En realidad, el contenido de este artículo necesita ser esclarecido pues es una temática muy especializada. Y, para algunos algo árida. Por ello vamos a gastar un pedazo de esta columna en su explicación. Ojalá lo logremos.
Hay que empezar con las reformas de fondo que le saque al sector de ese enjambre de disposiciones que permiten al gobierno tomarse los recursos, fijar precios con subsidios que no los paga, impedir la competencia y poner barreras a la inversión que es especializada en esta actividad. Sin cambios de fondo, no hay solución perdurable.
El problema de fondo no se arregla con más leyes sino con un profundo cambio de la cultura política con lideres honestos y un plan serio de educación en valores y principios de la sociedad. De lo contrario, el país seguirá empantanado, con violencia y perdiendo oportunidades.
El Ecuador tiene que crecer para que el submundo de la informalidad, en el cual impera la violencia pueda perder valor y las oportunidades de la formalidad sean tan competitivas que desestimulen la contratación de los carteles. Y, para crecer, las actividades deben saber que hay un Estado que maneja sus cuentas con responsabilidad y no es una amenaza permanente a sus proyectos.
¿Llegó la hora 25? Espero que no ocurra. Sería muy doloroso y por eso se necesita conciencia para evitarla. De otra manera puede ser que el juego haya terminado.
Las condiciones políticas actuales agudizó el problema más complejo que tiene el fisco: ¿Cómo podrá cubrir esta brecha de financiamiento? Con dos agravantes: la producción petrolera declina, no se la puede sostener con los efectos no solo en las cuentas fiscales, sino en la balanza de pagos y su repercusión en la liquidez monetaria; y, por otro lado el dictamen de la Corte Constitucional de llevar a una consulta popular la continuidad o suspensión de la explotación petrolera del campo 43 que produce hoy 50.000 barriles por día y tiene lista la incorporación de 25.000 más.
El derroche de los derivados clama una solución. Se entiende las limitaciones políticas pero es indispensable mantener una comunicación pública activa que transmita el enorme daño colectivo que estos subsidios generales ocasionan y las secuelas que se transfieren a las generaciones que vienen.
No hay un camino fácil ni rápido, pero se impone un programa estructural de calificación de la calidad del gasto público. Hay que evaluar a fondo y poner metas muy precisas de objetivos a alcanzarse por cada dólar entregado a un fin específico. El gasto superfluo o inútil debe tener sanciones ejemplarizadoras.
Habrá más pobres, menos empleos, que en conjunto elevan los índices de miseria económica, pero los dirigentes miran hacia otro lado, desconocen la realidad económica, juegan con el futuro y, cuando hay que asumir responsabilidades, Pilatos hace presencia.
Su carrera empresarial abarca menos de una década y su pináculo, al menos aparentemente, se produjo a principios de este año, cuando se encontraba entre los multimillonarios de élite del mundo.
Si recuerdan la propuesta de bajar el precio de los combustibles porque ahora con el alto precio del petróleo el Estado tiene plata adicional que le puede servir de compensación; con lo cual, para ser lógicos con esta forma ilógica de armar una propuesta, deberá subir cuando el precio del petróleo caiga y le falte plata al presupuesto. ¿Alguien entiende esto? ¿En verdad, lo creerá quien lo propuso? ¡!Viva la cuadratura del círculo!
La fachada de un reclamo razonado terminó demostrando las garras de una sedición concertada, dañina con proclamas irritantes de lucha para imponer el punto de vista de un grupo minoritario, que no usa las instituciones democráticas para cultivar un diálogo de buena fe como instrumento para dirimir discrepancias.
¿Alguien en sus cinco sentidos puede comprender este suicidio político al que le someten a todo el país?, que incinera el futuro, crea más pobreza y le importa un pepino a estas coaliciones políticas perversas convertidas en mecanismo adictivo de demolición de la democracia, los recursos y el bienestar colectivo.
En estos días el FMI acaba de publicar los últimos datos de la deuda mundial cuyo saldo ha pegado un fuerte brinco a lo largo del año 2020 como consecuencia de las decisiones de política económica de enfrentar la crisis de la pandemia, la paralización de las actividades y el complejo panorama de viabilidad general de las estructuras productivas.
El 2021 vio aparecer a un mundo que buscaba aire, necesitaba recuperar su movilidad, reencontrar sus relaciones, salir del enclaustramiento. Un mundo que desbordó su comportamiento y puso en peligro la recuperación, cuyo mensaje de fondo es un mundo que ama la libertad y comprendió lo que era perderla, aunque sea por una razón de supervivencia colectiva.
Quedó muy claro luego de muchas décadas de experimentación de distintas teorías económicas en el mundo y particularmente en América Latina, que no hay posibilidad alguna de resolución de los graves problemas de desarrollo, como la pobreza, la inequidad, la insalubridad, el desempleo, el analfabetismo, la salud, en fin tanto y tanto temas que llenan la cabeza de todos nosotros todos los días, si primero no se resuelve este bendito papel del Estado y su forma de comportarse dentro de la sociedad.
El 29 de septiembre del 2021 pasará a la historia por la acumulación de eventos que conmovieron al país. No recuerdo otra fecha, por lo menos durante varias décadas, en la cual se acumularan tantos acontecimientos.
En el mundo actual, luego del impacto de la pandemia del Covid 19, las estructuras fiscales han sufrido quebrantos. Los desequilibrios son los mayores de la historia; las necesidades sociales requieren más recursos y, las deudas están en niveles de cuidado.
Las mal llamadas monedas digitales privadas como el caso del Bitcoin que, configurando las características de un activo financiero de alto riesgo, no llena las características propias que requiere tenerlas para que pueda ser denominada dinero.