Esta historia arranca en Cuenca, cuando Alfredo Martínez manejaba la operación de una distribuidora de consumo masivo que pertenecía a su suegro. Sus hijos recuerdan que ninguno de sus tíos quería hacerse cargo del negocio. A partir de entonces en su padre despertó un espíritu emprendedor. En ese camino una pregunta simple cambió su rumbo ¿Por qué vender productos de otros cuando puedo crear los míos?
En 1998 nació Incremar, con un solo producto 'Tapiokita', una colada instantánea fortificada basada en yuca (tapioca) saborizada que pronto se ganó un espacio en el mercado ecuatoriano. En aquella época Alfredo Martínez era vendedor, gerente, contador y bodeguero.
Dos años después, Martínez ejecutó una jugada maestra. Decidió no solo trasladar la planta a Quito, sino también a sus 40 colaboradores. Rentó un galpón cerca del Parque de los Recuerdos y un edificio en Calderón, en el norte de la ciudad, para su equipo. Ese fue su primer gran salto.
Sus hijos, María Paula, Sebastián y Santiago, con cierta complicidad, comparten con Forbes como su padre transformó los desafíos en su motor de crecimiento.
"Desde entonces el desarrollo es su constante. "Para 2005 contábamos con cinco marcas y 30 productos y las ventas anuales llegaban al US$ 1,5 millones", cuenta Martínez.
En esa época la familia adquirió un terreno de 3.600 m² en Carcelén Industrial por medio millón de dólares, anticipando su expansión. A esa inversión se sumó otra propiedad en Pifo para futuros proyectos, consolidando activos que hoy superan los US$ 2 millones.
Dispuestos a darle con todo, en 2009 se creó el departamento de investigación y desarrollo. "Se intentaron por lo menos unos 600 proyectos en la planta y más o menos el 10% se volvieron en productos". Un año después empezaron a maquilar productos para otras empresas ecuatorianas: sopas, coladas, suplementos y harinas entre otros. Hoy Incremar trabaja con 10 empresas bajo ese modelo de integración. "Nos encargamos de los estudios, elaboración de fórmulas, el desarrollo técnico hasta la elaboración del producto, no nos involucramos en la comercialización".

En 2019 Alfredo Martínez decidió dar un paso al costado y entregó el timón a sus tres hijos. Santiago, graduado en Ingeniería de Alimentos, asumió la gerencia general. María Paula, con estudios en administración de empresas y leyes, es la gerente financiera y Sebastián, con títulos en economía y marketing, dirige el departamento de ventas.
No ha sido fácil la transición, dicen entre risas. Los conflictos fueron parte del proceso, pero entendieron el rol que juega cada uno en la empresa con respeto y valores que no son negociables como la ética y honestidad. "Cada uno contamos con un 25%. Ahora estamos en la etapa de maduración del proceso de protocolos familiares y gobierno corporativo. En julio incorporaremos directores externos, que nos ayudaran a seguir creciendo".
Te puede interesar: Convierten chatarra en piezas capaces de soportar el peso de un avión
Los retos no son menores: el paro de los movimientos sociales de octubre de 2019 y la pandemia en 2020 fueron desafiantes para la empresa. Luego llegó la ola de la inseguridad y los cortes de energía. "Han sido años duros, la cartera vencida se disparó de 45 a 115 días e incluso tuvimos que cerrar la división de venta directa".
Separar lo profesional de lo personal es un reto que todos los días enfrentan. La reunión familiar de los domingos es un ritual sagrado, y seguro ese espacio es lo que permite a a la familia Martínez seguir cosechando éxitos.
Actualmente esta empresa produce 120 toneladas mensuales. El 70% del portafolio es propio y el resto, maquila. Con exportaciones a España, Italia, EE.UU., Corea de Sur y Panamá, en 2024 Incremar tuvo una facturación de US$ 3,4 millones, según datos de la Superintendencia de Compañías.
El siguiente capítulo
Tras su jubilación Alfredo Martínez invirtió en una hacienda en el sector de Mulaló, en la provincia de Cotopaxi, donde la familia se dedicó a sembrar quinua y chochos con rendimientos de hasta 2.000 quintales al año.
En 2021, con los ojos puestos en el auge de los super foods decidieron lanzar un spin off y lo llamaron Mulaló healthy foods. Sebastián se puso a la cabeza del proyecto.
La inversión inicial fue de US$ 100.000. y los primeros productos fueron batidos funcionales, leches vegetales, smoothies, mezclas en polvo, en su gran mayoría con la quinua como ingrediente principal. "Mulaló fue concebida para exportación. Los primeros acuerdos de comercialización son con República Dominicana, EE.UU. y Alemania".
Te puede interesar: La startup que aplicó una estrategia radical para salir de la crisis: cambiar de público objetivo
Hace pocos meses decidieron dar un giro estratégico y participaron en el programa Dare2Scale de Endeavor: así nació Mulaló Powerfoods. "Entendimos que el mercado está pidiendo más que productos, 'bienestar real'. Y Ecuador tiene ingredientes increíbles".
Esta familia no para de soñar en grande. Tras horas, días, semanas y meses de investigación consiguieron combinar lo mágico de lo ancestral con tecnología alimentaria de vanguardia. "Extractos amazónicos como la meliza, guayusa, el trébol rojo, maca, hoja de higo lo combinamos con ingredientes nutraceúticos avanzados como magnesio, probióticos, complejo B y otras vitaminas. Estamos enfocados en salud digestiva, vitalidad, control del estrés, menopausia y belleza. Es decir en un bienestar más holístico".
El acelerador esta al máximo y en julio darán un nuevo paso: "Vamos a lanzar la marca en Ecuador en julio. La inversión en esta repotenciación superará el medio millón de dólares y en 2026 lograremos ventas por US$ 1 millón", dice Sebastián quien esta al frente de este proyecto. (I)