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Luz María Zambrano
Negocios
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Luz María Zambrano, para todos Mila, migró a Los Ángeles, EE.UU hace 10 años. Es la creadora y propietaria de Skin bar by Mila, un centro de estética especializado en piel: acné, pigmentación y envejecimiento. A finales de este año aspira abrir un segundo local y superar los US$ 300.000 en ventas.

17 Julio de 2023 20.16

Es quiteña, tiene 34 años, creció en Manta y hoy en día dirige un centro de estética en Los Ángeles que está en plena aceleración, luego de sortear una pandemia y otros obstáculos.

Luz María Zambrano cuenta que se radicó en el puerto manabita porque su papá trabajaba para una atunera. En 2009 regresó a su ciudad natal a los 18 años, para cursar sus estudios universitarios. En esa etapa de su vida fue decisiva: mientras cursaba su tercer año de Comunicaciones y Relaciones Públicas en la Universidad San Francisco de Quito, aplicó para un intership de un año en la Universidad de La Verne en Los Ángeles, EE.UU. Ese fue su primer contacto con una ciudad que, con el paso del tiempo, se convertiría en la sede de su negocio. Además, durante el internado en La Verne conoció a quien ahora es su esposo. 

Zambrano regresó a Quito y en 2011 se graduó con un minor en recursos humanos. Enseguida empezó su vida profesional como coordinadora de programas de intercambio estudiantiles en Education First (EF). “Un año después, mi novio vino a pasar las fiestas de Navidad y Año Nuevo en Quito. Una noche me pidió matrimonio, recuerdo que mi abuela me aconsejó que primero convivamos y así estar segura que quería pasar con él toda mi vida”. Siguiendo este consejo, en 2013 tomó sus dos maletas y se mudó a Los Ángeles, a empezar de cero.  “Fue una época muy difícil, nada de lo que había hecho en Ecuador me sirvió. Tuve que empezar de mesera, también fui hostess en algunos restaurantes”. En 2014, se le abrió una oportunidad en Banana Republic, una reconocida marca de ropa estadounidense. Llegó a manejar como Visual Manager la tienda más grande del sur de California. 

En 2015, un hecho marcó su vida profesional. Era sin duda, en ese momento, el día más importante de su vida: su matrimonio eclesiástico. Pero el maquillador no llegó. Esta experiencia marcó un antes y un después es su vida profesional.

 “Vivíamos el boom de los tutoriales en Youtube, me pasaba horas viendo programas de maquillaje y peinado. Descubrí que ese mundo me envolvía, por lo que me inscribí en un curso intensivo en Fancing Beuty Studios. Tiempo después este oficio se volvió mi sustento de vida”.

Las coincidencias de la vida no pasan por que sí. Una tarde Fernández se tomaba un café en Starbucks. La chica sentada al frente empezó a hablarle, cruzaron algunas palabras. Ella le comentó que ofrecía servicios de estilista y era la encargada de organizar el maquillaje, peinado y vestimenta para la grabación de un comercial de Wear Figs (una compañía de uniformes médicos). Ese momento los ojos de Zambrano se iluminaron. “Le mostré mi blog de Instagram, le gustó, me preguntó si disponía de tiempo, le dije que sí. Dos días después era parte del staff”.  

La producción era con doctores, dermatólogos y enfermeros. Esos días fueron para esta joven únicos y maravillosos, pero al mismo tiempo significaron un fuerte sacudón. 

“Entré en crisis, descubrí que el mundo de la estética me encantaba, pero yo siempre había estado segura de que para lograr el éxito debía trabajar en grandes corporaciones”.

Deprimida, confundida y hasta perdida profesionalmente me senté por varias noches a conversar con mi esposo. “Confieso que él me dio el empujón que necesitaba para lanzarme al río”. A finales de 2018 se graduó como Skin Care Expert, en Golden West College. El siguiente paso era abrir su propio local. Juntó US$ 35.000 de sus ahorros y en junio de 2019 todo estaba listo para empezar con limpiezas faciales, colocación de pestañas y depilaciones con azúcar. Para diciembre había atendido a unas 350 personas y facturó US$ 85.000. Con este panorama tan favorable decidió empezar el nuevo año en un local más grande y mejor ubicado, cerca de Long Beach. 

Una semana después de firmar el contrato de arrendamiento empezó la pesadilla. Llegó el Covid 19 y el mundo “se cerró” por varios meses. En California los negocios de belleza no se abrieron por casi un año.

“Me vi obligada a reinventarme para no desaparecer, tuve que dejar mi zona de confort y trabajar día y noche para reforzar mi presencia en redes sociales. Diseñé y abrí mi página web. Me volví la cara de mi marca. La conexión con mis clientes subió como espuma”.  De 1.500 seguidores su Instagram se disparó a 26.800. Esta experiencia le motivó a cambiar su estrategia y se enfocó en ofrecer un servicio personalizado en piel, específicamente en acné, pigmentación y envejecimiento. La sesión básica vale US$ 250 y la más cara está en US$ 550. Con esos servicio en 2022 facturó cerca de US$ 270.000

Esta joven empieza su día con una larga caminata acompañada de sus dos perros goldendoodle (una mezcla de Golden Retriever y un Poodle gigante). Los fines de semana le gusta preparar ceviche y cada vez que viene a Ecuador aprovecha para llevarse sal prieta y masa para hacer pan de yuca. Entre risas dice que generalmente su esposo es quien cocina y ella lava los platos. 

Para cerrar este diálogo le preguntamos qué les aconsejaría a los futuros emprendedores y su respuesta fue clara: “Hay que planificar, al momento estoy haciendo mentorías para guiarles en su camino, para que no cometan mis errores.”

Afirma sentirse en el mejor momento de su vida profesional; este 2023 superará los US$ 300.000 en ventas y un nuevo local está en camino. (I)

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