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Las crisis del mundo contemporáneo  exigen contar, en América Latina, con un pensamiento propio que responda a la realidad y capacidades de la región para definir su estilo de desarrollo con autonomía, hacia el bienestar humano, y sin autarquía.

28 Junio de 2023 15.34

El proyecto de la unidad latinoamericana no ha podido concluirse como una real comunidad. En ella, los fenómenos internos de la región, producto de los procesos globalizadores y los nuevos problemas de incidencia mundial, presionan hacia la conformación de un nuevo pensamiento regional para un cambio de paradigma de la integración latinoamericana, en su realidad socio política actual.

La globalización, con su complejidad, modificó el contexto social a escala internacional, pero la integración latinoamericana no ha perdido su relevancia histórica. Sin embargo, en la senda por la que se conduce el destino del mundo, América Latina se inserta en  términos desventajosos.

El modelo de vinculación de América Latina con los países centrales muestra sus arritmias; por ello urge  repensar nuestras sociedades y nuestra forma de inserción internacional, desde una perspectiva del Sur.

El concepto del “Sur” emerge  como antítesis de la realidad que caracteriza a los países del Norte, industrializados, desarrollados, centrales. Es un grupo de países periféricos o en desarrollo. Los aportes a la humanidad de estos grandes bloques de países son de gran importancia en la historia mundial.

La cultura del Norte ha aportado la democracia representativa pero tiene sus profundas carencias al centrarse en el poder y los desarrollos materiales. El mito del progreso como ley ineludible de la historia humana es propio del Norte. Igualmente, las crisis económicas debidas a la carencia de regulaciones de la economía mundial, corrompida por la especulación financiera, provienen del modo de vida del Norte. (E. Morin )

Los países del Sur convergen en la crisis del desarrollo que, pese a que ha llevado al bienestar de las minorías, también ha promovido el aumento de las desigualdades en todo el planeta y de la pobreza.

Las crisis del mundo contemporáneo  exigen contar, en América Latina, con un pensamiento propio que responda a la realidad y capacidades de la región para definir su estilo de desarrollo con autonomía, hacia el bienestar humano, y sin autarquía.

Los cambios fundamentales para las sociedades se dan en el largo plazo, con la construcción de una conciencia social sólida capaz de definir un paradigma de desarrollo con un sentido integral de  democracia. Al igual que la filosofía y la democracia -que dieron lugar a nuestra cultura- nacieron luego de un infortunio, Latinoamérica debe forjar la imaginación creativa para  encontrar una vía de salida de la crisis civilizatoria y de la economía agresiva para dar solución a sus problemas vitales.

La dirigencia política, la Academia, las universidades, las organizaciones de base deben tomar a cargo la difusión de un conocimiento veraz de la realidad de América Latina, de modo de convertirse en la base sobre  la que se construya un nuevo pensamiento –un pensamiento del Sur- que sostenga los esfuerzos para dar a la integración un sentido humanista, y para construir una ciencia con sentido propio, que ofrezca respuestas propias a los problemas de la región. (O)

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