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Algo que muchos analistas de Silicon Valley y Wall Street temían, era que el desmantelamiento de Facebook, Inc. y la dramática caída de sus acciones provoquen un efecto de “tsunami”, no solo en la Bolsa sino también en el valor de sus competidores, y por ende en la economía mundial, lo que efectivamente se cumplió.

22 Octubre de 2021 12.55

Fue precisamente a las 12h00 del 29 de Agosto (29A) del 2024, tras la controversial decisión de la Corte Suprema de Justicia, que la Comisión Federal de Comercio y la División Antimonopolio del Departamento de Justicia, ejecutaron la orden de apagar por completo los servidores de Facebook, Inc. el conglomerado de redes sociales, con sede en Menlo Park, California.

Quien tras dos años de apelaciones y una fuerte crítica republicana, finalmente perdió el más grande caso antimonopolio en la historia de EEUU. Que la administración Biden planteó a mediados de Mayo del 2022, en gran parte debido a la presión de la Unión Europea y las investigaciones y denuncias de miles de medios de comunicación e independientes. En las que se estableció (de manera no concluyente) que Facebook, a través de sus servicios interconectados, especialmente sus más grandes plataformas (Facebook, Instagram y Whatsapp), obtenía sin el total consentimiento de sus usuarios datos personales y de comportamiento, que posteriormente sus algoritmos usaban para mantener a la gente conectada por el mayor tiempo posible, favoreciendo así sus principal fuente de ingreso: la publicidad.

Consecuencias a corto plazo

Algo que muchos analistas de Silicon Valley y Wall Street temían, era que el desmantelamiento de Facebook, Inc. y la dramática caída de sus acciones provoquen un efecto de “tsunami”, no solo en la Bolsa sino también en el valor de sus competidores, y por ende en la economía mundial, lo que efectivamente se cumplió.

Muchos de los competidores que realizaron un gran lobby a nivel mundial, para acabar con la ahora difunta empresa de Mark Zuckerberg, se vieron tremendamente afectados por la reacción en cadena que provocó la caída del precio de sus acciones. Debido a la desconfianza de los inversores hacia las empresas tecnológicas (inclusive en las nacientes startups). En este nuevo escenario en el que el gobierno federal estaba decidido a retomar el control de un país totalmente polarizado, enfrentado y con tintes separatistas, aparentemente por la gran influencia que las redes sociales podían ejercer en el electorado, como se expuso en el mediático segundo caso en contra de Cambridge Analytica (2021) gracias a las confesiones de Robert Mercer y la extradición de Alexander Nix.

Otra de las grandes consecuencias del fatídico 29A, fue la saturación y el colapso de otras grandes redes sociales occidentales como Twitter, YouTube, Gmail, Telegram y otras decenas que no solamente presentaron intermitencias, sino que desaparecieron por completo, dejando incomunicados a billones de personas alrededor del mundo. 

Dos años después gracias a la documentación presentada por el informante Edward Snowden quien irónicamente después de desertar de su asilo voluntario en Rusia (REF: ¿Snowden fue siempre un agente americano? Septiembre, 2025 ), expuso que el colapso del 29A fue en gran parte provocado por ataques de negación de servicio (DOS), coordinados con ataques a la infraestructura física de los cables de datos submarinos en el pacífico y el hackeo a la red de satélites GPS, perpetradas por países hostiles a la administración Biden.

Consecuencias a mediano plazo

Las 72 horas posteriores al 29A, fueron lo más cercano que los países occidentales se acercaron a la Edad Media europea. Gracias al decreto de emergencia A1101, que prácticamente expropió el proyecto Aquila (la red de drones de Facebook desplegada para proporcionar “internet gratuito a países en desarrollo”), integrándola a la red de satélites Starlink, del ahora Secretario de Seguridad e Inteligencia Artificial, Elon Musk, occidente no se habría recuperado a tiempo para detectar y neutralizar los movimientos navales en contra de la alianza AUKUS en el Pacífico sur y los misiles hipersónicos emplazados en Turquía.

La hiper digitalización de las relaciones personales y profesionales y la desaparición del trabajo presencial, aceleradas por la peligrosa variante Epsylon del Covid-19A. Obligaron a fortalecer de manera exponencial, todos los sistemas de información y conectividad, para suplir las necesidades del nuevo encierro voluntario. Pero tuvieron una consecuencia secundaria importante: cada vez dependíamos más del flujo constante e ininterrumpido de internet y de las redes sociales y sus meta-servicios vinculados al comercio electrónico.

