Su sueño americano arranca en 1981, cuando, tras terminar sus estudios secundarios en el colegio La Dolorosa en Quito, viaja a Kansas, EE.UU. para un intercambio estudiantil por un año. Hablaba muy poco inglés, por lo que al principio tenía que hacerse entender por señas, recuerda entre risas. Durante ese tiempo, el programa le permitió trabajar por 20 horas semanales como vendedora en una joyería de artesanías. Tras esta experiencia le quedó atravesado el bichito de volver.
A su regreso a Ecuador, sabía que, para cumplir esa meta, tenía que dominar el idioma inglés. En la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE) obtuvo un diplomado, como segunda lengua y, a la vez, se tituló en Sociología y Ciencias Políticas. Su vida laboral fue muy activa durante los años posteriores. En 1984 trabajó como profesora de idiomas en un colegio de Quito, luego en Comunicación, Marketing, en radio y televisión.
A principios de los años noventa, decidió pasar unas vacaciones en Hawái. Ahí conoció al que más tarde sería su esposo. Fue un amor a primera vista. Mantuvieron contacto por correspondencia por alrededor de un año, luego de eso, ella regresó a Hawái y él, marino de profesión estadounidense, le propuso matrimonio. Se casaron en 1996. Romero viajó a su nueva vida, a O'ahu, con dos maletas y una caja llena de sueños, a empezar de cero. Consiguió trabajo casi inmediatamente en Bank of America en el área de tele mercadeo de servicios financieros.
Concibió a su primera hija. Dos años y medio después, en 1999, su esposo se jubiló y la familia se mudó a Denver. “Al año, colapsó la economía ecuatoriana y perdí todos mis fondos de inversión, mis ahorros. Viví una pesadilla. Tuve que conseguir un trabajo full time para poder sobrevivir, ya que con los recursos de la jubilación de mi esposo no nos alcanzaba”.
Para entonces, ya había nacido su segundo hijo. Sus padres, que también perdieron los ahorros en Ecuador, se mudaron con ellos para darle soporte mientras ella trabajaba en Western Union, como asistente de mercadotecnia de los envíos de dinero a México. Un año después, le propusieron mudarse a Florida como gerente regional, la oferta era muy tentadora, tanto, que le dijo a su esposo 'me voy con o sin ti'. Al poco tiempo se divorciaron.
Lo que sí mantuvo fue el apellido americano: Turner. Así se la conoce en el mundo empresarial en Estados Unidos. En 2007 fue nombrada Country Manager para República Dominicana, Cuba y Bermudas. “Cuba fue extremadamente difícil por las relaciones diplomáticas y comerciales, un negocio con grandes altibajos. El 50 % del dinero en República Dominicana llegaba de EE.UU., por lo que la mitad de mi tiempo me pasaba viajando”. En 2009 asumió como Country Director Hispanic Caribbean and Central Dutch & French Caribbean. Bajo su responsabilidad estaban más de 1.000 localidades y un mercado que superaba los US$ 3,5 billones.
Su carrera en Western Union concluyó en 2012, porque la plaza de la que se encargaba se suspendió. Los siguientes tres años fueron duros, de inestabilidad laboral, sus padres habían regresado a Ecuador. Ella estaba sola con sus hijos. “En una ocasión, del colegio de mis hijos me dijeron que si me atrasaba una vez más a recogerles me reportarían, casi muero. Fue una época durísima, pero a la vez me reforzó más como persona. Gracias a Dios tengo una cultura de ahorro, siempre guardaba el 25 % de mi sueldo, eso me ayudó a pasar las épocas flacas”.
En 2017, recibió una llamada de Honeywell, una multinacional que produce una variedad de productos de consumo, servicios de ingeniería y sistemas aeroespaciales, que se mueve en un mercado de US$ 4,5 billones. Este reto profesional le significaba nuevamente hacer maletas y mudarse a Houston, Texas. Sus hijos estaban ya en la Universidad.
“Me entrevisté con siete personas, cinco días después me llamaron y me dijeron 'tenemos buenas y malas noticias; la buena es que todos queremos que trabajes con nosotros; la mala es que no tenemos una posición para ti'. Me pidieron un voto de confianza y una semana para darme una respuesta. En ocho días me crearon el puesto, entré como líder para América de un área de negocio que tenía que ver con conectividad de punta para el aprendizaje para los trabajadores”.
Turner, que acaba de cumplir 59 años, maneja el desarrollo del negocio en seguridad industrial, trabaja directamente con 24 account managers y directores de venta de todos los países latinoamericanos, incluido Ecuador. “A nosotros nos dan una cuota que tenemos que cumplir al año. Tengo que vender tantos millones (la cifra es confidencial) y cada trimestre miden mi rendimiento, el año pasado terminé 125 % sobre la cuota. Viajo constantemente. En Ecuador tenemos como clientes a Petroamazonas, Petroecuador, distribuidoras de gas. Ofrecemos software y/o hardware. A la refinería de Esmeraldas le vendimos todo un sistema, operadores de simulaciones para que los trabajadores aprendan a manejar la refinería y la plataforma de cyber seguridad. Con los hackeos que hubo recientemente, en la refinería, por ejemplo, no pasó nada”.
Esta ejecutiva, que camina de cinco a ocho kilómetros, tres días a la semana, mientras escucha música latina. Reconoce que las grandes empresas de sectores tradicionalmente dominados por hombres, como la energía, el petróleo, el gas y la tecnología, están experimentando cambios en sus estructuras organizativas, pero no al nivel esperado.
Turner lidera la red de empleados hispanos de la empresa, donde son unos 1.600 de entre 10.000 trabajadores. Se enfoca en resaltar y demostrar que las mujeres tienen igual o mejor calidad y cualidades intelectuales que los hombres. Es una lucha constante, que está ligada a un compromiso que deben asumir los altos ejecutivos para conseguirlo. “Mi reto es lograr que estos cambios sean más rápidos y notorios. En estos 27 años de lucha constante, la vida me enseñó que hay que tener un balance. Los fines de semana mi celular de trabajo se queda en el velador y no lo veo hasta el domingo en la noche”. (I)