En los últimos meses, Sam Altman, CEO de OpenAI, cerró una serie de acuerdos multimillonarios con algunas de las principales empresas tecnológicas del mundo. Entre ellas están Oracle, Nvidia, Microsoft, AMD, Broadcom y, más recientemente, Amazon. Altman se comprometió a invertir US$ 1,4 billones en centros de datos en los próximos años. Es una cifra impactante para una compañía que asegura que este año tendrá ingresos por US$ 20.000 millones. La magnitud de esa inversión dispara una pregunta que atraviesa al sector tecnológico, hoy condicionado por los movimientos de OpenAI: ¿qué pasará si no puede pagar?
Durante un evento esta semana, la directora financiera de OpenAI, Sarah Friar, insinuó que el gobierno podría respaldar los compromisos financieros de la empresa. Más tarde aclaró sus dichos. Por su parte, Altman escribió una larga publicación en X donde se refirió a las consecuencias de una eventual caída de los acuerdos que firmó la compañía.
"Si cometemos un error y no podemos solucionarlo, deberíamos fracasar, y otras empresas seguirán haciendo un buen trabajo y atendiendo a sus clientes", afirmó Altman. "...Por supuesto, podríamos estar equivocados, y el mercado, no el gobierno, se encargará de ello si lo estamos", señaló.
El panorama no es alentador. Para cumplir con sus compromisos en capacidad de computación, OpenAI debería alcanzar ingresos por US$ 577.000 millones en 2029. Esa cifra se asemeja a lo que se espera que facture Google ese mismo año, según escribió Tomasz Tunguz, socio general de Theory Ventures, en una publicación reciente en su blog. El salto sería de alrededor del 2900% respecto de las proyecciones actuales para 2025. "Son cifras desorbitadas", le dijo a Forbes.

Sin embargo, OpenAI tiene alternativas. Un escenario posible es que la empresa pague y utilice solo una parte de la capacidad de cómputo que contrató, según explicó Gil Luria, analista de DA Davidson. En ese caso, compañías como Oracle, Amazon, Microsoft, CoreWeave y otras probablemente renegociarán los contratos para asegurarse al menos una parte del negocio con OpenAI, sobre todo si la otra opción es no obtener nada. "No quieren que OpenAI quiebre, así que su incentivo es renegociar", declaró también a Forbes.
"Está asumiendo todo este compromiso sabiendo que no va a afrontar ninguna consecuencia real porque no tiene ningún interés financiero", dijo Ofer Eldar, profesor de gobierno corporativo en la Facultad de Derecho de la UC Berkeley.
La renegociación de contratos es común en el sector de los centros de datos. Son acuerdos extremadamente complejos que suelen extenderse durante varios años, y en algunos casos, las partes pueden ampliar los plazos si las empresas no cumplen con lo pactado.
Clientes como OpenAI muchas veces facturan según el uso. Las cifras que se difunden suelen ser mayores a las que realmente se comprometen por contrato, sobre todo por variables como el precio de las acciones, el costo de construcción de los centros de datos y el valor de las GPU, según explicó Daniel Golding, especialista en infraestructura de datos.

Por ejemplo, OpenAI se comprometió a comprar hasta 6 GW en chips de AMD, con un valor estimado en US$ 90.000 millones, a cambio de alrededor del 10% de las acciones de AMD. No hubo intercambio de dinero entre las partes. Sin embargo, ese acuerdo depende de que se cumplan ciertos hitos vinculados tanto al rendimiento de la tecnología como al desarrollo del negocio comercial de OpenAI, además del precio de las acciones de AMD.
Los contratos suelen incluir condiciones importantes. Por las limitaciones en el suministro eléctrico y la disponibilidad de chips, algunos proveedores de infraestructura podrían no cumplir con los plazos de entrega. Eso abre una puerta para que OpenAI evite pagar parte del monto total. Por ejemplo, los contratos con CoreWeave, por un valor de US$ 22.400 millones, pueden rescindirse en cualquier momento "por causa justificada", una figura legal que contempla, entre otros motivos, los retrasos.

