El ADN detrás de Smart Buy: caer, aprender y volver a empezar
La historia de Smart Buy es la de tres hermanos que encontraron en la tecnología una oportunidad de negocio y en familia su mejor sociedad. Cuentan con 17 locales de celulares y accesorios a nivel nacional, 80 colaboradores y ventas de seis dígitos. El camino no fue lineal: hubo emprendimientos que se derrumbaron, viajes sin retorno y un Xbox que nunca llegó. Para ellos los tropiezos son el mejor punto de partida.

"Venimos de una familia de clase media baja. Nunca nos faltó nada, pero tampoco había para los extras. Si querías algo, había que buscarlo". Así empieza esta crónica de resiliencia y superación de los hermanos Montalvo. 

A los 12 años Pablo descubrió su habilidad por los negocios. En el colegio escribía los deberes de sus compañeros entre US$ 2 y US$ 10, dependiendo el tamaño de la tarea. Poco después grababa los CD con canciones personalizadas para las novias de sus amigos. "Mi meta era comprarme un Xbox que costaba US$ 400. Logré ahorrar US$ 250 y convencí al vendedor que me dejara a ese precio. Hice el depósito y me bloqueó". Ese día su padre le dio la mejor lección de vida. "Sacúdete las rodillas y levántate, porque estás aquí para cosas grandes".

Esta frase se volvió en su inspiración. Años después supo que su mamá le pidió a su padre que le comprara uno, pero se negó porque creía que debía aprender la lección. "Ahí entendí que los mejores regalos de la vida no vienen envueltos".

La semilla de Smart buy nació de esta experiencia. A los 14 años, Pablo le pidió a su padre prestada la tarjeta de crédito para comprar unos celulares, Accedió con la condición de que a fin de mes pagara el préstamo "Compré cuatro móviles, vendí tres y me que quedé con uno. Pagué la deuda y me quedó algo". Pablo encontró en el mundo tecnológico un nicho de negocio.  Su primera venta de teléfonos inteligentes fue de US$ 1.200.  Su carrera universitaria no fue en tecnología, se graduó de Geología y Minas en la Universidad Central del Ecuador.

Daniel, su hermano menor, estudió en la Universidad de las Américas, empezó en Finanzas y terminó en Administración. Se unió a Smart buy como vendedor. "Hacía entregas en los patios de comidas o parqueaderos de los centros comerciales. Recibía US$ 15 por cada teléfono vendido. Para estos jóvenes, hay libros que marcan su pensamiento como Padre rico, padre pobre, escrito por Robert Kiyosaki y Sharon Lechter que se convirtió en una guía del emprendimiento. 

En 2007 llegaron las restricciones a las importaciones de celulares y el negocio se detuvo, lo que les obligó a tomar caminos distintos y buscar oportunidades fuera del retail.

Pablo fundó una empresa de servicios petroleros que más tarde la vendió sin utilidad al entender que ese mundo no era lo que él quería. Un día decidió salir del país, hizo maletas y se mudó a Medellín, Colombia. Con su entonces pareja abrieron un laboratorio de cuidado de la piel. La aventura duró tres años. Volvió a Quito y en el camino encontró a su nuevo amor.

Por esa misma época, Daniel lanzó Ecuador Fitness, para vender suplementos nutricionales. Invirtió US$ 400 y llegó a tener ventas de US$ 2.000 mensuales. Con ilusión pagó la primera cuota de un auto. "Uno de mis proveedores falló y el negocio colapsó".

Ambos habían acumulado experiencia, fracasos y aprendizajes.  Seguían con esa chispa de emprendedor y se propusieron volver a empezar.

En 2017 revivieron Smart buy. El garaje de la casa se convirtió en oficina. Se pintaron las paredes, armaron estanterías, decoraron con ilusión su renacer e invirtieron US$ 5.000 como capital de inicio para la compra de celulares y accesorios. En esa época, por año vendían un celular, después aumentaron las ventas poco a poco y alcanzaron ingresos anuales de US$ 120.000.

Pamela, su otra hermana, fue la última en incorporarse, ingeniera ambiental graduada de la Universidad San Francisco de Quito. Asumió la gerencia administrativa y completó el equilibrio del equipo. "Ella trabaja en el back office, pero con su carácter y eficiencia nos mantiene en línea recta", con picardía cuentan a Forbes.

Como el mundo es de altos y bajos y nadie esperó que llegara una pandemia, la mayoría de los negocios se detuvieron, pero ellos optaron por apostar, entre mascarillas, vacunas e incertidumbre abrieron dos tiendas con una inversión de US$ 100.000. Ese atrevimiento les motivó a entender que para crecer tenían que contar con más locales físicos. Quito, Guayaquil, Manta, Machala, Cuenca, Samborondón y Santo Domingo de los Tsáchilas son parte de los 17 locales y emplean a 80 personas. En 2024 los ingresos fueron de US$ 4,7 millones.

En este año lanzaron Celu Ya, una nueva marca enfocada en celulares Android de gama media y baja, a precios que varían entre US$ 150 y US$ 400. La inversión inicial para esta nueva línea del negocio fue de US$ 50.000.

La relación entre los tres hermanos es el corazón de la empresa. Se apoyan en una estructura corporativa con un directorio familiar.  Ellos se definen, con Pablo como el acelerador, Daniel el volante y Pamela el freno.  "Al principio fue difícil", pero con el tiempo entendimos que, cada uno tenía roles diferentes, pero decisiones en conjunto". 

Los hermanos Montalvo buscan inspirar a las nuevas generaciones a creer que un fracaso es el inicio de una mejor historia. (I)