Fue a sus 10 años de edad cuando Pablo Guerrero supo que quería ser piloto. En un viaje desde su ciudad natal, Quito, hacia Guayaquil, el joven Pablo se asombró con la posibilidad de que un objeto tan pesado podía volar y acercar a las personas a diversos lugares. Por su curiosidad, y querer saber cómo funcionaban estas máquinas, desde esa edad se empezó a interesar en el tema y decidió, que cuando creciera, entraría a la Fuerza Aérea del Ecuador.
Al graduarse del colegio, Guerrero entró a la Academia de la Fuerza Aérea, con base en Salinas. Ese año, de más de 10.000 aplicantes, quedaron 64 seleccionados, entre ellos, Guerrero. Esta experiencia tuvo una duración de cuatro años.
Durante su tiempo en la Academia pudo hacer su primer vuelo en una avioneta Cessna 150. Culminados los dos primeros años tuvo la 'prueba de fuego', pilotear el Beechcraft t-34, luego de eso se graduó como piloto de combate. 32 estudiantes culminaron el entrenamiento, entre ellos, Guerrero.
Luego de su paso por la Academia fue a vivir un año a Estados Unidos. “Ahí me enamoré de ese país, me entró la inquietud y el deseo de algún día ir a vivir para allá. Me impresionó la seguridad, la libertad con que uno se sentía”, recuerda Guerrero, mientras conversa con Forbes Ecuador está en su habitación de hotel en Seúl, Corea del Sur, cuando el reloj marcaba las dos de la mañana.
“Luego del tiempo en Norteamérica, fui asignado como piloto de combate en Manta, ahí estuve dos años, donde piloteé el BAC Strikemaster”, continúa Guerrero. Pasado su tiempo en Manta, volvió a su natal, Quito, para comandar vuelos humanitarios y de acción cívica hacia el Oriente. “Llevábamos provisiones y transportábamos a los nativos de las zonas más alejadas, que no tenían contacto o acceso a las ciudades grandes. En ese tiempo me tocó pilotear el Twin Otter, que tiene una capacidad de 30 pasajeros aproximadamente”.
Aquellos vuelos humanitarios partían desde pueblos del Oriente como Shell o Macas, y aterrizaban en pistas artesanales, en medio de tierra o pastizales. Los vuelos eran diarios. Ahí estuvo Guerrero tres años, para luego ser designado piloto del Escuadrón Presidencial. “Me tocó, entre 2005 y 2010, trabajar con el avión presidencial Avro 001. Estuve en los gobiernos de Lucio Gutiérrez, Alfredo Palacio y Rafael Correa”, afirma el piloto. Fue en 2010, tras 10 años de servicio en la Fuerza Aérea, cuando le llamó la atención el ser piloto comercial.
Se le presentó la oportunidad en AeroGal. “Yo siempre quise ir un poco más allá, además estaba el 'bicho' de algún día emigrar a Estados Unidos, y ser piloto comercial era una buena forma de lograrlo”, destaca. Así, entre 2010 y 2013 piloteó un Boeing 737-200 de la aerolínea ecuatoriana. “Fue increíble y maravilloso empezar a recorrer tantos lugares y tener en mis manos un avión distinto a los que estaba acostumbrado”, señala Guerrero, recordando sus años en AeroGal (que luego pasó a ser Avianca. Luego le tocó pilotear un Airbus 320.
Apenas tuvo su estatus legal para migrar a Estados Unidos buscó trabajo. La empresa que le abrió las puertas fue ExpressJet Airlines, y entonces Guerrero se mudó a Florida, pero tuvo su entrenamiento en Newark, Nueva Jersey, por un par de meses. “La adaptación no fue fácil, el inglés era muy avanzado y los sistemas dentro de los aviones muy distintos a lo que había comandado antes”, confiesa Guerrero.
Pasaron cuatro años hasta que pudo cumplir su sueño: trabajar en Atlas Air. Gracias a esta empresa aérea de carga internacional, pudo aprender a pilotear el avión de carga más grande y largo del mundo, el Boeing 747, en las tres categorías que tiene. Puede transportar hasta 1 millón de libras en su interior. Es el avión que se utiliza para transportar partes de aviones Boeing más pequeños.
Hasta hoy Pablo Guerrero se ha mantenido trabajando para Atlas Air, aerolínea de la cual se convirtió en capitán en enero de 2024. Hoy está ganando cerca de US$ 300.000 al año.
Vive en Florida, con su esposa y su hija; trabaja aproximadamente dos semanas al mes. Vive cerca de la base de Miami entonces desde ahí se desplaza a las grandes zonas del mundo. “Me encanta viajar a España, Dubái, Sudamérica, y cada vez conocer más lugares”, revela el quiteño Guerrero hacia el final de la entrevista.
Por último, se atreve a mandarle un mensaje a los jóvenes y que persigan sus sueños. “Todo puede cambiar en un parpadeo, lo aprendemos a diario: que hay que vivir y disfrutar el presente, que el tiempo no es eterno y que todos tenemos luchas internas. Ser amables es transformador, recuerden que no todo está bajo nuestro control y que perdonar es un regalo. Ser feliz es una elección diaria y vivir en gratitud nos regala la fortuna de sentir. Hay que ser grato con lo que uno tiene y con quién va a llegar a ser en unos años, porque hay que perseguir los sueños que uno tiene. ¿Dónde me veo en 10 ó 20 años? Trabaja para que esa sea la persona en que te convertirás”, cierra Guerrero, para luego bajar al gimnasio del hotel en Seúl, a las tres de la mañana. (I)