Pero incluso con cerca de US$ 1 billón en juego, para Altman el mayor riesgo no está en el costo, sino en quedarse sin acceso suficiente a capacidad de cómputo a un precio razonable cuando llegue el momento de entrenar y ejecutar modelos de IA más avanzados. Ese acceso será clave para que los ingresos puedan crecer. "Creemos que el riesgo para OpenAI de no contar con suficiente potencia de cómputo es más significativo y probable que el riesgo de tener demasiada", sostuvo. También mencionó que la empresa analiza vender capacidad de cómputo directamente a otras compañías, como ya hace CoreWeave.
Consultado por este tema, el vocero de OpenAI, Steve Sharpe, respondió que la empresa "no tiene nada que agregar".
Sin nada que perder, Altman no tiene nada que perder.
Sin riesgos personales en juego, Altman se mueve sin nada que perder. Su obsesión por asegurarse la mayor capacidad de cómputo posible no sorprende. Siempre defendió con firmeza lo que llama las leyes de escalabilidad. A comienzos de este año, reflexionó sobre la llegada de la IAG (Inteligencia Artificial General), el objetivo central de OpenAI: desarrollar una IA que iguale o supere las capacidades humanas.
"La inteligencia de un modelo de IA es aproximadamente igual al logaritmo de los recursos utilizados para entrenarlo y ejecutarlo", escribió. También afirmó que se podrían obtener "ganancias continuas y predecibles" al invertir dinero en esos recursos. "Las leyes de escalabilidad que predicen esto son precisas en muchos órdenes de magnitud", agregó.

Incluso antes del lanzamiento de ChatGPT, Altman les dijo a los empleados de su empresa de criptomonedas e identidad, Worldcoin (ahora llamada World), que uno de sus principios de trabajo era "escalarlo y ver qué pasa". Según Forbes, esa lógica le había funcionado con todo tipo de tecnologías, desde grandes redes neuronales hasta reactores de fusión. Y cuanto más rápido, mejor. Escalar "antes de lo que tiene sentido... es sumamente valioso", les aseguró a los empleados de Worldcoin.
"El cálculo mental que hace el señor Altman es: 'ellos me necesitan más de lo que yo los necesito'", dijo Gil Luria, analista de DA Davidson.
Los expertos señalan que Altman, el principal negociador de OpenAI, no tiene nada que perder. Dijo en varias ocasiones que no posee participación en la empresa, y que tampoco la tendrá incluso después de que OpenAI se transforme en una corporación de beneficio público. "En cierto modo, tiene la ventaja en términos de influencia si todo sale bien", opinó Ofer Eldar, profesor de gobierno corporativo en la Facultad de Derecho de la UC Berkeley. "Está asumiendo todo este compromiso sabiendo que no enfrentará ninguna consecuencia, ya que no tiene intereses financieros", sostuvo.
Esa situación no representa una buena práctica de gobernanza, según Jo-Ellen Pozner, profesora de administración y emprendimiento en la Escuela de Negocios Leavey de la Universidad de Santa Clara. "Permitimos que líderes que consideramos sumamente innovadores actúen de forma idiosincrásica, y cuando las cosas se tuercen y alguien tiene que pagar las consecuencias, no está claro quiénes serán los responsables", sostuvo.

Luria lo resumió así: "Puede comprometerse con la cantidad que quiera. Puede comprometerse con un billón de dólares, diez billones, cien billones de dólares. Da igual. O lo usa, o lo renegocia, o se retira". Por supuesto, hay otros riesgos indirectos para Altman, como el impacto en su reputación si los acuerdos fracasan. Pero, en teoría, saldría sin mayores consecuencias, según los especialistas.
A medida que OpenAI fue ganando protagonismo, los gigantes tecnológicos se apuraron a cerrar acuerdos con esta empresa de inteligencia artificial. "Cada vez más compañías quieren trabajar con nosotros, por lo que las negociaciones son más rápidas", dijo Altman recientemente.
Y los resultados se notaron: Oracle, Nvidia, AMD y Broadcom aumentaron su capitalización bursátil en conjunto en US$ 636.000 millones durante los días en que se anunciaron sus respectivos acuerdos con OpenAI. Más cerca en el tiempo, cuando el lunes se comunicó un nuevo convenio de infraestructura de IA con Amazon por US$ 38.000 millones, las acciones de la empresa subieron un 4%, lo que sumó US$ 10.000 millones al patrimonio neto de Jeff Bezos. "El cálculo que hace Altman es: 'me necesitan más de lo que yo los necesito'", afirmó Luria.
Las empresas que participan en estos acuerdos circulares ya mostraron su disposición a respaldarse entre sí. En septiembre, Nvidia anunció que comprará hasta US$ 6.300 millones en capacidad de cómputo no vendida de CoreWeave hasta 2032. Es probable que ese acuerdo se amplíe para incluir recursos que OpenAI no utilice, ya que es el principal cliente de CoreWeave.
"Si le debés cien mil dólares al banco, el banco te posee. Si le debés cien millones de dólares, vos sos el dueño del banco", dijo Lloyd Walmsley, analista de Mizuho que sigue de cerca a Meta, Google y Amazon. "Todos se están dando la mano y confían ciegamente en el enorme poder de estos productos", expresó.

