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Si no sabes lo que vales terminarás perdiendo lo que vales

Hartmut Bock

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En nuestros negocios decidimos con frecuencia que parte de él externalizaremos a otros proveedores y que partes de él seguiremos haciendo nosotros.

3 Diciembre de 2025 17.01

Hace poco más de una semana, mientras en Ecuador nos preparábamos para el feriado donde festejamos la independencia de Cuenca y el día de los muertos, los presidentes de EEUU y China se reunieron en Busan, Corea del Sur. El encuentro se dio para confirmar el acuerdo comercial que se había negociado previamente y que incluye, entre otras cosas, el levantamiento de la prohibición de exportación de tierras raras desde el país asiático hacia el país norteamericano.

Como supongo conoce el lector dado que es alguien que lee artículos como el que se encuentra leyendo ahora, el gobierno de Donald Trump ha venido imponiendo tarifas a sus aliados comerciales dentro de una estrategia, a mi parecer cada vez más evidente, que busca reconstituir la base industrial norteamericana destruida por la tercerización de prácticamente todas sus cadenas de producción a países extranjeros. Entre los bienes que ya no produce EEUU esta el de la extracción y procesamiento de tierras raras, un grupo de 17 elementos metálicos que se encuentran abundantemente en la corteza terrestre (y que por lo tanto no deberían llevar el adjetivo "raras") pero que son difíciles de explotar económicamente (y que por lo tanto si deberían llevar el adjetivo "raras").

En su momento EEUU no solo contaba con la industria para poder extraer, procesar y producir tierras raras, sino que era el mayor productor global. Sin embargo, luego de diversas regulaciones medioambientales sus industrias cerraron y la super potencia no tuvo más opción que comenzar a importarlas de otros países, como China, que actualmente controla alrededor del 70% de la producción del planeta. Cuando China, en represalia a las tarifas de Trump, bloqueo la exportación de tierras raras a EEUU y otros países, muchas de las industrias vitales para el país americano, como son defensa, instrumentos médicos avanzados, aparatos electrónicos, etc., se encontraron de repente ante la posibilidad de tener que cerrar sus puertas. Un acuerdo con China era lo único que les salvaría. Que es lo que el gobierno de Trump no tuvo más remedio que hacer.

Y si bien es una situación de geopolítica que poco o nada tiene que ver con está columna de negocios, también es cierto que la geopolítica es un asunto de estrategia y la estrategia tiene todo que ver con los negocios. Puntualmente se relaciona de la siguiente manera...

En nuestros negocios decidimos con frecuencia que parte de él externalizaremos a otros proveedores y que partes de él seguiremos haciendo nosotros. EEUU decidió continuar haciendo tecnología de punta, como potentes láseres, sofisticados escáneres para detectar enfermedades, jets supersónicos, etc. y subcontratar la producción de los elementos metálicos que requiere para poder fabricarlos a otros países.

Es difícil argumentar que no fue una visión de origen racional. Por un lado no tenemos todo el tiempo del mundo ni todas las capacidades para poder dedicarnos a todo, es indispensable escoger nuestras batallas, decidir donde más probabilidades de ganar tenemos y por consecuencia que guerra libraremos. Por otro lado la industria minera, a diferencia de las empresas que fabrican instrumentos tecnológicamente avanzados, es altamente contaminante.

Entre un negocio que produce genéricos que cualquier persona con la capacidad intelectual de un chimpancé puede realizar y un negocio de tecnología avanzada cuyos márgenes superan múltiples veces al de la extracción de minerales, la lógica dice que escogeremos al segundo. El problema se da si el proveedor decide de la noche a la mañana dejar de vendernos y no contamos con una alternativa. De repente nos hallamos en la incómoda posición de no contar con el know how, personas ni herramientas para poder fabricar los componentes que nuestra empresa requiere para seguir operando.

Pensemos que somos propietarios de un restaurante que terceriza el envío de pedidos de la comida que prepara a Uber Eats. Supongamos que recibimos un email de parte del CEO de la compañía de envíos diciéndonos que aprecia nuestro negocio a la vez que nos informa que para poder seguir atendiéndonos con calidad debe subir sus precios drásticamente, que a nosotros el incremento nos parece exagerado y que eso hace que decidamos dejar de trabajar con ellos. En apariencia volver a activar el envío de órdenes debería ser algo que se puede resolver de la noche a la mañana. El know how (¿cómo receptar y enviar pedidos de comida?), personas (mensajeros) y herramientas (moto + un sistema de pedidos) no es difícil de encontrar en el mercado. El capital necesario para iniciar el proceso de cambio requerido tampoco debería ser un inconveniente pues no es alto y por lo tanto tampoco difícil de conseguir.

En la realidad es mucho más complejo de lo que aparente. No solo que para poder tener una operación estable se requiere de masa (varios motorizados) y eso eleva los costos y complejidad de la operación, sino que las plataformas de envíos pueden reaccionar y subir las comisiones que ganan los repartidores para evitar la tentación de independizarse de éstas, haciendo que nuestro trabajo de encontrar un reemplazo se haga más difícil.

Notemos que estamos hablando de un mensajero y una moto, de los que por lo general cualquier país de las características del nuestro tiene en ingentes cantidades, y no de un refinado departamento que produce algún extravagante componente.

¿Cuanto tiempo puede aguantar Uber Eats sin nosotros? Para siempre. ¿Cuanto tiempo podemos aguantar nosotros sin Uber Eats? Me da la sensación que si fuera propietario del restaurante llamaría a mi contador para que me informe del porcentaje de ventas que realizo a través de la plataforma de envíos en vez de dedicarme a intentar responder este tipo de preguntas que consideraré sin sentido (y si estoy muy desesperado, estúpidas). Con la ayuda del mismo asesor financiero intentaría comprender cuáles serían los costos de asumir los envíos por mi cuenta para darme cuenta rápidamente que el famoso CEO del email había hecho este cálculo previamente con su respectivo director de finanzas y encontrado que podía cobrar más sin riesgo alguno de pérdida de clientes.

Pasadas las urgencias y luego de tragarme mi orgullo, recordaré el asunto entre China y EEUU y me daré cuenta que les pasa a los mejores. Y si estoy con suerte y he dormido bien, advertiré que la verdadera pregunta es: ¿Cuáles son mis tierras raras? ¿Qué de mi negocio subcontrataré y que de mi negocio no dejaré jamás que alguien más controle?

Y una vez encontrado ese pequeño pedazo llamado core o esencia de mi negocio, decidiré que hacer con él. Me preguntaré si conviene dejar que mi equipo lo suba a las plataformas de inteligencia artificial donde el mismo será integrado al conocimiento de éstas y podrá ser usado por mi futura competencia o, quién sabe, por el mismo CEO de Uber Eats para enterarse de lo dependiente que me he vuelto de él y volver a subir sus tarifas.

Auxilio. (O)

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