Uruguay, del laboratorio al mercado: el país que empieza a hablar el lenguaje de las deep techs
Carlos Batthyány, Juan Martín Garrido y Santiago Caniggia debatieron sobre el auge de las deep techs y cómo Uruguay puede transformarse en un polo regional de innovación tecnológica avanzada.

Uruguay empieza a dar pasos firmes en un terreno donde la ciencia, la empresa y la inversión se cruzan: el de las deep techs. La inteligencia artificial, la biotecnología y la investigación científica aplicada se usan como motores de una economía basada en conocimiento, propiedad intelectual y escalabilidad global. Pero convertir una idea de laboratorio en una compañía capaz de competir en el mercado no es un camino sencillo. 

Carlos Batthyány, director ejecutivo del Institut Pasteur de Montevideo y de LAB, explicó que el desafío original del país fue pasar de la generación de conocimiento a su valorización social y económica. "Durante años producíamos ciencia de altísima calidad que se publicaba en grandes revistas, pero que rara vez se transformaba en soluciones o productos utilizados por la sociedad", recordó durante la tercera edición de Forbes Game Changers Summit. Frente a esa realidad, el instituto comenzó a promover la creación de compañías de base científico-tecnológica y, de alguna manera, apostar a que los investigadores dieran el paso de emprender.

"Lo que hay que hacer es que los científicos se animen a crear compañías de base biotecnológica. Que tengan propiedad intelectual, que patenten sus descubrimientos y puedan llevar ese conocimiento del laboratorio a la vida real", resumió Batthyány. El modelo, explicó, combina esfuerzo institucional con capital privado para transformar hallazgos en emprendimientos con potencial de impacto global.

El desafío del valle de la muerte

Juan Martín Garrido , country manager en Cubo Itaú Uruguay, remarcó que uno de los momentos más críticos en la vida de toda startup es el llamado "valle de la muerte", tramo en el que una empresa deja atrás la etapa inicial de incubación pero aún no logra suficiente tracción comercial o financiamiento para sostenerse. "En Uruguay, el 65% de las startups desaparece después de los dos primeros años", advirtió.

El país, según explicó, tiene un ecosistema sólido en formación y validación de ideas, con incubadoras y programas de apoyo públicos como los de ANII o ANDE. Pero la brecha aparece cuando llega el momento de escalar. "Después de los primeros 18 o 24 meses, los emprendedores necesitan generar tracción real, levantar capital o tener clientes que validen su negocio. Ahí es donde se quedan sin recursos y caen en el valle de la muerte", señaló.

Cubo Itaú se posiciona precisamente en esa franja intermedia, ayudando a startups a conectarse con grandes corporaciones y fondos de inversión. "Generamos un ecosistema vivo donde empresas jóvenes pueden vincularse con gigantes como Bayer, Johnson & Johnson o Eurofarma, y acceder a oportunidades de negocio reales", explicó Garrido. Esa red busca reducir la mortalidad temprana y fomentar la colaboración entre la academia, los emprendedores y el capital.

El ejecutivo remarcó que el desafío de financiar proyectos en biotecnología o IA es aún mayor que en otros sectores, por los altos costos y largos períodos de investigación. 

"Hay startups que invierten diez o quince años en I+D antes de poder generar ingresos. Por eso el apoyo en etapas intermedias es clave", subrayó.

De Silicon Valley a Montevideo: formar emprendedores globales

Santiago Caniggia, director Latam de Draper Startup House, explicó que su misión es detectar y formar fundadores con un ADN emprendedor sólido. "Más allá de la idea o la tecnología, buscamos entender si existe esa motivación profunda, esa chispa que empuja a crear algo que cambie el mundo", dijo.

Draper Startup House, impulsada por el inversir estadounidense Tim Draper, tiene presencia en casi 40 países y ofrece programas de aceleración y formación que combinan residencias, mentorías y conexión con fondos de inversión. "A diferencia de otras aceleradoras, nuestros programas iniciales son equity free y se enfocan en fortalecer equipos. Muchas veces llega un grupo con base científica muy fuerte, pero sin ADN comercial. Ahí trabajamos para complementar habilidades y preparar a los fundadores para levantar capital", explicó.

Laura Rodríguez, Santiago Caniggia, Carlos Batthyány y Juan Martín Garrido. Foto: Diego Olivera.

Los emprendedores que completan los programas en la región pueden acceder luego a Draper University en California, donde presentan sus proyectos ante inversores del fondo Draper Associates. "El 80% de las startups que pasan por ese proceso reciben inversión", destacó Caniggia. Esa conexión con Silicon Valley ofrece a los emprendedores latinoamericanos una vidriera global y una red de aprendizaje con pares que ya superaron las etapas más duras del desarrollo.

Ciencia que impacta

El desarrollo de una vacuna contra la garrapata es, según Batthyány, un ejemplo concreto del proceso de transferencia tecnológica. "Dos estudiantes comenzaron a investigar el tema en 2007 y hoy, 15 años después, iniciamos los ensayos a nivel nacional en nueve departamentos", relató. El proyecto, que combina biología computacional, ingeniería de proteínas y que buscar solucionar un problema que afecta al ganado con pérdidas millonarias para el país, podría posicionar a Uruguay como exportador de una vacuna única en su tipo.

"El país podría pasar de exportar carne a exportar biotecnología. Si todo sale bien, esta vacuna podría servir no solo a nivel regional sino global", agregó Batthyány, quien destacó el trabajo conjunto con el Ministerio de Ganadería y el sector privado.

Por su parte, Garrido señaló que los proyectos biotecnológicos uruguayos deben aprovechar el momento actual para captar el interés de inversores internacionales. "Levantar capital no es solo una moda. Si hay interés, hay que saber capitalizarlo en el momento justo, porque los ciclos cambian rápido", cerró.

* Imagen principal / Carlos Batthyány, Juan Martín Garrido y Santiago Caniggia. Foto: Leonardo Mainé.