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El espíritu emprendedor es la motivación para aplicar conocimientos, habilidades y experiencias en nuevas iniciativas de forma continua y sostenida, con baja aversión al riesgo, alta resiliencia, orientación al logro, capacidad de servir para mover equipos y enfoque en un impacto compartido además de los deseados resultados financieros.

26 Octubre de 2022 21.52

Tener un negocio propio es una idea lógica y tentadora del emprendimiento para quienes se motivan con crear valor y fuentes de trabajo, liderar proyectos o ser jefes de sí mismos; los que son determinados y tenaces para enfrentar sistemas y políticas (que a veces parecen estar diseñados para autosabotear el desarrollo de nuevos negocios). Los visionarios que contagian sus sueños, pero, sobre todo porque hacen que las cosas pasen. 

El espíritu emprendedor es la motivación para aplicar conocimientos, habilidades y experiencias en nuevas iniciativas de forma continua y sostenida, con baja aversión al riesgo, alta resiliencia, orientación al logro, capacidad de servir para mover equipos y enfoque en un impacto compartido además de los deseados resultados financieros.

Hace varias décadas que la ola del emprendimiento es la bandera en diferentes contextos sociales, políticos, económicos y educativos y su importancia sin duda radica en miles de casos de éxito que han aportado al crecimiento económico de muchas sociedades. Por eso debemos fomentar el desarrollo de habilidades para emprender y reflexionar acerca de cómo hacerlo según los tipos de empleo del mañana.

Además de contar con un espíritu emprendedor, es necesario ponerlo en marcha.  Parece obvio, pero “Aprender haciendo” no siempre ocurre. Sin importar el número de títulos obtenidos, libros leídos, investigaciones realizadas, discusiones ganadas, tesis de grado aplaudidas o sueños vendidos, además de hablar, hay que hacer, como única forma de experimentar lo aprendido para evidenciar resultados y contar con nuevas verdades, cuestionables, perfectibles y de forma continua.

El emprendedor aprende haciendo y también ejecuta tomando en cuenta lo mejorado y lo echado a perder, es decir, el aprendizaje del éxito y el inevitable error. “Hacer aprendiendo” de la experiencia permite imaginar un futuro empresarial, que hoy, debe considerar las preferencias de consumidores y fuerza laboral cada vez más conscientes de la importancia social, pese a la tecnología.

Según Yuval Noah Harari (2021), el desarrollo de capacidades cognitivas y la gestión de emociones para tomar decisiones siguen superando a la creciente automatización de los negocios, y a la vez, cediendo espacio a la inteligencia artificial que promete cambios radicales y exactitud en pro de la eficiencia y seguridad. El enfoque en el talento seguirá sin duda creciendo.

Frente a un mundo cambiante que nadie puede predecir cómo será en las siguientes décadas, Harari hace énfasis en la relevancia de desarrollar el pensamiento crítico, la comunicación, colaboración y creatividad, tanto para inventar nuevas ideas y productos como para reinventarnos como seres humanos. En ambos casos, la acción no es negociable. 

Las respuestas simples y de sentido común son a veces las menos comunes porque estamos distraídos en discursos que se quedan en el aire, aunque alimenten nuestro ego.  Así como hay que pensar para mejorar la calidad del pensamiento y hay que aceptar para cambiar la calidad de las creencias, también hay que hacer para crear o mejorar el desempeño. 

Estas ideas me llevan a casi veinte años atrás, cuando siendo estudiante de maestría, incursioné con una de mis mejores amigas en un emprendimiento de servicios de capacitación que luego se transformó en un proyecto institucional que buscaba aportar al mejoramiento del desempeño profesional, formación e investigación en las empresas, y es hoy, parte de la Universidad más prestigiosa del País por ser no. 1 en rankings nacionales e internacionales de educación superior.

El crecimiento y relevancia de lo que empezó como un emprendimiento en clase para mi trabajo de titulación, se debe a cientos de errores y a la combinación inseparable de “estrategia y talento” (administración y liderazgo, o resultados y gente), pero, además, a un eje transversal de todos los proyectos liderados por gente hermosa y diversa que hace. Hacer es clave, y no solo por el ejemplo, sino porque el movimiento motiva y logra rutinas para el crecimiento.

No en vano, un interesante estudio de revisión interdisciplinar, indica que los predictores de emprendimiento exitoso son en primer lugar, la intención de emprender.  El estudio además resalta los atributos individuales que afectan al éxito de un negocio, tales como la educación formal, experiencia en el sector y experiencia en proyectos previos. Dato interesante, en Latinoamérica, el apoyo familiar es clave (Abebe, Acharya & Daspit, 2020). 

El estudio también clasifica a emprendedores con enfoque en la fortaleza financiera y utilidad, los que desean contribuir a la comunidad con su oferta de valor y quienes buscan ser agentes de cambio de la sociedad; quizá este último grupo, según tendencias globales, se alinearán mejor con el futuro del mercado laboral y los objetivos de la educación en negocios.

Finalmente, los autores indican que las estrategias de crecimiento que implementan los emprendedores son variadas y la literatura muestra hallazgos inconclusos acerca las más adecuadas. ¡Ahí está el reto! Sin embargo, encuentran que los emprendimientos exitosos tienen equipos multi-diversos y autogestionados. Es decir, los que tienen diferentes puntos de vista y los que hacen, y hacen por si mismos. Aprender haciendo y hacer aprendiendo. (O)

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