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El liberalismo se ocupa, en cambio, de limitar el poder, incluso el del pueblo, y para ello está el Estado de Derecho con sus principios de sujeción general a la Ley, responsabilidad política, división de funciones y sistema de chequeos y controles.

03 Septiembre de 2021 13.11

Si algún concepto político ha sido incomprendido, denostado, confundido y manipulado, ese es el liberalismo. Los conservadores, primero, la izquierda socialista, después, han sido sus constantes enemigos. Buena parte del discurso del neo populismo latinoamericano se sustenta en la simplificación aquella de identificar al liberalismo exclusivamente como la “perversa doctrina” del capitalismo de casino, e interpretarlo como la fuente todos los males, la renuncia a todas las soberanías y el fundamento de todas las explotaciones. Pero, como en todo lo humano,  en este tema hay distinciones, que los discursos al uso han tergiversado e ignorado a sabiendas.  

I.- Los liberalismos.- Hay el liberalismo político y el liberalismo económico. El “neo liberalismo” es una palabra con mucha fortuna mediática, dotada de gran habilidad discursiva; es lo que podría llamarse una forma de “posverdad”. Es una deformación política que ha causado (i) la satanización, por la vía de la generalización y de la propaganda,  de toda  propuesta liberal, (ii) la confusión interesada entre los dos matices del liberalismo; (iii) la sugerencia de que el liberalismo es únicamente la expresión de una faceta del capitalismo; (iv) el olvido interesado de que el liberalismo fue el referente del constitucionalismo, el “inventor” del Estado de Derecho, y el contradictor del conservadorismo, del fascismo y del comunismo; (v) que nació como respuesta al absolutismo y que puso en entredicho a los fundamentos del poder y a las estructuras de los estados intervencionistas; (vi) incluso, se ha inducido a la confusión entre liberalismo y “fascismo de mercado”, confusión en la cual hasta las dictaduras, represoras, paradójicamente resultarían “liberales”. 

II.- Las tesis olvidadas del liberalismo.- La interesada promoción de la “maldad esencial de liberalismo”  ha generado la convicción errada de que sus tesis no irían más allá algunas recetas económicas propuestas por organismos multilaterales y de los programas de ajuste. Esto ha llevado al olvido de las  tesis políticas y filosóficas de factura liberal, que son el fundamento de las sociedades modernas, la sustancia del Estado de Derecho y de la democracia y la esencia de los derechos fundamentales, ahora paradójicamente interpretados como “conquistas socialistas”, cuando los socialismos totalitarios son los más refinados enemigos de esos derechos, porque el individuo con dignidad estorba al proceso de masificación y a la  ingeniería social que promueven los colectivismos, dirigida a la construcción del “nuevo hombre”: esclavo de la burocracia y sirviente del poder. 

2.1.- El individuo,  centro de la política y de la economía.- Para el liberalismo, el centro del mundo es el individuo de carne y hueso, con sus derechos y su dignidad. Sobre él no prevalece ningún colectivo, nación ni pueblo ni dogma. El Estado está al servicio de las personas, y solo se justifica como entidad legítima cuando genera las condiciones necesarias a fin de  que exista un mínimo de convivencia civilizada, que permita el ejercicio de las libertades bajo la ley. La libertad, la ausencia de coacción, es el valor superior, y su correlato, la tolerancia y la responsabilidad. 

2.2.- El principio de los “derechos retenidos”.-  Bajo la teoría contractualista de la formación del Estado -una de las ideas del liberalismo-,  el individuo es el único titular originario de todos los derechos, quien, al formarse la entidad política,  transfiere en forma condicional algunos derechos políticos, los necesarios para asegurar la convivencia y promover las libertades. “Se ceden algunas libertades en forma condicional, a cambio de seguridad.” Pero los derechos  fundamentales (la vida, la integridad, las libertades esenciales, la propiedad, las garantías judiciales, etc.) no se ceden; al contrario, se retienen, y el individuo jamás pierde su titularidad.  El Estado queda condicionado a cumplir las tareas provenientes del encargo provisional que los individuos le hacen; queda condicionado a someterse a la Ley y a responder por los actos de sus funcionarios. El Estado no tiene derechos, tiene apenas facultades legales revocables. 

2.3.- La libertad de conciencia.- Para el liberalismo, la primera y fundamental libertad es la de conciencia, de allí nacen las demás; de allí su enfrentamiento con la Iglesia; de allí la vinculación esencial entre laicismo y liberalismo; e allí también el principio del límite a los poderes y el concepto del “espacio de autonomía de las personas”, el derecho a la intimidad, y la condena a toda suerte de absolutismos, dogmas y catecismos. Los librepensadores fueron y son liberales. Asociada a la libertad de conciencia, está la tolerancia. 

2.4.- El Estado Mínimo.- El liberalismo propicia el “Estado mínimo”, bajo el presupuesto de que el poder es inevitable, pero no deseable como opción para construir un “ogro filantrópico”, ni para edificar un gigante que desplace a la sociedad civil y la suplante como creadora de riqueza, generadora de cultura y de espacios para ejercer las libertades. El Estado obeso no es tesis liberal. El Estado mínimo concilia con el concepto del “individuo pleno”. En los totalitarismos, los conceptos que conjugan entre sí son los de “Estado máximo” e individuo sometido y mínimo. 

2.5.- La democracia liberal.- No toda democracia es liberal. Existe la democracia “anti liberal” sustentada en el absolutismo de las mayorías y en la expansión del poder, derivada de la teoría de la voluntad general de Rousseau. Hay la democracia plebiscitaria, que pretende eliminar al otro y consolidar la intolerancia en nombre de las masas. 

Es necesario en este punto precisar que la democracia se ocupa de legitimar el poder en nombre del pueblo. El liberalismo se ocupa, en cambio, de limitar el poder, incluso el del pueblo, y para ello está el Estado de Derecho con sus principios de sujeción general a la Ley, responsabilidad política, división de funciones y sistema de chequeos y controles. (O)
 

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