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A raíz de la proclamación en redes sociales de la nueva prócer del perreo, abro debate para analizar las acciones de una república rebelde o de un país manchado por la ineficiencia en regular los derechos de autor. La visita de Benito, alias Bad Bunny, dejó un espacio para discutir sobre la ética de un problema gris lleno de piratería disfrazada de buenas intenciones.

20 Noviembre de 2022 17.22

Quisiera empezar con una confesión: no soy fan de Bad Bunny, excepto de un par de canciones que debido a su numerosa repetición se han quedado estancadas en mi cabeza por más tiempo del que quisiera admitir. Por suerte, este artículo no pretende iniciar un debate sobre los gustos musicales individuales, sino que busca ahondar en las acciones que realizó una espectadora de su concierto, Diana Carolina, la noche del miércoles, 16 de noviembre de 2022 en Quito. 

A sorpresa de todos, debo admitir que no fui al concierto, sin embargo, luego de levantarme al día siguiente me percaté que mis redes sociales estaban atestadas de videos de personas que sí habían elegido ese camino en la vida. Entre los más destacables estaba el video de cuatro chicos peléandose en las afueras del Estadio Olímpico Atahualpa, hasta que empezó a sonar la canción 'Neverita' y la riña terminó abruptamente debido al canto de sirenas. También estaba el caso de la contribución de 'el huevo' en el coro de la canción 'Callaíta'don reservado solo para los más avanzados constructores literarios ecuatorianos. 

Pero lo que más llamó mi atención era que en el trending #1 en Twitter estaba el nombre de Diana Carolina, proclamada por las masas como la nueva heroína nacional. Para los que no estén informados, ella es una tiktoker que transmitió en vivo el concierto del conejo malo a través de su cuenta personal. La mayoría de los mensajes, hacia este posible acto heroico, era de felicitaciones y agradecimientos por parte del séquito que no pudo conseguir una entrada para asistir al evento o de compatriotas que no pudieron ser anfitriones en sus respectivas ciudades de la gira de Benito Antonio Martínez Ocasio. Es aquí donde empieza el dilema trágico: ¿Las acciones de Diana fueron éticas o no? 

Voy a intentar asumir una posición neutral mientras trato de explicar esta interrogante. Por un lado, tenemos a quienes la consideran una ídola por haber democratizado el reggaetón, cuyo único concierto en la capital solo iba a estar impregnado en las pupilas de los asistentes y de los vecinos en las inmediaciones (quieran o no). Podemos asumir, por ejemplo que, cuando uno ingresa a un concierto con su celular tiene un permiso explícito para grabar la mayor cantidad de fotografías y videos posibles, es más, quizás ese es el punto por el cual las marcas realizan activaciones publicitarias para colgar sus afiches y promocionar sus productos y servicios.

Por otro lado, tenemos al minoritario grupo que la ve como una villana. Quizás no es la mayoría ni la elección más popular, pero tienen un punto al criticar sus acciones. Este bando promulga que hemos llegado a un punto tan normalizado de corrupción, que el hecho de grabar un evento privado atenta con el derecho a la propiedad intelectual de los artistas. ¿Qué pensarían si fuera el caso de un artista más pequeño que vendió los derechos de transmisión de su concierto? ¿O el hecho de grabar una película en el cine con un celular? Quizás en el segundo caso esa batalla ya está perdida, solo tenemos que ver en cada esquina una nueva tienda de DVDs piratas con la grabación 'premium' del sonido ambiente del canguil y la silueta de las personas que se levantan, una experiencia inmersiva digna del metaverso. 

Pero volviendo al tema, creo que este debate se genera porque no hay reglas claras de cómo se debe actuar en estos casos. Si es que está prohibida la transmisión deberían requisar los celulares en la puerta de la entrada del concierto. Si es que está permitida entonces el organizador del evento debería asumir explícitamente las pérdidas de los posibles ingresos extra que podría traer una transmisión pagada para cubrir los costos del artista invitado. ¿Entonces cuál es el rumbo a tomar? 

Algo interesante es que existen marcas que ya eligieron su bando en este debate al ofrecerle productos gratuitos como agradecimiento por su rol. Esta el caso de un medio de comunicación nacional que le regaló una suscripción a su periódico digital, pese a la ironía, ¿qué pasaría si me descargara su contenido pagado y lo compartiera gratuitamente? De seguro tendría repercusiones de carácter legal. Entonces, ¿los organizadores podrían tomar acciones judiciales en contra de Diana? También existe el caso del Mundial Qatar 2022, ¿qué pasaría si el hincha de un país llevara un dron y transmitiera en vivo uno de los partidos? A sabiendas de que los derechos televisivos son uno de los principales ingresos de la FIFA.

Admito que al principio yo también vi sus acciones con un halo de rebeldía y aprobación, era como ver una historia similar a la de David VS Goliat, que, en lugar de una honda, elegía un Smartphone como su herramienta predilecta. Sin embargo, a medida que pasa el tiempo este caso me deja, cada vez más, un mal sabor de boca, no solo por lo que pasó, sino porque en un país lleno de una corrupción palpable, la 'viveza criolla' es celebrada en lugar de ser reprochada. ¿Coneja mala o buena? ¿Tú qué piensas? (O)

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