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Si se realiza un análisis objetivo a los distintos gobiernos desde el retorno a la democracia en 1979 se puede colegir que todos sin excepción han tenido aciertos y desaciertos, algunos más que otros pero no han existido gobiernos que no hayan mostrado sus puntos débiles y sus fortalezas.

23 Diciembre de 2021 11.05

Hay dos formas de ver un vaso de agua lleno hasta la mitad, o está medio lleno o está medio vacío. La sociedad está permanentemente observando los fenómenos políticos bajo distintas ópticas pero la experiencia de muchos años en estos andares me ha enseñado que de aquel grupo que le hace seguimiento a la política y a la economía, lamentablemente una mayoría observa los hechos más con características negativas y hasta destructivas que optimistas o constructivas. Se podría argumentar que cada actor está en la libertad de criticar y opinar desde su particular punto de vista, posición sin duda respetable y válida, sin embargo, ese sesgo de mirar la coyuntura con esa dosis de prejuicios lejos de contribuir a la solución de los grandes problemas nacionales termina perjudicando a la sociedad en su conjunto.

 Varios son los casos que explican esta realidad pero aquel que ilustra con bastante claridad el impacto de esta visión negativa del mundo es el perfil de los funcionarios públicos de altas responsabilidades, vale decir, el relativo a ser un ministro de estado. El riesgo de persecuciones, la crítica ciega y la falta de comprensión integral de los problemas hace que la función pública sea altamente riesgosa, con lo cual una parte de los que acceden a esas funciones les mueve otro tipo de incentivos como enriquecerse con el cargo caminando es la zona de la corrupción o la ilegalidad o tal vez simplemente el disfrute de ese poder efímero que constituye una responsabilidad a nivel ministerial. Lo cierto es que los mejores candidatos a determinadas funciones de ese rango no están en esos cargos, pues los riesgos asociados son demasiado elevados. Terminan en funciones personas poco calificadas o con otros intereses que no sea el de servir al país.

 También puede ejemplificarse la destrucción que provoca esa visión negativa de los acontecimientos el rol de algunos comentaristas de la coyuntura política y económica que lejos de hacer contribuciones o análisis objetivos, irradian críticas destructivas, a veces sin sustento alguno, lo que conlleva sembrar un ambiente de negativismo colectivo que termina incidiendo en la búsqueda de soluciones a los grandes problemas nacionales. Como todo segmento de la sociedad, hay profesionales que contando con espacios en los medios de comunicación apoyan la solución a los problemas pero hay los otros que introducen más combustible y reaniman al fuego.

 Si se realiza un análisis objetivo a los distintos gobiernos desde el retorno a la democracia en 1979 se puede colegir que todos sin excepción han tenido aciertos y desaciertos, algunos más que otros pero no han existido gobiernos que no hayan mostrado sus puntos débiles y sus fortalezas. Ningún gobierno ha tenido todo a su favor, pero la mayoría de regímenes han debido enfrentar situaciones económicas difíciles. Hemos atravesado como país caídas bruscas de los precios de productos de exportación como el mismo petróleo, eventos naturales como el Fenómeno del Niño o los terremotos, problemas bélicos y muchos derivados de los propios errores de administraciones como el aumento excesivo del tamaño del Estado, el sobreendeudamiento en condiciones inadecuadas, la falta de reservas internacionales o la ausencia de ahorros fiscales. 

Esto significa que, si como ecuatorianos no somos capaces de entender los problemas y acordar soluciones, las mismas que serán todas difíciles, las posibilidades de progreso se postergarán. Si a esto se añade la actuación de unos pocos, porque sin duda son una minoría, que primero disparan y luego preguntan, afectando la honra ajena por intereses quien sabe cuáles, lo que le llegará a la sociedad como información no será la que permita construir sino destruir. Esos cambios de mentalidad son muy importantes y necesarios para poder avanzar. La mezquindad, la envidia, los complejos o las antipatías no permiten que la sociedad decida las mejores opciones para poder progresar.  (O)

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