Aproximación filosófica a la locura (II)
La manipulación de acciones es, en filosofía, expresión de locura en tanto acondiciona la realidad a quereres alejados de los objetos en el mundo físico.

Emprendimos, de la mano de Arthur Schopenhauer (1788-1860), en consideraciones filosóficas primarias tras la locura. Hicimos también miramientos en torno a Sigmund Freud (1856-1939). Afirmábamos que la teorización freudiana del psicoanálisis tiene raíces en la memoria como fenómeno metafísico. Racionalizando el tema, aquel asevera que el hombre está compelido a cuestionar sobre si el suceso que recuerda en verdad se dio. La duda, dice el alemán, obliga al ser a levantar sospechas sobre su locura. En ese sentido, concluye en que la demencia es un "recurso de salvación de la vida", siendo que el espíritu se ve obligado a refugiarse en la insania mental. Esta tesis schopenhaueriana está ligada al pesimismo del filósofo, para quien la existencia humana es ante todo sufrimiento. El historiador de la filosofía Julián Marías (1914-2005) refiere su pesimismo como mordaz y agresivo.

También es demente el individuo que, en virtud de la repetición sistemática de una mentira, arriba al engañoso convencimiento de la veracidad de hechos y actos falsos. Es igual orate, para Schopenhauer, el ente que llena las lagunas de su mente con tergiversaciones. Así, pues, la "in-cordura" es tanto la falsificación de un acontecimiento, como la adecuación de la psique para desafiar lo insoportable en razón. Por último, el temor y la tristeza como exposiciones de alienación, cuando llegan a extremos intolerables, producen desatención de la voluntad... conducente a desequilibrios conductuales.

En las sociedades gobernadas por insanos no es difícil identificar lo reseñado, a título de privación del menester de objetividad para su normal desarrollo. De allí la necesidad de que los pueblos estén atentos a estigmatizar a tiempo a los locos, so pena de dejarse llevar por sus insalubridades mentales.

Al tener la locura raíces en la falta de memoria o en la adecuación artificiosa de esta, es imperativo en el hombre enfrentar a su retentiva con eticidad. Esto nos conduce, nuevamente, al espectro sociológico. Las sociedades están forzadas a no descuidar la visión sobre su pasado para no repetir los errores pretéritos, que no siempre caducan. Respecto de este razonamiento, es preciso ponderar la doctrina complementaria de Schopenhauer: en su esencia, el hombre es bueno o malo... y lo es perennemente. En efecto, el alemán no ve mayores posibilidades de enmendar la malicia de un ser humano en particular; pues, si nace malo, así subsistirá y morirá malo. De hecho, contradice a Sócrates (470 a. e. c.-399 a. e. c.) en su idealización de enseñanza de las virtudes.

Si el hombre es bueno o malo en su raíz -entera y persistentemente- será, asimismo, orate bondadoso o delirante protervo mientras viva. Confiar en que un disparatado que ayer reflejó demencia maligna hoy o mañana se convierta en un trastornado mental benigno, es igual locura o al menos inicio de ella. Recordemos que el origen de la demencia, para Schopenhauer, radica en la carencia de memoria. Al loco bueno se le puede otorgar el beneficio de la duda, pero jamás al malo. Ello, en tanto el perverso llega hasta a fingir locura si esta ayuda en el logro de sus propósitos. Quien finge locura se ubica en la cima de la maldad.

Bajo este acercamiento filosófico, la locura se asemeja a la corrupción. El corrupto lo es a radice. Es decir, el deshonesto viene al mundo ya podrido; no se gangrena en moral y ética en la vida... así fue parido y así terminará sus días. Baste mirar a la política populista: manifestación conjunta de desvarío y putrefacción. Donde hace presencia trastoca las cimientes sanas de que toda sociedad goza. 

La demencia cabe, además, ser analizada según los Principios de Razón Suficiente de Schopenhauer. La sanidad mental demanda de retar a la existencia de manera racional. Relata cuatro representaciones y su relación entre sujeto y objeto. La inicial es la primacía del "devenir", basado en la "causalidad". Cualquier idea espacio-tiempo en que emprendamos tiene una correspondencia causa-efecto, de la cual no podemos abstraernos; hacerlo es locura. La segunda es el "conocer". Lo verdadero será tal cuando la respuesta al por qué sea racional. De allí que la religión -en su ostentación de extremismos- es siempre locura.

La siguiente manifestación de estos principios es el "ser". El conocimiento razonado del espacio -en su ámbito temporal- permite al hombre la plena comprensión de su mundo como imagen de lo percibido verídicamente. Esta corresponde a los objetos tal cual son y no a cómo pretendemos sean. La última es la "volición" (acto de voluntad, Diccionario de la lengua española, RAE). Habilita al ser humano a tomar conciencia de sí mismo como individuo y responsable ante otros. El momento en que se da un discernimiento dual podemos, a su vez, entender nuestras acciones. La manipulación de acciones es, en filosofía, expresión de locura en tanto acondiciona la realidad a quereres alejados de los objetos en el mundo físico. (O)