¿Y si cerramos los ojos?
Apretar los ojos y pedir un deseo con todas nuestras fuerzas, como si se fuera a cumplir. Lanzar una moneda a una fuente, soplar once velas (quizás menos) o simplemente recoger una pestaña de la mejilla y pedir un deseo por el gusto de desafiar al azar. Total, siempre hay esperanza y es, quizás, lo único que nos queda.