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Si mañana un barco te abandonaría en una isla desierta ¿qué llevarías o a quién invitarías?

01 Abril de 2022 15.30

Me consideraba una persona simple y descomplicada hasta que, la semana pasada, mi hija me preguntó:

Si mañana un barco te abandonaría en una isla desierta ¿qué llevarías o a quién invitarías?

Mi marido, que dormitaba en el sofá de la habitación, instintivamente, respondió: agua, fósforos y un machete. ¡Cero invitados!, se comen las provisiones.

Mi hija sonrió y después pregunto: ¿Y tú, mami?

Bueno, le dije, apuntando la mirada al infinito, invitaría a Lola, mi mejor amiga, ella con su increíble habilidad para entablar conversación hasta con los peces, haría entretenida nuestra estancia. Tendríamos tiempo para ejercitarnos y tomaríamos agua de coco para prevenir la deshidratación. En ese instante recordé que Lola, además de magnífica oratoria, tiene obsesión por la limpieza y que seguramente se la pasaría barriendo todo el día, entonces analizando mejor la situación repliqué:

No, creo que invitaría a tu abuela. Ambas nos mantendríamos ocupadas con las confidencias que por las tardes no podemos contarnos sin que el vecino, el perro o el timbre nos interrumpan. También, llevaría una playlist que nos guste a las dos: ¿Roberto Carlos?, ¡no!, su gato me pone triste y azul, ¿Serrat?, ¡tampoco!, muy culto. Alguien más alternativo... ¿Arjona?, ¡peor!, no aguantaría mucho tiempo su lírica metafórica de toso para adentro y retrocedo hacia adelante. Además, ahora que lo pienso, los reproductores necesitan recargar baterías y en las islas desiertas no hay enchufes, así que definitivamente la música se queda.

Medité un poco más y dije.

¡Ya sé!, llevaría un libro que no haya leído e indudablemente mis píldoras para combatir el insomnio. 

Entrada la noche, yo filosofaba, mi hija bostezaba y mi marido roncaba como ametralladora.

Días después, tras analizar mis respuestas, me di cuenta de que, en efecto, el agua, los fósforos y el bendito machete, era todo lo que se necesitaba para subsistir en una isla desierta. 

Mi marido en ese tema me lleva ventaja, confieso que desde que nos casamos ha aprendido mucho sobre supervivencia; además, él nunca ha incluido más de tres objetos en una maleta viajera. De hecho, a nuestra luna de miel, llevó escasas prendas de vestir, que, amablemente, compartió conmigo después de que la aerolínea perdió mi equipaje. Yo, usando su ropa interior, lloraba desconsolada, él, sin ropa interior, paseaba por todo el resort buscando comida gratis.

Imagino que por su gran capacidad resolutiva; ahora mismo él duerme a pierna suelta, mientras yo busco el frasco de soporíferos en el cajón y cruzo los dedos para que mi hija haya heredado su privilegiada forma de comprender la vida. (O)

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