Los mejores y peores escenarios
También es posible que OpenAI termine utilizando toda la capacidad de cómputo contratada y necesite aún más. En ese caso, la empresa tendrá que conseguir nuevos fondos, ya sea en el mercado privado o en el público, y multiplicar sus ingresos de forma exponencial. Una de las razones por las que Altman habló de una posible salida a bolsa es que eso facilitaría el acceso a financiamiento más barato. El jueves, aseguró que confía en que los ingresos seguirán creciendo, sobre todo por el desarrollo de nuevos productos para empresas y por categorías como la robótica y los dispositivos de consumo.
Ahora bien, pensemos en el escenario más extremo. ¿Qué pasaría si OpenAI se declara en bancarrota? ¿Quién recuperaría su dinero primero? ¿Quién, como planteó Sam Altman, sería el más perjudicado? Lo más probable es que alguna empresa con gran liquidez —quizás una de las que ya tiene contratos importantes con OpenAI, como Microsoft u Oracle— la compre por un monto mucho menor. En el caso, poco probable, de que OpenAI se declare en quiebra y sea liquidada, los primeros en cobrar serían los acreedores. Después, los fondos de inversión y, si quedara algo, los accionistas comunes.
Hasta ahora, OpenAI solo anunció una operación de deuda: una línea de crédito por US$ 4.000 millones con nueve bancos, entre ellos JPMorgan, Citi, Goldman Sachs y Morgan Stanley. El préstamo se comunicó en octubre de 2024 y fue presentado como una línea de crédito renovable, algo parecido a una tarjeta corporativa con un límite muy alto. Como se trata de una empresa privada, no está obligada a informar si tiene otras deudas, por lo que ese dato se desconoce.
"Si le debés al banco cien mil dólares, el banco te posee. Si le debés al banco cien millones de dólares, vos sos el dueño del banco", dijo Lloyd Walmsley, analista de Mizuho que sigue de cerca a Meta, Google y Amazon.
Microsoft es el principal accionista de OpenAI, con el 27% de la compañía tras la reestructuración como empresa con fines de lucro realizada la semana pasada. Ya invirtió US$ 11.600 millones de los US$ 13.000 millones comprometidos. Además, OpenAI se comprometió a adquirir servicios de computación en la nube de Microsoft Azure por US$ 250.000 millones en los próximos años.

Ambas compañías acordaron compartir los ingresos. "De las consecuencias que se desencadenarán cuando OpenAI no pueda pagar a todos, y surja la pregunta de quién cobra primero, yo diría que Microsoft debería cobrar primero", señaló Luria. Entre los otros accionistas relevantes figuran Thrive, SoftBank, Dragoneer y los inversores que participaron en la fusión por US$ 6.000 millones entre io —la compañía de Jony Ive— y OpenAI.
Los accionistas comunes —empleados, cofundadores y la organización sin fines de lucro— recibirían lo que quede, proporcionalmente al precio que pagaron por sus acciones. La organización sin fines de lucro de OpenAI posee una acción común especial de "Clase N", que le da la mayoría de los votos y poder de veto en la elección del consejo de administración. Sin embargo, esa acción no le otorga ningún retorno financiero en caso de quiebra. Es probable que el 26% que posee también incluya acciones comunes ordinarias.
Las jugadas de Altman son, cuanto menos, sorprendentes. Muchos de los pagos más grandes vencen dentro de algunos años. En el mundo de la inteligencia artificial, ese margen puede ser suficiente para encontrar una manera de financiar todo: ya sea levantando nuevos fondos o con un crecimiento explosivo de los ingresos. Por ahora, nadie tiene la respuesta. Ni siquiera él.
Nota publicada por Forbes US