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La habitación de al lado. Foto: Difusión
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Qué ver: La habitación de al lado, Almodóvar en clave de Hollywood

Matías Castro

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El director manchego filma por primera vez con un elenco estadounidense, aunque mantiene sus reglas en una historia contenida sobre el fin de una amistad

16 Mayo de 2025 08.33

Hollywood y sus millones, fama y glamour. Nada que precise Pedro Alomdóvar con la carrera que tiene a sus espaldas. El salto a la industria estadounidense suele ser considerado como una de las grandes metas a conseguir por muchos cineastas, actores y actrices. Estados Unidos aparece como una suerte de meca audiovisual repleta de posibilidades, recursos económicos, facilidades y celebridad. Para el cineasta español no ha sido así y recién hizo su primer largometraje con estadounidenses, La habitación de al lado, que se estrenó en Netflix.

Una historia de tres

Ante el elenco de esta película se producen exclamaciones de asombro: Tilda Swinton, Julianne Moore y John Turturro. Ante la historia que cuenta cabría preguntarse si no podría ser filmada en cualquier parte con otros actores. De hecho sería perfectamente realizable en Uruguay con un presupuesto más que razonable. 

Trata sobre el reencuentro entre Ingrid (Julianne Moore), una escritora de éxito, y su amiga y ex colega periodista Martha (Swinton). Ella está en la etapa terminal de una enfermedad y se vuelve a acercar a Ingrid, después de un tiempo en que no se han visto. Tras ponerse al día con sus historias de vida y presentes, Martha deja el hospital y regresa a su casa para resolver cómo enfrenta lo que le queda de vida. En esta resolución, Ingrid es una pieza fundamental y quedará ante un planteo ético complejo sostenido por el lazo con su amiga. 

En este proceso aparece Damian (John Turturro), otro escritor que en distintos momentos fue amante de ambas. Es un elemento en común entre ellas, una suerte de anécdota del pasado que, al hacerse presente en esta historia, cobra un rol importante. A pesar de esta figura masculina, es una película de amigas. Podría ser sobre la escritura, sobre los egos, o las rupturas familiares (Martha vivió una historia complicada con el padre de su hija) o los amores pasados. Sin embargo, todo eso es depurado en un guion que va a lo que realmente importa: la amistad. Sin grandilocuencia y con una sencillez que habla mucho sobre ese vínculo.

La habitación de al lado. Foto: Difusión
La habitación de al lado. Foto: Difusión

Una amistad de dos

La amistad es un gran tema para el cine. Los espíritus de la isla, nominada al Oscar y protagonizada por Colin Farrell, es un reciente ejemplo sobre el aspecto trágico fin de una amistad, tratado con una pátina de humor negro. Akira, el influyente anime de Katsuhiro Otomo, basado en su propio manga, es la historia del final de una amistad de dos jóvenes, disfrazada de una historia de acción y ciencia ficción. Cuenta conmigo, basada en un cuento largo de Stephen King, tenía eso como tema y corazón de su trama, al igual que E.T. Thelma y Louise, El verano de Kikujiro y Los Goonies. La amistad puede atravesar desde el drama hasta la aventura y darle alma a una historia como pocos elementos dramáticos. 

En Uruguay, un gran ejemplo reciente es Abrazame fuerte, de Leticia Jorge y Ana Guevara. Delicada y con toques fantásticos, trata sobre el duelo de tres amigas alrededor de una cuarta que acaba de fallecer. Reviendo este caso y algunos aspectos de las demás citadas (E.T. se va de la Tierra, Thelma y Louise mueren, Los espíritus de la isla empieza cuando un hombre decide dejar de ser amigo de otro y así continúan los casos), parecería que uno de los aspectos claves de la amistad cinematográfica está en su final.

Y esos finales cinematográficos, por lo general, implican mirar hacia atrás y revalorizar algo o alguien. 

En la película de Almodóvar, uno de los grandes aciertos está en la elección de sus actrices. Estentóreas, llamativas y hasta excéntricas en otras circunstancias, aquí Julianne Moore y Tilda Swinton muestran una complicidad enorme y ajustada a las necesidades de la trama. Acompañan el tono melancólico y pausado de la narración, en la que no hay grandes sobresaltos ni golpes bajos (una tentación evidente si se trata de una historia con una enferma en fase terminal). Turturro se presenta también en un registro discreto y ajustado al tiempo que le toca estar presente en la trama. 

Los grandes actores no necesitan gritar, exclamar ni marcar su presencia de forma exagerada para que se note el nivel de su trabajo, dicen algunos críticos. El crítico Guillermo Zapiola aseguraba que no existen los buenos o malos actores, lo que sí hay son buenos o malos directores de actores. Almodóvar parece ser de los que sabe negociar con ellos y adaptarlos al tono de su forma de narrar. 

Dirección de uno

Para tratarse de la primera película que Almodóvar filma con Estados Unidos su opción es poco estadounidense. Él mismo escribió el guion y resolvió limpiar la trama de la novela que le sirve de base para concentrarse en los diálogos de estas dos amigas, la forma en que se relatan sus vidas pasadas y la manera en que ambas encaran el final inevitable del cáncer terminal. 

Alissa Wilkinson, del New York Times, destacaba que esta película trata sobre por qué vale la pena desprenderse de esta vida. Es un asunto del que las protagonistas hablan. Y a la inversa de lo que podría pasar, Almodóvar no busca la controversia ni el alegato, sino el retrato vital. Aunque se trate del período final de una vida y, por lo tanto, de la amistad, hay vitalidad en sus personajes. 

El sueño de filmar en Hollywood no parece haber sido el de Almodóvar. Tuvo la oportunidad y lo hizo, del mismo modo que su coterráneo, Alex de la Iglesia ha hecho toda su filmografía en España excepto por dos películas (Los crímenes de Oxford y Perdita Durango). La identidad y el prestigio, en ambos casos, se construyeron y se han sostenido sin necesidad de la industria estadounidense. No requieren de eso para ser alguien en el mundo del cine. 

Los también españoles Juan Antonio Bayona y Alejandro Amenábar eligieron caminos distintos, apuntando a Estados Unidos casi desde el inicio de sus carreras. A pesar de sus nombres y del éxito de sus películas, han logrado mucha menos personalidad. De la Iglesia y Almodóvar lograron su estilo, su sello y su continuidad filmando desde España (La habitación de al lado tiene muchas escenas filmadas en España, aunque finja que suceden en Estados Unidos). Más que tratarse de una cuestión de patriotismo, también es un asunto de las oportunidades que tuvieron estos realizadores en un país con una industria importante, aunque con sus problemas y, por lógica, no tan grande como la de Hollywood. De todos modos sus trayectorias, en ese sentido, son una muestra de su ética y de cómo se construyen cinematografías inequívocamente asociadas al talento de un país. 

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