De industria dairy a dare to dream
Una jornada en Vita Alimentos, una empresa que facturó US$ 81,7 millones en 2024, revela cómo su CEO lidera desde los tanques industriales hasta la sala de juntas, articula innovación y propósito en cada litro de leche procesado.

La luz fría de Quito se filtra por las ventanas inclinadas de una sala de reuniones que parece suspendida en el tiempo. Afuera, los tanques de acero resplandecen bajo el cielo nublado. Adentro, las cámaras apuntan, los micrófonos se calibran y el aroma leve del café recién servido compite con la presencia de quien lo lidera todo, su gerente general, Daniel Orbe Jurado. Este encuentro es una inmersión en el corazón de una organización que dejó de pasteurizar leche para empezar a diseñar el futuro.

La escena tiene algo entre ritual corporativo y documental humano. En el centro de la sala ovalada, coronada por un mural pastoral de vacas en campo abierto, se cruzan miradas, se organizan trípodes, se revisan notas. Una pequeña bandera de Ecuador se posiciona en la mesa, sin moverse, junto a la de la empresa. En la esquina, un banner rojo recuerda el propósito: "Creamos bienestar con alimentos nutritivos de manera sostenible".

Vita Alimentos es una marca que acompaña el desayuno de millones de ecuatorianos desde 1960. "En el mercado masivo, el ecuatoriano es un consumidor mucho más exigente y enterado de las cosas que están pasando", asegura Orbe mientras posa para una fotografía entre las perchas que exhiben los productos de la casa y la promesa de más.

Detrás de él está la arquitectura de marca que renovó con su equipo. Delante, la visión de crecimiento.La visita avanza hacia el centro operativo. Fuera de la sala ejecutiva, los tanques industriales de acero inoxidable se alzan como guardianes del proceso. Cada uno almacena miles de litros de leche recolectada diariamente de unas 12.000 vacas ordeñadas, gracias a una red de más de 270 ganaderos organizados bajo estrictos parámetros de calidad e inocuidad.

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Es un sistema de producción que, como los mismos productos que despacha, tiene que moverse rápido, debido a que la leche no espera. La logística es una orquesta que empieza antes del amanecer. Cada día, unos 300.000 litros se procesan, empacan, distribuyen y venden en sus dos plantas de Quito y Tulcán. Debido a la operación en doble turno y la falta de espacio, invirtieron US$ 850.000 en un nuevo centro de distribución, explica Orbe, mientras se escucha el eco de una cámara que se activa detrás de un flash.

El proceso es masivo, pero también sensible. Su equipo técnico, sin detenerse, monitorea procesos, recibe camiones o ajusta detalles en los silos metálicos.

La visita se da en un despacho sencillo pero lleno de simbolismo. Las paredes están decoradas con certificaciones, reconocimientos y un retrato de Jesús que observa la escena con un gesto calmo. El escritorio es robusto, sobrio. Sobre él, carpetas, una laptop abierta y sillones de cuero oscuro. 

Desde aquí se dirige el negocio local y la expansión internacional. En 2024, iniciaron exportaciones a Perú. El plan es diversificarse, entrar en otras perspectivas alimentarias, consolidar el negocio de quesos, fortalecer su presencia en yogures y dejar atrás la etiqueta de pasteurizadora local y consolidarse como una marca de alimentos con visión nacional y proyección mundial.

Más allá de la estrategia, las cifras o los tanques de acero, la firma es también una comunidad, una red de productores, técnicos, ingenieros, vendedores y operadores que sostienen la operación día a día. Gente que, como lo recuerda Orbe, también necesita una compañía que los escuche y los capacite.

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En uno de los salones, nuestro fotógrafo acomoda el trípode mientras otra colaboradora sostiene una sombrilla de iluminación. Afuera, un grupo camina entre camiones cisterna que ostentan el nombre "Vita" como un sello de confianza. Es el detrás de cámaras de una crónica que podría parecer cotidiana, pero no lo es. Pocas veces se ve tan de cerca el engranaje de una industria que alimenta a millones.

"Yo soy quiteño, nací en Quito el 15 de noviembre de 1975. Tengo 49 años. Viví mi infancia siempre aquí", cuenta Orbe Jurado, sentado en su escritorio. Recuerda con calidez el entorno familiar: "Viajábamos mucho a la hacienda de mi abuelo, que estaba en la parte de la costa, en Santo Domingo. Íbamos con primos y hermanos durante las vacaciones de verano, que entonces eran de tres meses. Compartíamos muchísimo".

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