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La empatía intelectual es tratar de comprender opiniones de forma auténtica, rutinaria y renunciando a tener la razón, una fijación que nos intimida si no la conseguimos. ¿Qué pasa si no tengo la razón? Pues nada. A diferencia del egoísmo, la empatía ayuda a ver la realidad. La integridad intelectual en cambio es la capacidad de aplicar en uno mismo los estándares que exigimos a otros, y lejos de la hipocresía, es practicar lo que decimos.

06 Mayo de 2022 10.46

El pensamiento crítico no es lo mismo que el pensamiento que critico o el derecho de añadir algo propio al resto para sentir que somos libres. Es en realidad una manera de ver la vida y de hacer las cosas a través de la reconstrucción del pensamiento que bien podemos cultivar, pero que no siempre ocurre porque nos dejamos llevar por el modo automático de criticar y creer que lo que más importa es tener la razón.

Pese a la necesidad de actualizar o corregir modelos educativos en muchos contextos culturales, es innegable que uno de los mayores beneficios del lifelong learning o educación permanente (empresarial, ejecutiva, continua, formación, capacitación, etcétera…), es la oportunidad de mejorar el pensamiento crítico para potenciar el aprendizaje interior y profesional.

La demanda actual de la educación en negocios necesita integrar el estudio de tendencias globales de gestión, sostenibilidad, diversidad, innovación, integridad corporativa, artes liberales y actividades extracurriculares (foros empresariales, charlas de expertos, creación de redes, mejores prácticas, visitas internacionales, entre otras) que solo pueden ser potenciadas a través del desarrollo del pensamiento crítico.

Una de las explicaciones más claras es la de Paul y Elder (2021) que proponen al pensamiento crítico como una forma explícita y dirigida de pensar para llegar a conclusiones con fundamento a través del uso de criterios de evaluación apropiados, con la intención de determinar el mérito o verdadero valor de algo, y que necesita de un mejoramiento continuo de competencias de su pensador.

Como la gente tiene su única forma de percibir el mundo, por naturaleza negamos opiniones que confrontan nuestras creencias. Para ser pensadores críticos, hay que aceptar que todas las percepciones son necesarias de considerar porque no son ni menos ni más relevantes entre sí.

Paul y Elder proponen que, para lograr una mente abierta, disciplinada y funcional, se deben desarrollar hábitos intelectuales de humildad, coraje, empatía, integridad, perseverancia, confianza en la razón, y autonomía. Estos hábitos están interrelacionados, se desarrollan a lo largo de los años en entornos de información incompleta y sobrevaloración de la razón. 

De algún modo, todos ignoramos la realidad porque es imposible conocer todo, y contraria a la arrogancia (juzgar sin saber), la humildad intelectual consiste en aceptar las limitaciones de las creencias propias y valorar las externas. El coraje intelectual, diferente de la cobardía (miedo a las ideas ajenas) es un hábito que permite ver la parte de verdad de “lo nuevo” y cuestionar a la vez la porción de falsedad de “lo establecido”, y nos anima a romper con la idea de que somos lo que creemos, y por tanto a abrir la mente.

La empatía intelectual es tratar de comprender opiniones de forma auténtica, rutinaria y renunciando a tener la razón, una fijación que nos intimida si no la conseguimos. ¿Qué pasa si no tengo la razón? Pues nada. A diferencia del egoísmo, la empatía ayuda a ver la realidad.  La integridad intelectual en cambio es la capacidad de aplicar en uno mismo los estándares que exigimos a otros, y lejos de la hipocresía, es practicar lo que decimos.

Otro rasgo relevante es la perseverancia intelectual para no rendirse ante la frustración.  Diferente de la pereza, es un hábito que requiere de disciplina y agilidad para hacer frente a nuevos retos de aprendizaje hoy en día tan necesarios. Por eso la perseverancia es cuestión de cantidad y calidad; es decir, de tratar más veces y más duro (mejor) para lograr resultados sostenibles.

La confianza en la razón es otro hábito que promueve el pensamiento crítico porque se enfoca en respetar el razonamiento y la evidencia para argumentar. Implica valorar la capacidad personal que todos tenemos para aprender a razonar sin necesidad de la intervención ajena.  Este hábito me recuerda a la diferencia entre ayudar y servir; debido a la desconfianza, la ayuda generalmente es sinónimo de “dar haciendo” mientras que el servicio consiste en dar información y herramientas, con confianza, para que otros aprendan de su propia experiencia. 

Finalmente, la autonomía intelectual es valorar la independencia del pensamiento propio. Cuando nos conformamos con puntos de vista o noticias externas sin cuestionamiento alguno, dejamos pasar la oportunidad de aprender a usar el razonamiento para construir criterios útiles, y nos convertimos en una especie de antena repetidora de lo que se anuncia de moda.

Estos rasgos o hábitos parecen obvios pero el pensamiento crítico no es un fin que se logra de la noche a la mañana. Las personas pensamos incluso sin darnos cuenta con arrogancia, cobardía, egoísmo, hipocresía, pereza, desconfianza y dependencia, y en consecuencia criticamos sin aceptar, saber o razonar. 

Ser conscientes del pensamiento automático nos da la oportunidad de valorar al pensamiento crítico como un proceso que se puede mejorar con el tiempo, a través del análisis y evaluación de hábitos de pensamiento. En una frase, el pensamiento crítico es “el arte de pensar acerca del pensamiento, mientras piensas, para pensar mejor” (Paul & Elder, 2021).  (O)

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