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estupidez
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El daño causado por los estúpidos es enorme, pues al tiempo de complacer a sus pares levantan dudas entre quienes sin serlo caen en la confusión promovida por los estultos.

3 Diciembre de 2025 16.40

Uno de los mayores riesgos a enfrentar la sociedad es la "estupidez" de sus miembros. Etimológicamente, es la fusión del sufijo "ez" (cualidad) y el vocablo stupiduz (aturdido), ambos latinos. Transmite molestos rasgos de necedad y simpleza, con base en los cuales los agentes observan ciertos fenómenos sociales. Reflejan marcada tendencia a apartarse de la indispensable objetividad, siendo que consideran sus criterios y opiniones como válidos, al margen de evidencias contrarias. No es siempre carencia de inteligencia, pero incapacidad de entender los sucesos más allá del interés por enmarcarlos en conveniencias propias. El daño causado por los estúpidos es enorme, pues al tiempo de complacer a sus pares levantan dudas entre quienes sin serlo caen en la confusión promovida por los estultos.

Los titulares de estupidez son seres inescrupulosos, vanidosos, fuleros, banales, prejuiciosos y perversos; por ende, nocivos y amenazantes. Cuando el estúpido toma conciencia de su "defecto" deviene en un ser que detesta a sí mismo... y emprende en un proceso de odio al medio del cual es pieza. El resentimiento lo traduce en el sumario de endosar ese desperfecto intelectual al universo de la sociedad. Si la comunidad desciende al juego de tales seres, el espacio social comienza a contagiarse y termina por convertirse en uno amorfo donde prima la sinrazón.

El hombre en análisis, tomando las nociones ofrecidas por Friedrich Nietzsche (1844-1900) respecto del bien y el mal, subsiste agradecido de Dios y del diablo -seres que comparten idéntica naturaleza mística-, de la oveja y del gusano vegetante en él, dependiente de honores ofrecidos por sus semejantes. Según el alemán, su erudición florece en las tinieblas, en las sombras de la noche y suspira venalidad. Ello es frecuente en el mundo de la política de los países que se "dejan llevar" por los extremos ideológicos. Los fundamentalistas de derecha y de izquierda, que en ética son lo mismo, al abstraerse de la sensatez brindada por el término medio racional, irradian estupidez. Conducen a las naciones que las acogen hacia regímenes caracterizados por abandono del forzoso equilibrio social, axiomática declaración de estulticia.

La sociología y la psicología reconocen estupidez en manifestaciones y conductas humanas llamadas a ser resaltadas. Comencemos por la palmaria resistencia para ilustrarse de, y cultivarse en, las experiencias. Aquella, tanto en el ámbito intelectual como en el académico. Cierra el círculo del necio la rebeldía a tomar nota de lo transmitido por la debida observación del entorno. Permanece en el desierto del desafuero de su tontería y, en consecuencia, yace de manera permanente en órbita de barbarie. Esta deficiencia viene atada a su inmutable idea de estar siempre en lo correcto. Al dejar de educarse en academia y fácticamente -y considerar que sus opiniones son acertadas ante todo evento- las probabilidades de superar el defecto son casi nulas.

Los modos conductuales en cita complementan con la constante disposición, de los actores sociales doctorados en estupidez, a hablar más que a escuchar. El vicio va de la mano de una sostenida "sobre-autoconfianza". En todo caso, quien predica en demasía sin dar oídos a lo bueno o malo que un interlocutor tiene para decir, peca también de soberbia. De hecho, el estúpido es altanero. Los actores sociales renuentes a aguzar las orejas, por lo general, exteriorizan también puerilidad al autocalificarse de peritos en temas ajenos a su preparación.

El sabio "conoce", lo cual implica la sensibilidad de quien entrevé. Sin embargo, el "conocimiento" está convocado a complementarse con el "entendimiento", que concibe, razona y deduce. La sabiduría es entendimiento, no mero conocimiento. Afirmábamos en el ensayo Conocimiento y entendimiento, que forma parte de nuestra obra La -irritante- decadencia del ser humano, que alardear del conocer sin adentrarse en el entender es limbo poco ilustrado, propio de la estupidez.

Las revelaciones descritas llevan a un nuevo puerto en la materia. En efecto, en las sociedades permisivas de estulticia germinan seres que discursean y actúan impulsivamente, e imputan a terceros sus propias deficiencias. Esos mismos entes sin esencia intelectual están perpetuamente atentos a juzgar a los discrepantes de sus conceptos elaborados en la lejanía de las realidades circundantes. Arriban así a conclusiones antojadizas e inicuas. En tal contexto, la sociedad pasa a emponzoñar su actuar de acciones y reacciones obstaculizantes de progresos intelectuales, sociales, políticos, materiales. En definitiva, de lo que requiere un país para un presente decoroso y un futuro en que prime la justicia social, representativa de equidad a título de ética social y de escrúpulos morales. Cuando dejamos de lado a esa ecuanimidad, la sociedad desintegra en perjuicio de quienes anhelamos armonía integral en la nación de que somos parte, al margen de consideraciones ideológicas. (O)

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