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Si es que el Presidente electo y la Canciller creen que es el momento de plegarse a una potencia u otra para ganar en el escenario internacional, se equivocan.

15 Noviembre de 2023 09.30

En este momento no hay tema más doloroso y delicado en las relaciones internacionales que la crisis en Medio Oriente y, específicamente desde el 7 de octubre del 2023, la escalada de violencia en Gaza y cuánto en ella está en juego. Y no hace falta ser un experto en Relaciones Internacionales (con mayúsculas) para entender que éste no es un momento para cambiar el representante del Ecuador ante Naciones Unidas. 

Ningún país que se respete cambiaría su representante durante el período de dos años que dura la participación rotativa en el Consejo de Seguridad, menos aún a semanas de asumir el mes de la Presidencia del Consejo. Es un honor y una responsabilidad al que países pequeños sólo puede acceder cada 30 o 35 años, porque cualquier traspié tiene serias implicaciones no sólo con las demás potencias que forman el Consejo, todas ellas, naciones clave para sacar al Ecuador de crisis mayores como el crimen organizado, el ostracismo comercial y el no estar en nada en la nueva agenda global.

Por eso hay que decirlo con todas sus letras. La sola nominación de un cambio al representante de Naciones Unidas, peor aún de un absoluto neófito en el tema, es una falta de respeto al país y a la trayectoria de su ejercicio en Naciones Unidas, algo que muy pocos gobiernos (incluso los populistas como Bucaram o Correa) han tratado de romper. Pensé que Daniel Noboa quería dejar atrás el pasado, y no reditarlo enviando a un ex Secretario Anticorrupción de triste recordación durante el gobierno de Lenin Moreno, contra quien hasta la fiscal Diana Salazar presentó quejas formales por entorpecer investigaciones. 

Si es que el Presidente electo y la Canciller creen que es el momento de plegarse a una potencia u otra para ganar en el escenario internacional, se equivocan. El momento que un país pequeño no usa el Derecho Internacional en el sistema de Naciones Unidas, sólo puede esperar ser presa o víctima de poderes en conflicto. No sólo pierden en el sistema de Naciones Unidas sino en todos los escenarios, especialmente los comerciales, los de inversión. Un país que no se respeta a sí mismo, nunca es respetado por los otros.

De hecho, Guillermo Lasso también cometió el error de cambiar al representante del Ecuador en la ONU a destiempo, cuando la elección del Ecuador al Consejo de Seguridad ya estaba hecha. El cambio lo debió hacer mucho antes. Pero nadie puede decir que Hernán Pérez Loose no sabe del tema. Es más, es uno de los pocos ecuatorianos con un PhD en Harvard en Derecho Internacional y sus recientes actuaciones -especialmente su último voto- en el Consejo de Seguridad han sido correctas y apegadas a derecho (dicho esto hasta por delegados estadounidenses y europeos en estos momentos críticos). Pero no se trata de una defensa del personaje en esto momento lo que debe primar, sino el buen nombre del Ecuador y del Presidente electo en el escenario internacional.

Daniel Noboa tiene una decisión muy simple a la vista: Mantener a Hernán Pérez Loose como representante ante Naciones Unidas, al menos hasta que termine la participación del Ecuador ante el Consejo de Seguridad, en diciembre del 2024. No es una decisión complicada, al contrario. Demostraría que tiene madurez y capacidad como estadista, pero sobre todo respeto por el estado al que va a representar desde este diciembre. No es pedir demasiado. Después, sería mejor mantener a un embajador de carrera. Hay muchos cancilleres y vicecancilleres en el servicio que están a la altura de los requerimientos. 

De paso, la nueva Canciller del Ecuador, Gabriela Sommerfeld, evitaría ser recordada por un pésimo primer paso en los escenarios de negociación internacional o enviar la imagen de que el gobierno también usará los puestos diplomáticos en forma clientelar o para recompensar relaciones personales o familiares, tal como han hecho todos los demás. 

Reflexión para el largo plazo: Por desgracia del destino y el desatino de los optimistas sobre la política exterior, el Ecuador se hizo elegir miembro del Consejo de Seguridad por el período que va de enero de 2023 a diciembre del 2024. Desatino, porque sabemos (y los diplomáticos de carrera lo saben aún mejor) que ese puesto en el Consejo de Seguridad siempre es, ha sido y seguirá siendo, una espada de Damocles para el país. No sólo porque somos un país pequeño en el escenario mundial, cada vez más dislocado por potencias en eterno conflicto por esferas de influencia, también porque sabemos nuestros bajos niveles de seriedad y respeto a las instituciones. Esta es apenas la última prueba de ello. 

En el Ecuador, nadie puede anticipar que -al momento de gestionar un asiento en el Consejo de Seguridad- el gobierno de turno opte por un Leopoldo Benítez Vinueza, no sólo conocedor a fondo del Derecho Internacional y la Historia de las Relaciones Internacionales, también poseedor de una ética intachable, no sólo con su persona, sino también con el país ó, un José de la Gasca. Es claro que mientras no asumamos que todos tenemos un deber ético rechazar cargos para los que estamos preparados, sería mejor abstenerse de gestionar cualquier puesto de relevancia en el sistema multilateral. (O)

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