El accidente que cambió su vida
Bernardo Hidalgo sobrevivió a un accidente en una competencia de motocross, que le dejó sin poder caminar por un tiempo, y a un infarto que redefinió su vida. Hoy dirige Induchaupi, un complejo industrial con operaciones productivas por más de US$ 67 millones al año.

A sus 39 años, Bernardo Hidalgo lidera Induchaupi, un complejo de bodegas industriales en Pifo, en el nororiente de Quito. En 2024 alcanzó una facturación de US$ 1,2 millones en arriendos y se prepara para expandirse a Cotopaxi. Pero antes de levantar esta infraestructura, tuvo que aprender a reconstruirse a sí mismo.

Bernardo tenía apenas un año cuando su madre se fue. Desde entonces, su padre asumió todos los roles. Ese entorno lo marcó en su infancia. “No hubo sobreprotección, ni concesiones, hubo reglas. Me transmitió su ética y forma de ver la vida”, recuerda. 

A los tres años ya estaba subido en una moto, su gran pasión. Todavía conserva su primera Piwi 50 y el casco infantil con el que empezó todo. En su finca guarda más de 30 motos y cada una representa una etapa distinta de su vida. Entrenaba ocho horas diarias, incluso los últimos años de colegio los hizo a distancia. Ese mundo lo llevó a ganar por lo menos 15 campeonatos nacionales, torneos latinoamericanos y consagrarse campeón en Estados Unidos. “El deporte me dio constancia, disciplina, humildad y una ética de trabajo que la aplico todos los días”.

La caída que lo cambió todo

A los 24 años sufrió un accidente que le cambió la vida. “Me rompí la espalda, no sentía mis piernas, casi quedo paralítico”. Pasó seis meses sin caminar y dos años en rehabilitación. Su forma de ver las cosas dio un giro completo.

A los 27 años entró a la Universidad para estudiar Administración de Empresas, mientras trabajaba en el día en una florícola de la familia. Más adelante obtuvo una maestría en logística y cadena de suministro. Empezó desde abajo, literalmente cosechando las flores. 

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 En 2013, sin embargo, la florícola tuvo que cerrar. El cambio de uso del suelo tras la construcción del aeropuerto de Quito en Tababela cambió las condiciones del terreno. Vendieron una parte para liquidar a los trabajadores y para empezar de cero. En medio de esa transición, alquilaron una bodega que tenían a una empresa de valores. “Mil metros cuadrados por US$ 5.000 mensuales”.  Bernardo entendió que la ubicación estratégica de su propiedad le abrió las puertas a un nuevo negocio.

La primera apuesta de capital fue de US$ 1,5 millones para construir bodegas en un lote de cuatro hectáreas. Arrancaron con 6.000 m2.  La tensión familiar no demoró en aparecer. “Mi papá me decía, mejor pongamos la plata en pólizas". 

El primer tropiezo. Las bodegas fueron demasiado grandes para el mercado local. En 2015 apareció el primer cliente Correos del Ecuador y tras el terremoto del 2016 otras entidades del sector público. “No pagaban, perdimos como US$ 500.000. Mi familia quería ahorcarme”.

En 2017, Induchaupi renació con reglas clara: no clientes del sector público, cero improvisación y relaciones a largo plazo. Surgió un concepto de bodegas plug and play, instalaciones listas para operar, adaptables y seguras.

Desarrollar una bodega cuesta en promedio US$ 500 por m2. Los espacios van desde 20 hasta 4.000 m2. Actualmente, este complejo supera los 20.000 m2 construidos, alberga a 60 clientes y está ubicado a 10 minutos del aeropuerto de Quito. “La familia volvió a quererme”, dice con cierta picardía, mientras recorremos las instalaciones.

El nombre lo dice todo. Chaupi en quichua significa ‘chiquito’. “Soy un industrial pequeño, actuamos como motor de nuestros clientes. Les quitamos un dolor de cabeza”.

Este parque industrial cuenta con certificación BASC (Business Alliance for Secure Commerce), del estándar más alto en seguridad. “Estamos conectados con Fiscalía e incluso con Interpol. Controlamos todo minuciosamente”.

Este empresario entendió que el crecimiento, estaba en la capacidad de sostener el orden a medida que el negocio se vuelve más complejo. “Soy muy perfeccionista, temático. Nada puede estar fuera de su lugar. No hay espacio para la improvisación”. En su oficina una moto convertida en pieza decorativa, le recuerda una época importante y en la pared hay un cuadro de la Virgen de la Dolorosa, por la devoción y la fe que el él y su padre le tienen.

Cada año se destinan más de US$ 100.00 en tecnología, seguridad e innovación. A inicios de 2026 se incorporarán drones de vigilancia, con un desembolso adicional de US$ 30.000.

Crecer con visión

Con US$ 1,5 millones se desarrolló una nueva línea de mini bodegas, 70 espacios más pequeños que están entre los 20 y los 80 m2. Además, los techos se alquilan para paneles solares, con el objetivo de producir dos megavatios de energía limpia.

Induchaupi factura US$ 1,2 millones anuales en arriendos y proyecta alcanzar US$ 1,5 millones en 2026. Las empresas que operan dentro del complejo generan alrededor de US$ 67 millones al año. El equipo directo está conformado por 10 colaboradores.

El siguiente paso apunta a Cotopaxi, cerca del aeropuerto de Latacunga. En 14 hectáreas de propiedad familiar se desarrollará una nueva infraestructura con visión de zona franca, bodegas flexibles y cuartos fríos. El proyecto arranca con un presupuesto estimado de US$ 2 millones.

El cuerpo vuelve a pasar factura

Hace un año, sufrió un infarto mientras montaba moto por hobby. Poco después, su padre también. Descubrió que tenían un problema congénito de obstrucción arterial. “Ahí vuelves a replantearte todo”. Decidió que no quiere que sus hijos compitan en motocross. “Hay cosas más valiosas en la vida”.

Para Bernardo Hidalgo, vivir dos veces es una realidad. Sobrevivió a una caída que casi lo deja paralítico y a un infarto que lo obligó a redefinir sus prioridades. Hoy con orden, disciplina y propósito sigue creciendo con paso firme. (I)