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En un mundo donde muchas veces predomina la indiferencia, mantener el saludo es un acto que nos recuerda que la humanidad se sostiene en esos pequeños gestos que nos conectan.

13 Junio de 2025 15.59

Quizá te ha pasado que entras a un ascensor y dices "buenas tardes", pero las personas que allí se encuentran ignoran tu saludo. No sé a ustedes, pero a mí se me vienen a la mente pensamientos como: "no saben saludar", "seguro les incomoda algo" y luego pienso: "¿qué más da?". Al final, salgo del ascensor y, como si no hubiera aprendido la lección, me despido y digo "hasta luego", aun sabiendo que no recibiré respuesta. En otras ocasiones sí consigo, al menos, que al despedirme tenga una que otra respuesta.

¿Es puro afán de comunicación? Ni tanto. Lo que realmente pasa es que pienso que el saludo es realmente importante y no quiero dejarme llevar por un sesgo tan desagradable como dejar de saludar y de despedirme. Pero voy a fundamentar por qué es importante.

Recuerdo que, siendo niña, antes de ingresar a cualquier evento social, familiar o escolar, la norma básica y elemental era: "entra saludando a todos". Si algo de introversión tenías, se te debía ir. Hoy hay mayor libertad para elegir cómo saludar y cómo comportarse; sin embargo, por las evidencias a lo largo de mis saludos fallidos —en ascensores, en espacios que comparto con gente en común y en muchos otros lugares— noto que se nos ha ido la mano en dejar a la libertad y al respeto de los niños y niñas el saber cómo y cuándo saludar.

Lo que hay detrás del saludo no es solo una norma social, sino que también tiene que ver con la comunicación y el uso del lenguaje en diversos contextos: es decir, con el lenguaje pragmático. En definitiva, enseñar a los niños y niñas a usar las palabras adecuadas en el momento adecuado —y a entender las costumbres de cada cultura— es tan importante como enseñarles vocabulario o gramática. En este contexto, se incluye el saludo (Agustín, 2005).

Los bebés inician el proceso de comunicación desde los primeros días de vida. Una conducta muy llamativa es la "sonrisa social", que aparece alrededor de los 2 meses, y la hacen por imitación; es el adulto quien interpreta que el niño la realiza de forma intencional. El punto es que, a partir de este intercambio sencillo de comunicación, vendrán más conductas que permitirán luego la adquisición del lenguaje. Es así que, entre los 8 y 12 meses, comienzan a mover sus manos para decir sin palabras "hola" y "chao". Esto lo hacen mirando a la persona y realizando el gesto: son conductas esperadas y que son previas a la emisión de las primeras palabras.

Si saludar inicia desde tan temprana edad, ¿qué pasa después? ¿Por qué dejamos de hacerlo? ¿Por vergüenza? ¿Quizá nos incomodan los otros? Cualquiera que sea la causa, culturalmente y desde la perspectiva pragmática, no es una conducta adecuada, porque nos impide iniciar comunicación o, simplemente, cumplir con las normas culturales aceptadas en el lugar en el que nos desenvolvemos.

Como padres, entiendo que ahora queramos dar libertad para que saluden con la mano y no con un beso, o que eviten el contacto físico si no lo desean. En lo que no estoy de acuerdo es en evitar o simplemente ignorar que se deje de saludar. Ahora bien, tomando matices, hay edades en las que los niños tienen mayor introversión y cierto temor por los desconocidos; ahí puedo entender que el niño o la niña se refugie en el regazo de sus padres y evite el contacto con extraños. Sin embargo, en los adultos es en quienes no debería faltar, al menos, la intención de fomentar el saludo, aunque sea a cierta distancia.

Al dejar de saludar enviamos un mensaje en el que se podrían interpretar muchas cosas, desde una marcada indiferencia, hasta el restar valor a esta eficaz herramienta de comunicación, clave para una buena convivencia, algo que destaco es que, primordialmente al evitar saludar marcamos distancia con quienes nos encontramos y fomentamos cierta desconexión con la comunidad. En un mundo donde muchas veces predomina la indiferencia, mantener el saludo es un acto que nos recuerda que la humanidad se sostiene en esos pequeños gestos que nos conectan. (O)

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