Vivobarefoot, con sede en Londres, fabrica zapatos a base de hongos. En su búsqueda de una alternativa al plástico en el calzado vegano, la empresa británica especializada en calzado descalzo lanzó una nueva zapatilla: la Gobi, hecha con materiales derivados del micelio. "Siempre quisimos tener un producto vegano que no esté hecho de plástico, pero es increíblemente difícil encontrar algo que sea natural y lo suficientemente duradero para el calzado", dijo Charlotte Pumford, directora de sostenibilidad de Vivobarefoot.
La solución llegó gracias a una colaboración con HyphaLite™, una empresa que desarrolla materiales a base de micelio. "El micelio es la estructura de la raíz de los hongos y es increíblemente versátil", explicó. "Al combinarlo con látex natural y celulosa, creamos un compuesto con aspecto y tacto similares al cuero, pero completamente libre de ingredientes animales y, en su mayoría, de origen biológico", agregó.
Este avance no apareció de un día para el otro. "Probamos docenas de prototipos. Las primeras versiones se rompían a los pocos días o absorbían el agua como una esponja. Fue necesario mucho ensayo y error para llegar a algo que realmente pudiera usarse a diario", contó.
Uno de los grandes desafíos para Vivo fue no solo fabricar calzado ecológico, sino también garantizar su durabilidad. "Si un zapato se deshace a las pocas semanas, no importa lo sostenibles que sean los materiales. Tiene que durar", agregó. La lona de micelio del modelo Gobi no solo es resistente, también se puede reparar, en línea con la filosofía de Vivobarefoot: "El producto más sostenible es el que se puede seguir usando", señaló.
La reparación y la reutilización son una parte cada vez más importante de los esfuerzos de la marca por mantener el calzado en uso, a través de su plataforma Revivo. "Uno de los aspectos más sostenibles del calzado es su durabilidad y su uso. Asegurarse de poder repararlo y prolongar su vida útil antes de que se biodegrade o se composte también es fundamental", agregó.
A pesar de los avances en el uso de materiales más naturales, Pumford fue clara sobre lo complejo que resulta fabricar calzado verdaderamente biodegradable. "No existe una prueba estandarizada de biodegradabilidad en el calzado. Estamos trabajando con laboratorios y organizaciones externas para desarrollar protocolos, pero es un proceso largo. Incluso si todos los componentes son naturales, la forma en que interactúan puede cambiar la descomposición del calzado", indicó. Y agregó que "estamos viendo resultados prometedores en las pruebas de laboratorio, pero no queremos prometer demasiado. Nuestro objetivo es ser transparentes sobre lo que sabemos y lo que aún estamos investigando".
Aunque el calzado con certificación vegana es 98 % natural, todavía queda un 2 % pendiente, según explicó Pumford. "Y, como saben, incluso cuando alcancemos el 100 %, no significa que sea biodegradable; simplemente significa que el modelo está hecho con materiales 100 % naturales", precisó.

Uno de los logros técnicos más importantes para Vivobarefoot fue crear una suela exterior completamente natural. "La suela exterior suele ser la parte menos sostenible de un zapato", explicó. "Está hecha de caucho sintético o EVA, ambos derivados del petróleo. Queríamos algo mejor", destacó.
La respuesta llegó gracias a una colaboración con Natural Fiber Welding. De ese trabajo surgió una suela exterior hecha con caucho natural, ácido cítrico y otros rellenos vegetales. "Nos llevó 18 meses de desarrollo e incontables pruebas. Teníamos que asegurarnos de que fuera fina, flexible y duradera: todo lo que nuestros clientes esperan de Vivobarefoot", explicó.
Innovar con nuevos materiales cuesta caro, sobre todo cuando se trata de una empresa de escala chica, agregó Pumford. "El costo de estos materiales de última generación sigue siendo muy alto. Somos una empresa pequeña, por lo que las cantidades mínimas de pedido y los gastos de investigación y desarrollo representan un verdadero desafío".
Para enfrentar estas barreras, Vivobarefoot apuesta por una estrategia colaborativa. "Compartimos lo que aprendemos con otras marcas. Si trabajamos juntos, podemos reducir los costos y hacer que los materiales sostenibles sean la norma, no la excepción", sostuvo. Según Pumford, esto es apenas el inicio del uso de materiales regenerativos en el calzado y de un cambio más amplio en la industria hacia una lógica más circular. "Estamos al comienzo de una revolución de los materiales. La legislación está en desarrollo, los clientes exigen más y la ciencia se está poniendo al día", dijo.
El nuevo Reglamento Europeo de Ecodiseño para Productos Sostenibles (REPS) obligará a las empresas a diseñar pensando en la durabilidad. A partir de 2026, las grandes compañías no podrán destruir calzado que no se haya vendido, y habrá cambios progresivos para las pymes. Además, la legislación sobre Responsabilidad Extendida del Productor (REP) exigirá a los fabricantes hacerse cargo de la recolección, clasificación y reciclaje de los productos, incluido el calzado que no se vendió. Aunque buena parte de este proceso todavía está en desarrollo, ya empuja a las empresas a enfrentar preguntas que la moda esquivó durante años, cuestiones que Vivo se planteó desde el comienzo.
"Queremos estar al frente de ese cambio. No intentamos solo fabricar mejores zapatos. Queremos hacer zapatos mejores, para las personas y para el planeta", afirmaron desde la empresa.
*Con información de Forbes US.