que tienen cientos de miles de personas trabajadoras. Nuestra gente es humillada, abusada y robada en este su puesto sistema de transporte público que en realidad no lo es. Nuestra gente es atropellada todos los días y es desatendida por un sistema de emergencias y de salud pública que es deficiente y se regocija en ver que de vez en cuando un rico cae como ellos lo hacen todos los días.

En vida, Santiago trajo luz a este país por medio de la educación y la búsqueda de la libertad. En su muerte, Santiago ilumina aquello que impide que seamos de verdad una sociedad sana: la falta de empatía, de reconocer en todas las personas el mismo valor y dignidad y que no hay gobierno de derecha o de izquierda que pueda hacerlo todo y que la sociedad civil puede protegerse a si misma mucho mejor y de manera más eficiente si el Estado se lo permite.  (O)

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