En la nueva economía del conocimiento, donde la velocidad de cambio supera la capacidad de las estructuras educativas tradicionales para adaptarse, las microcredenciales han emergido como una de las respuestas más prometedoras y necesarias. Más allá del entusiasmo que ha generado el Informe de Impacto de las Microcredenciales 2025 de la plataforma Coursera —que documenta su efecto transformador en más de 2.000 estudiantes y empleadores de seis regiones del mundo—, organismos internacionales, gobiernos y universidades de primer nivel están alineando sus esfuerzos hacia un mismo destino: certificaciones breves, específicas y reconocidas que validen habilidades reales con impacto inmediato.
El modelo tradicional de formación universitaria, basado en programas largos y rígidos, ya no responde con la eficacia que exige el mercado. Según Coursera, el 96% de los empleadores encuestados afirma que las microcredenciales "fortalecen la solicitud de empleo de un candidato" y el 90% está dispuesto a ofrecer salarios iniciales más altos a quienes las posean. En América Latina, esta cifra alcanza el 94%.
En paralelo, el Foro Económico Mundial y la UNESCO IESALC han alertado sobre la necesidad de reconversión masiva de habilidades. En febrero de 2025, la UNESCO reunió a líderes de más de 20 países en Montevideo para discutir cómo estandarizar y asegurar la calidad de las microcredenciales en la región. El consenso fue claro: no basta con tener microcredenciales, deben ser confiables, transferibles y reconocidas a nivel nacional e internacional.
Contrario a lo que aún piensan algunos sectores académicos, una microcredencial no es un MOOC casual ni un certificado informal. Es una credencial estructurada, con evaluación estandarizada, emitida por una institución confiable y diseñada para demostrar habilidades alineadas al trabajo. Como afirma el informe de Coursera, "los programas de microcredenciales impulsan el desarrollo de habilidades esenciales y la preparación laboral inmediata, especialmente en roles digitales, de datos y tecnología".
El 94% de los estudiantes consultados cree que estas credenciales los ayudan a desarrollar habilidades clave y el 91% piensa que les permitirán destacar y triunfar en su primer empleo.
Universidades top de la región ya han comenzado a integrar microcredenciales como parte de sus estrategias de innovación curricular. La Universidad de São Paulo (USP), la Pontificia Universidad Católica de Chile (UC) y la Universidad de los Andes (Colombia) han lanzado programas que combinan certificaciones con créditos académicos en áreas como sostenibilidad, ciencia de datos, IA Generativa y ciberseguridad.
En Ecuador, la Universidad de Las Américas (UDLA) ha puesto en marcha un ambicioso proyecto denominado Micro certificaciones UDLA, a través del cual estudiantes de las carreras de Ingeniería en Biotecnología, Ingeniería de Software e Ingeniería en Ciberseguridad están en proceso de obtener certificaciones internacionales en inteligencia artificial generativa. Este es tan solo el primer paso de una estrategia más amplia para brindar a los estudiantes credenciales que potencien significativamente sus oportunidades laborales.
En México, el 84% de los empleadores encuestados por Coursera dijo haber contratado al menos a un candidato con microcredenciales en el último año, y el 94% prefiere perfiles que las incluyan junto a créditos universitarios.
El caso de Project Advance Austin en la Universidad de Texas es especialmente inspirador: los estudiantes que completan un certificado profesional con créditos de IBM en gestión de proyectos aplican su conocimiento en organizaciones sin fines de lucro, reportando cero deserción y altos niveles de empleabilidad. Este tipo de modelos es perfectamente replicable en nuestra región.
Pero no todo es color de rosa, persisten desafíos fundamentales. Primero, el reconocimiento formal: si bien muchas microcredenciales tienen valor de facto en el mercado laboral, no todas están aún incorporadas formalmente en los marcos de títulos universitarios. Según la OEI, solo una minoría de países en Iberoamérica ha regulado su uso y convalidación académica.
Segundo, la fragmentación. Sin estándares compartidos, proliferan credenciales de baja calidad que erosionan la confianza en el modelo. Tercero, la equidad: las mujeres están subrepresentadas en cursos de IA Generativa, una brecha preocupante dado que esta es hoy la habilidad más valorada por los empleadores, según el 92% de ellos.
Para que las microcredenciales cumplan su promesa transformadora, los gobiernos deben establecer marcos de calidad y reconocimiento nacional, las universidades deben integrarlas en sus mallas curriculares y los empleadores deben validar su utilidad en procesos de contratación y ascenso.
En Europa, la Comisión Europea ha trazado una hoja de ruta para integrarlas en todas las etapas educativas y profesionales. América Latina no puede quedarse atrás. Las iniciativas de la UNIA en España y la Universidad de Zaragoza muestran cómo los sistemas públicos pueden liderar la adopción.
Si algo nos enseñó la revolución digital es que el conocimiento valioso no siempre se mide en títulos extensos, sino en habilidades pertinentes. Las microcredenciales no son un atajo ni una moda: son la infraestructura formativa que mejor se adapta al nuevo tiempo.
Para las universidades, representan una oportunidad de reconectar con las demandas del siglo XXI. Para los estudiantes, una vía ágil hacia la empleabilidad. Para los empleadores, una herramienta para cerrar brechas de talento. Y para los países, una estrategia de inclusión y competitividad.
En un mundo donde el cambio es la única constante, aprender poco y aprender siempre podría ser el nuevo estándar. Las microcredenciales están marcando ese camino. (O)