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Fernando Bravo y sus mascotas Quito - Ecuador
Lifestyle
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Para Fernando Bravo, sus mascotas son el bálsamo cuando llega de regreso a casa de su intenso trabajo agrícola. Siempre ha sido amante de los animales, pero puertas afuera. Hoy tres pequeños alborotan las reglas del hogar.

22 Abril de 2022 23.41

Fernando Bravo, ingeniero eléctrico de profesión, que por cosas del destino se volvió agricultor, tenía 30 años cuando empezó a trabajar en la hacienda de propiedad de su familia ubicada en la vía Quinindé, en Esmeraldas. Así nació Tropical Garden, una plantación de flores tropicales: Helicornias, Flor murciélago, Ixora Coccinea y Ave de Paraíso. Todas las semanas exporta su cargamento de bouquets con follaje a Holanda y desde ese país se distribuyen a Francia, Alemania y Hong Kong. Pasa cuatro días de la semana en la hacienda, cuando regresa, los viernes en la tarde, sus perros son los primeros en recibirlo. Apenas oyen el motor del carro, empiezan a ladrar de la emoción. Baloo es el más tranquilo, Bonnie la más cariñosa y Niki, una chiflada.

“Baloo llegó a nuestra casa hace 12 años, mis hijas Francisca e Isabela nos pedían un conejo, pero Andrea, mi esposa, dijo que esperemos a tener una casa, porque en esa época vivíamos en un departamento. Apenas nos cambiamos, justo la mascota de una amiga tuvo una camada de Schnauzer, entonces les dijimos a las niñas que tendríamos un cachorro, siempre y cuando ellas se encargaran, no solo de su cuidado, sino también de pagar algo. Entonces, con sus ahorros, costearon las primeras vacunas. Desde ese momento Baloo se volvió en mi hijo varón. 

“Mi hija Francisca le puso el nombre porque amaba la película 'El libro de la selva' y el oso de ese nombre era su personaje favorito. Él es muy cariñoso con todos nosotros, especialmente con Francisca tienen un nexo especial. Es muy defensor de mis hijas, pero conoce sus límites y los respeta. Cuando mi hija viene de vacaciones -porque estudia en el exterior- no hay quién les separe, hasta duermen juntos.

Fernando Bravo y sus mascotas Quito - Ecuador
Fernando Bravo y sus mascotas. Foto: Pavel Calahorrano

“Su tranquilidad se acabó cuando llegó Niki, una Pinscher miniatura, ella sí es una loca en todo sentido. Hay ratos que nos pone los pelos de punta a todos. Andrea le mima mucho, ella es la primera que tiene que comer, hay que mezclarle las bolitas con agua o leche, come una por una, con paciencia toca esperarle. Niki es una atrevida, se sube a nuestra cama y hay veces que duerme con nosotros. Es histérica y muy territorial.

“Yo dije 'no más animales', pero solo fue un decir. Poco tiempo después, mi hija Isabela apareció con una gatita recogida y luego llego Bonnie, otra Schnauzer. En un principio era para un trabajador de la hacienda, mientras íbamos por la carretera se sentó en mis piernas, no se despegó ni un momento de mi lado, durmió conmigo en la cama. La idea era entregarle al trabajador en la mañana, pero no sé qué me pasó, la traje de regreso a Quito y le pedí a mi esposa que se quede con nosotros una semana. Ocho días se convirtieron en dos años. Isabela es la encargada de darles de comer, solo los fines de semana cuando farrea le ayudo. Bonnie es la más cariñosa conmigo, seguro porque siente que es parte de la familia gracias a mí, solo le falta hablar.

“Estos tres perros, cada uno con su carácter, nos robaron el corazón, antes venían mucho conmigo a la hacienda, pero como ahí el clima es caliente y húmedo, con mucha vegetación, se les pegan los amores secos en todo el pelo y eso les causa molestia. Vienen de vacaciones con la familia.

“Es muy triste ver cómo abandonan a los animales en las carreteras del país, lo veo todas las semanas, abren la puerta del carro, los botan y siguen su camino sin inmutarse, eso es tristísimo. Pienso que, si deseas tener una mascota, debes estar seguro de asumir la responsabilidad. Son familia, leales y cariñosos”. (I)

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