Nos unimos por una videollamada y vestía un traje de vuelo azul. El parche en su pecho lleva su nombre y el de su empresa: Zulu Aeronautics and Aviation Consulting. A la derecha luce la bandera de Estados Unidos, que la alterna con la de Ecuador. "Este traje es de una misión anterior porque fui piloto de pruebas de Gulfstream. Hoy, lo uso para mis vuelos", comenta con naturalidad.
Juan Fernando Salinas Fiallos tiene 45 años. Nació en Ambato, pero a los 15 días lo llevaron a Ancón, en Santa Elena, por el trabajo de su padre en Petroecuador. Permaneció ahí hasta los cinco años y luego volvió a su ciudad natal. Estudió en el Liceo Juan Montalvo y en el Colegio Bolívar. Después se trasladó a Quito y se graduó en el Colegio de la Fuerza Aérea.
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Apenas cumplió la mayoría de edad, el 30 de agosto de 1998, salió del país con US$ 600 en el bolsillo. Llegó a Nueva York con la idea de aprender inglés y regresar. Nunca lo hizo, pasó cuatro años sin documentos, trabajando en diversas actividades, con las ganas de salir adelante. Salinas confiesa que, tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, decidió regresar a Ecuador para esperar su residencia.

Entre 2002 y 2004 trabajó en logística en una empresa exportadora de flores en Quito. "Me encargaba de entregar carga y coordinar con las aerolíneas. Era lo que me gustaba". Al mismo tiempo obtuvo su licencia de piloto privado, un gusto adquirido en las aulas de su colegio. Este ecuatoriano nunca tuvo miedo a comenzar desde cero e involucrarse en distintas áreas. En 2005 volvió a Estados Unidos con sus papeles y con las ganas de comenzar la universidad. "Ya tenía 25 años, mis amigos del colegio ya estaban culminando sus ingenierías y pensé que debía hacer lo mismo".
Se matriculó en la Embry-Riddle Aeronautical University, en Daytona Beach. Quería recuperar el tiempo y terminó la carrera de Ingeniería Aeroespacial en tres años y medio. Tomaba más créditos de lo normal y estudiaba en verano. Paralelamente, trabajaba en el laboratorio de simuladores de vuelo y en una empresa de publicidad. Se graduó en 2008, cuando la recesión golpeaba a Estados Unidos, envió aplicaciones y nadie lo contrataba. Así que aceptó una oferta de LAN Ecuador para ser subgerente de Operaciones de Vuelo. "Fue una escuela muy buena. A esa empresa le debo mucho de lo que aprendí".

Siguiendo su sueño aceptó una vacante en Boeing en 2011 y se mudó a Seattle. Allí trabajó ocho años en sistemas de piloto automático, navegación, propulsión, tren de aterrizaje e hidráulicos en las flotas 777, 787 y 747. Luego pasó al área de flight test, donde acompañaba los vuelos de prueba con tripulaciones. Más tarde fue enviado como embajador técnico a Asia, se instaló en Taiwán y viajaba a Singapur y Japón. "Era la cara de Boeing en la entrega de aviones a las aerolíneas. Enseñaba cómo operar estas naves".
En 2019 cerró esa etapa por las ganas de tener un negocio propio. Se trasladó a Florida y retomó un proyecto que había iniciado en 2013: Easy Flowers by You. La empresa nació como un retail en Miami y luego se expandió a Orlando. Involucró a su madre y a su hermano. Hoy, cuenta con 50 empleados y factura US$ 5,5 millones al año, con un crecimiento del 30 % en este 2025.

Es un emprendedor incansable. Su vida está llena de experiencias que demuestran que nunca ha tenido miedo al trabajo. Hace seis años se involucró con Piper Aircraft en el desarrollo de Emergency Autoland, un sistema que permite a un avión aterrizar solo en caso de que el piloto quede incapacitado. En 2020 se unió a Gulfstream Aerospace para pruebas del G700. Una hernia de espalda lo obligó a salir un año más tarde.
En ese momento adquirió un avión acrobático Extra 300 por US$ 350.000. Se entrenó con Patty Wagstaff, leyenda de la acrobacia aérea en Estados Unidos y empezó a presentarse en espectáculos locales. Luego sumó otros tres aviones, incluido un jet ligero, con una inversión estimada de US$ 1,2 millones. "Cuando me estreso, cojo mi avión y hago vuelos internos por Estados Unidos".

En paralelo construyó un simulador de Airbus A320 a escala 1:1. Primero lo instaló en su garaje y luego lo trasladó a un hangar en el aeropuerto de DeLand, Florida. Con ese proyecto nació Zulu Aeronautics and Aviation Consulting. La compañía tiene tres colaboradores y facturó US$ 80.000 el último año. "Entrenamos pilotos antes de entrevistas en aerolíneas. También hacemos acrobacias y rides. No la exploto mucho porque estoy enfocado en las flores", reconoce en medio de la entrevista.
Sin embargo, la historia cambió cuando conoció a Giovanna Ramírez, astronauta análoga colombiana, y a Alejandro Moya, un empresario mexicano creador de la US Air and Space Academy. El programa reúne a 1.500 niños cada año, en campamentos con aval de la NASA en Huntsville, Alabama. Salinas se sumó como instructor. "Ya participan niños de México y Colombia, ahora vendrán de Argentina y muy pronto de Ecuador". Esta actividad cambió sus metas y regresó a ver a las estrellas.
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El próximo paso es su viaje al espacio con Blue Origin. El lanzamiento está previsto para el segundo trimestre de 2026 desde Texas. La misión consiste en despegar en una cápsula de seis personas, cruzar la línea de Kármán a 100 kilómetros de altura, permanecer 15 minutos en microgravedad y descender en paracaídas. "No uso la palabra astronauta, pero seré el primer ecuatoriano en ir al espacio. Quiero inspirar a un país entero, que un niño de Ambato o de cualquier barrio diga: 'si él pudo, yo también'".
Salinas busca levantar un campus aeroespacial cerca de Cabo Cañaveral, con una inversión de US$ 135 millones. "Será un semillero de ingenieros y pilotos. Yo llegué sin inglés y sin dinero. No acepto la excusa del origen. Mi historia prueba que con disciplina todo se puede". (I)
