Erika Salazar tiene 35 años, vive en Houston, es primera oficial en United Airlines y pilotea un Boeing 737, un avión que transporta entre 85 y 200 personas. Su oficina es una cabina que se eleva sobre Centroamérica y Estados Unidos, con paradas ocasionales en Medellín, Bogotá o Quito. Su trabajo como copilota (o segunda al mando) consiste en analizar rutas, revisar condiciones meteorológicas, verificar el estado de la nave y coordinar con el capitán cada detalle del vuelo. "Ambos hacemos prácticamente lo mismo, la diferencia es que el capitán tiene la última palabra. Pero, todo es compartido, desde la ruta hasta el chequeo de los pasajeros".
Su horario no se parece al de nadie. Puede empezar a volar a las 23:00 o terminar a esa hora. Algunas semanas trabaja cuatro días seguidos y descansa siete. Otras veces, esta ecuatoriana alterna jornadas. Acumula entre 8.000 y 9.000 horas de vuelo, pero no lleva la cuenta con exactitud. Tampoco le preocupa. "Cada uno va construyendo un camino distinto. Algunos volaron mucho en poco tiempo. Yo fui instructora, después capitana en una aerolínea regional y esto no se trata de comparar" dice, con orgullo, al recordar su camino.
También te puede interesar: Así mira United Airlines a Ecuador: "el país tiene un buen mix"
Desde hace un año está en United Airlines, después de pasar por Mesa Airlines, una línea aérea que opera vuelos para la primera compañía. Ahí fue capitana durante cinco años, a cargo del Embraer 175, un avión para 76 pasajeros. "Me sentaba en el lado izquierdo, al mando. Sentía que todo por lo que había trabajado tenía sentido. Estaba donde siempre soñé".
Su historia no empezó en un aeropuerto. Comenzó con una mezcla de velocidad y adrenalina. A los 15 años, Salazar se dio la vuelta al Ecuador en un cuadrón. Fue la primera mujer en hacerlo y no una, sino cinco veces. "Siempre estuve metida en los deportes extremos. Corría motocross, rally, enduro. Me gusta la velocidad, el ruido y la sensación de libertad". Nació y creció en el Valle de Los Chillos, estudió en el colegio Dalcroze y vivió allí hasta los 19 años. Aprendió desde niña, gracias a su padre y a su hermano, que los caminos se recorren con decisión, aunque a veces sean cuesta arriba.
La aviación nunca estuvo en su entorno. "Nadie en mi familia, ni un amigo ni un vecino eran pilotos. Yo lo decidí sola, viendo las luces en las cabinas, las películas y los viajes con mi mamá". Después de un intento fallido por estudiar ingeniería civil, Salazar se inscribió en la escuela Ícaro, en Ecuador. Hizo las licencias de vuelo privado, comercial, instrumentos e incluso la de instructora. Cuando la institución cerró, emigró a Estados Unidos para continuar con su formación. A los 20 años ya enseñaba a volar Cessnas en Miami. "Era muy joven, no tenía idea cómo funcionaba, pero sabía que quería estar ahí".
United, de acuerdo con su reporte anual, tuvo ingresos sobre los US$ 57.000 millones el año pasado; América Latina generó aproximadamente US$ 5.400 millones, el 9,53 % de este rubro. Salazar llegó acá mediante un programa interno de transición y, al poco tiempo, logró su posición actual. "Cuando me dijeron que ya era parte, sentí que había cumplido mi objetivo. Ahora lo que toca es hacerlo bien, seguir avanzando y aprender cada día más".

Esta quiteña no se siente una excepción por ser mujer, ni mucho menos por su nacionalidad. "Nunca he sentido que me hayan puesto una traba. Al contrario, siempre me han admirado, me felicitan, se sorprenden". Se estima que, globalmente, el porcentaje de mujeres pilotos en aerolíneas comerciales es del 4 %, según Statista. The Guardian afirma que el promedio en Estados Unidos está entre el 5 % y el 8 %. Mucho menos de lo que sucede en la India, donde el porcentaje es más de 15 %. BBC publicó en 2018 que las compañías aéreas que tienen más mujeres en sus filas son estadounidenses, encabezando United.
Contenido relacionado: Vende millones en Dubái. ¡Así lo hizo esta machaleña!
Fuera de la cabina sigue siendo la misma que corría carreras a los quince. Practica deportes extremos, viaja y acaba de empezar a entrenarse para lanzarse en paracaídas. "No es que me guste el peligro, me gusta hacer cosas que me recuerden que estoy viva". También, quiere enseñar y volver a ser instructora. "Cuando explicas aprendes mucho más y desarrollas la empatía. Esas cosas sirven tanto en la cabina como en la vida".
No busca fórmulas, pero tiene claros los ingredientes de su trayectoria: pasión, disciplina y constancia. "Yo no sabía todo lo que significaba ser piloto. Solo tenía claro que me apasionaba, que quería hacerlo y me lo tomé en serio". Su consejo para jóvenes ecuatorianos que buscan el mismo camino: "que lo hagan con pasión, que vayan con ganas. No a sufrir, no a ver si funciona. Si uno quiere estar en una cabina, tiene que estar convencido". (I)