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Mi formación técnica ayudará a plantear una estrategia de defensa, a redactar una demanda o su respectiva contestación, bajo los parámetros de lealtad procesal, buena fe y con una argumentación sólida, aspirando a que el proceso se cumpla en estricto apego a la ley.

04 Febrero de 2022 11.32

Hace cinco meses empecé a escribir en este prestigioso medio de comunicación que, con mucho esfuerzo y mucha convicción de su equipo, ha tenido gran acogida en el mercado ecuatoriano, sobre todo por ponernos al día de noticias positivas y que nos llenan de orgullo y esperanza a los ecuatorianos.

En mi primera columna, contaba que inicié un proceso de formación que se ha convertido en un sueño y reto personal: convertirme en abogada. He culminado mi primer semestre de nueve que son en total. Un dato, cuando corro -o mejor dicho corría-, me sugerían que cuente los kilómetros que he avanzado, no los que faltan. Quizá para no hacerle el juego a la mente.

Sin embargo, el otro día revisaba la malla académica -ya he perdido la cuenta de las veces que lo he hecho- y anhelo con ya estar en las clases de Derecho Administrativo y GADS, Control y Garantías Constitucionales, Derecho de la Empresa; tomar las materias electivas de Derecho Comercial; y, por supuesto, asesorar a personas y compañías, generar debates constructivos, aprovechar mis dos profesiones.

Ahora bien, intento trasladarme al 2026, año en el que -si todo va bien- sería Abogada de los Tribunales y Juzgados de la República. Me enfrento a cualquier caso, tomando en cuenta que en todos los escenarios de las ramas del Derecho participan personas, todas con una realidad particular y con una situación en la que necesitan de la ayuda de un profesional que los defienda.

Seguramente, mi formación técnica ayudará a plantear una estrategia de defensa, a redactar una demanda o su respectiva contestación, bajo los parámetros de lealtad procesal, buena fe y con una argumentación sólida, aspirando a que el proceso se cumpla en estricto apego a la ley. 

Pero dicen que el abogado se convierte, o debe convertirse, en el sacerdote de su defendido, porque es quien debe conocer todo, incluso para construir la mejor estrategia posible, y guardar el secreto de confesión. 

En este escenario, considero oportuno hablar de las habilidades blandas, esas que se relacionan con la forma de interactuar con las personas, esas que no nos enseñan en las aulas de cualquier Facultad, sino que las aprendemos ya sea con el pasar de los años, en la trayectoria profesional, o porque en un momento sentimos la necesidad de que tomen en cuenta esas habilidades a la hora de relacionarse con uno.

Comunicación: un abogado debe saber transmitir mensajes e ideas, de forma escrita en documentos jurídicos y también de manera oral en las audiencias en los procesos y con el cliente.

  • Empatía: para saber anticiparse a conocer las necesidades de los clientes y así comprender el problema y plantear las soluciones. Es entender los sueños, las necesidades, los conflictos del otro.
  • Inteligencia emocional: los abogados son quienes deben mantener la calma frente a la situación a la que se enfrenta el cliente. Saber gestionar las emociones propias frente a los demás.
  • Análisis crítico: saber aprovechar toda la información que exista alrededor del abogado, ya sea política, económica, técnica entre otros, para proponer alternativas y no ahondar en la problemática.
  • Negociación: antes de entrar en un conflicto, encontrar métodos alternativos de solución a través de la mediación.

Y, ustedes, ¿qué otra habilidad blanda consideran que debería tener cuando sea abogada? Los leo. (O)

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