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Hay que seguir trabajando para dejar de lado siglos de injusticias y masculinidades, porque las mujeres, cuando gobiernan, son las más sabias para vivir y para amar, “y si alguna vez en la vida se necesita un consejo sensato (se necesita siempre, a diario), o una estrategia útil en el trabajo, o una maniobra acertada para ser más felices, ellas te lo darán”, como afirma Abad.

11 Mayo de 2022 15.23

La única ventaja que tienen los hombres sobre las mujeres es que podemos orinar de pie. Así de contundente, aunque no siempre así de claro. La mujer es maravillosa e inclusive es mucho mejor que el hombre. Haciendo una comparación de habilidades y destrezas, salvo en la musculatura que la naturaleza ha favorecido al hombre, en el resto de las cosas la mujer está mucho mejor calificada que su contraparte de género. Esto no quiere decir que hay un género superior al otro; y, sin duda, es algo que debemos entender los machistas (y las feministas también), ahora que nos damos tiempo para homenajear a nuestras madres. Pero es necesario visibilizar y afrontar la verdad, aunque, como decía Nietzsche, “a la gente no le gusta la verdad porque temen que sus ilusiones puedan ser destruidas”.

Ser madre es solo una parte de lo que es ser mujer. Pero no es todo ni es su razón de ser. Las mujeres tienen una lucidez superior, saben manejar mejor las cosas y su instinto hace que tengan un siempre sorprendente sexto sentido. Sin embargo, el machista que llevamos dentro hace que no les reconozcan estas virtudes, sean temidas y vejadas, juzgadas y lapidadas. La mujer no es competencia, es complemento.

No estamos para cuestionar que las mujeres son mucho más interesantes que los hombres. Simplemente son. Por eso, como dice Héctor Abad, “si nos volvemos más humanos y menos primitivos, nos daremos cuenta de que esas mujeres nuevas, esas mujeres bravas que exigen, trabajan, producen, joden y protestan, son las más desafiantes, y por eso mismo las más estimulantes, las más entretenidas, las únicas con quienes se puede establecer una relación duradera, porque está basada en algo más que en abracitos y besos, o en coitos precipitados seguidos de tristeza: nos dan ideas, amistad, pasiones y curiosidad por lo que vale la pena, sed de vida larga y de conocimiento”.

No me cabe la menor duda de que a los hombres machistas les molestan las mujeres inteligentes, las que tienen personalidad. Las que contestan y tienen voz propia.  Las que trabajan y son incómodas. También, las que deciden qué hacer y son amorosas y pacientes. De manera inconsciente el hombre le tiene miedo a la mujer porque se reconoce más musculoso, pero menos brillante, que es la única forma de imponer y escribir la historia. Así se ha moldeado la sociedad desde siempre y es esta construcción social, cultural, religiosa la que ha predominado. La construcción de la masculinidad se evidencia todo el tiempo y durante siglos se ha creado una sociedad prepotentemente machista en la que la fuerza bruta, característica del hombre, ha predominado en el mundo. Y es algo que tiene que cambiar. Insisto, no creo que un género sea superior al otro. Creo que son distintos, complementarios por naturaleza, con diferencias biológicas insalvables.

Por eso siempre hay que contar con ellas. No solo el 8 de marzo ni el segundo domingo de mayo. Si logramos amarrar a la bestia machista que llevamos dentro, y las llegamos a conocer y soportar que nos corrijan, nos darán ideas y nos complementaremos siendo iguales, en una relación en la que nadie manda ni es mandado. Hay que seguir trabajando para dejar de lado siglos de injusticias y masculinidades, porque las mujeres, cuando gobiernan, son las más sabias para vivir y para amar, “y si alguna vez en la vida se necesita un consejo sensato (se necesita siempre, a diario), o una estrategia útil en el trabajo, o una maniobra acertada para ser más felices, ellas te lo darán”, como afirma Abad. 

No podría entender mi vida sin la importancia que han tenido las mujeres. Ellas tan sabias, amorosas y pacientes, los hombres tan técnicos, musculosos y futbolistas. 

Hay que seguir insistiendo en la lucha del feminismo clásico que buscaba, sobre todo, la equiparación de la mujer con el hombre en todos los aspectos de la vida. Que la mujer goce de las mismas oportunidades, que gane por su capacidad, que no fuera menospreciada, que llame más la atención su cabeza que su escote. No va a ser tan fácil, porque el macho no va a dejar su espacio de poder. Pero es necesario visibilizar y aceptar que las mujeres son mejores. 

A esos machistas incorregibles, machistas ancestrales por cultura y por herencia, debemos empezar a entender que quizás las cosas serían mejor si a las mujeres les dejáramos un poquito más de poder. ¿Qué gobiernen las mujeres? ¡Qué gobiernen! (O)

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