La otavaleña que tejió el sueño del millón de dólares en Galápagos
Esthela Anrango es la fundadora de Garúa, una marca de ropa que se mueve entre el estilo outdoor y urbano que tiene seis locales en la isla Santa Cruz. Ella aprendió todo de su papá, quien migró a Galápagos en 1973. Con visión y empuje, esta mujer está al frente de un negocio que genera 20 empleos para mujeres. Esta es su historia.

En 1973, Galápagos se convirtió en la provincia número 20 del Ecuador, con Puerto Baquerizo Moreno como su capital. Ese año también se estableció el Parque Nacional Galápagos y comenzaron los primeros planes de gestión para el manejo y desarrollo de la provincia. Mientras eso ocurría en el archipiélago, la familia Anrango, en Otavalo, crecía y empezaba una nueva etapa.

Antonio Anrango afinaba su olfato para los negocios y decidía dejar su tierra natal para probar suerte en Puerto Ayora, en la isla Santa Cruz, en Galápagos. Esthela, una de sus cuatro hijas y protagonista de esta historia, acababa de nacer. "Mi papá llegó a Galápagos con un bulto, un bulto de sueños, eran artesanías otavaleñas para emprender. Mi madre y mis hermanas nos quedamos en Otavalo", cuenta esta mujer que habla con orgullo de sus raíces y de los negocios que aprendió de sus padres.

La aventura de Antonio Anrango empezó con pie derecho. Carmen Fuentes, residente de Puerto Ayora, acogió a este comerciante otavaleño. Además, le permitió exhibir las artesanías y los tejidos que llevó en el patio de su vivienda. Eran otros tiempos. Anrango vendió todo en una semana y supo que su futuro estaba en las islas encantadas. Volvió a Otavalo para llevar más mercadería. Empezaba un ciclo de crecimiento y enseñanzas, en el que Estela sería fundamental.

Para finales de la década de 1970 toda la familia se mudó para Galápagos. "El negocio de las artesanías iba muy bien. Mi papá llevó telares para tejer allá chompas, ponchos, tapices. Tejía frente a los turistas y yo iba a la escuela con mis hermanas". Antonio descubrió otra manera de hacer negocios: supo que los barcos llegaban cada tres meses desde el continente y vio una oportunidad. En Guayaquil compraba ropa en la bahía y en fábricas para vender en las islas. "Él iba en los barcos de isla en isla con su mercancía, en cartones. La gente ya sabía que mi papá llegaba cada tres meses".

En los años 80 Antonio tenía un local en Puerto Ayora y otro en el aeropuerto de Baltra. Ese último es el escenario donde Esthela confirmó que estaba hecha para ser una comerciante, una empresaria.  Era 1985 y ella tenía 12 años. "Un día, mi papá estaba en el continente y mi mamá en Galápagos. Ella se encargaba de la tienda en el aeropuerto donde se vendían camisetas, artesanías, tapices... Mi mamá enfermó un día y no podía ir al local del aeropuerto. Me pidió que yo atendiera el local. Abrí la tienda y empezaron a llegar los clientes. Me fue muy bien, vendí algo así como dos millones de sucres. Fue una locura, yo sabía todo sobre el local y ese día coincidió que llegaron algunos cruceros. Ese día marcó mi vida, los turistas compraron todo, fue una gran bendición. Y al llegar a casa mi mamá se emocionó mucho. Sentí que estaba ayudando a mi familia. Fue muy gratificante".

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Esthela siguió labrando su camino. Acompañó a su papá en varios viajes a Europa, a España e Italia específicamente. En el segundo país pudo estar en Génova, en los días el Mundial de Futbol de 1990. Seguía aprendiendo sobre negocios y estaba lista para dar el gran salto, aunque tuvo que hacer sacrificios como dejar el colegio. Luego de casarse a los 17 años siguió con su camino como mujer de negocios.

Años después compró Albatros, el negocio de su papá que se diferenciaba por las artesanías y las camisetas de algodón con motivos de Galápagos.  El tiempo pasó y en 2015 decidió crear su marca propia. "Quería productos exclusivos con diseños propios. Teníamos camisetas, bolsos, ropa para niños. Decidimos llamarlo Garúa, en honor a la estación de junio a diciembre, una estación seca y calurosa. A veces caía una lluvia ligera, la garúa".

Anrango sabía que los turistas buscaban ropa de algodón, ropa ligera para mujeres y hombres. Por eso la propuesta de Garúa va desde camisetas de algodón, hasta camisas de manga corta, buzos, hoodies, ropa para espacios abiertos, camisas y pantalones estilo safari para aventurarse por el archipiélago. "Estaba segura de que me iba a ir bien, no tenía miedo de que el turista no compre. El mayor problema fue la pandemia, pero lo superamos y aquí estamos", cuenta en una conversación en las oficinas de Forbes.

"El primer local, el que le compré a mi papá, aún se mantiene en la calle principal de Puerto Ayora. Nosotros diseñamos y la confección es en con una maquiladora en Quito y otra en Atuntaqui. Tenemos un diseñador y sus propuestas llegan a los talleres". El producto más vendido es las camisetas, luego están las gorras y los sombreros. "Vendemos unas 600 camisetas al mes en las seis tiendas que tenemos, cuatro en el aeropuerto de Baltra y dos en Puerto Ayora".

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El principal cliente es el turista extranjero y las ventas promedian los US$ 120.000 al mes. El equipo está conformado por 20 mujeres, todas son jóvenes que quieren estudiar, trabajar y crecer, detalla esa empresaria que pedalea cada día 20 kilómetros por los alrededores de Puerto Ayora.

¿Cómo se siente con el camino recorrido? "Feliz y bendecida por Dios. La constancia, la perseverancia y el amor por lo que hago son fundamentales", dice esta mujer que obtuvo su título de bachiller a los 50 años. "Al lograr esa meta vi que todo es posible". (I)