No se sabe a ciencia cierta cuántos pequeños y grandes negocios dependían del ecosistema de herramientas personales y profesionales de Facebook Inc. Pero se estima que en el 2021 la red social Facebook contaba con 2.8 billones de usuarios, 2 billones de usuarios de Whatsapp (incluyendo Whatsapp Business), 1 billón de cuentas de Instagram y más de 10 millones de websites usaban Facebook Pixel (la herramienta de analítica estadística y de comportamiento).

Tener un cálculo exacto de las pérdidas económicas (y que muchos casos fueron personales) del cierre de Facebook es prácticamente imposible. Sin lugar a dudas los primeros afectados fueron los pequeños negocios, que tenían en la red de Facebook una manera fácil, eficiente y económica de promocionar sus productos y servicios a través de pauta digital, tuvieron que migrar a otras redes, como Twitter Ads y Google Ads, con una inversión muchísimo mayor a la que estaban acostumbrados.

Lo mismo sucedió en Instagram, la quintaesencia del capitalismo y “la economía de la influencia”, que fue el último terreno de batalla de las grandes marcas e influencers contra los nuevos y eclécticos grupos multidisciplinarios integrados por detractores de la inteligencia artificial, psicólogos del comportamiento, fundamentalistas religiosos, ONGs y Think Tanks auspiciados por grandes grupos de poder, que veían a Zuckerberg como un gigante fuera de control que atentaba contra sus intereses geopolíticos y económicos.

El destino de Whatsapp fue muy diferente. Al desaparecer la plataforma, su inmensa base de usuarios migró a cientos de plataformas alternativas, muchas de ellas con dudosas políticas de usuario y protección de datos, que provocaron filtraciones masivas de información sensible, como: conversaciones, números de tarjetas de crédito, fotos, videos y chats que fueron la base de los conocidos de la investigación de los “Monaco Papers”, publicadas por NYT y que causó la denominada “Primavera Europea”.

Consecuencias a largo plazo

Pocos meses después del 29A y permeados gracias al “Gran Firewall Chino” y al aislacionismo digital ruso, estas dos potencias pasaron a ocupar el lugar de los gigantes de Silicon Valley, que cada vez se veían más regulados y desfinanciados.

YouTube se vio obligado a poner en stand-by indefinido su política de monetización de contenido, provocando el rechazo de sus usuarios y la caída de sus acciones, lo que lo llevaría finalmente al cierre apenas 1 año después. ByteDance, la dueña de TikTok vio una oportunidad y ofreció la monetización inmediata de todos sus contenidos, causando una migración masiva de los usuarios de YouTube y Twitch a su plataforma. Sin saber que 9 meses después ByteDance sería obligada por el gobierno chino a integrarse a la “superapp” WeChat, que ahora funcionaba a su completa capacidad en occidente.

Telegram fue uno de los grandes ganadores de la batalla de las apps de mensajería instantánea, gracias a sus protocolos de encriptación punto a punto y que siempre se presentó en occidente como una alternativa gratuita (300 millones de usuarios), segura y viable a Whatsapp. Sin embargo apenas 3 meses después, la empresa fundada por Pável Dúrov, fue intervenida por el gobierno ruso, tal y como había hecho en el pasado con otra de sus creaciones, la red social VK (el equivalente ruso a Facebook) y fue puesta a disposición de la administración Putin, poniendo en tela de duda la transparencia y seguridad de la información de sus usuarios.

Tras estos inesperados, pero no impredecibles movimientos, el gobierno de la presidenta Kamala Harris, de corte más radical y de acción que el de su predecesor. Acudió por recomendación del Secretario Musk a su antiguo colega Peter Thiel, quién gracias a su tecnología Palantir, había previsto estos escenarios y había empezado a trabajar en una “solución” que le devuelva a Silicon Valley y por lo tanto al Capitolio, la hegemonía de la información sobre sus competidores. Esta solución 2 años después vino de la mano de Jack Dorsey, que respaldado por la nueva Ley Patriota convirtió a Twitter en una “super app” albergando (eufemismo de absorviendo) a Alphabet (Google), Snapchat Technologies y expropiando el 51% de Apple, todo en favor de obtener una superioridad en la fabricación de chips, hardware de última generación y computación cuántica. (O)

Nota del autor: Este artículo de opinión es puramente ficticio y está inspirado en muchas influencias desde el relato de 1940 “Farewell to the Master” de Harry Bates, hasta la extrapolación de datos reales, análisis y estadísticas de libre acceso público. Y está pensado más que una guía, en una advertencia de las consecuencias que puede tener el populismo cibernético y la falta de conocimiento de la historia. Que más de una vez nos ha demostrado es cíclica.

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