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“Los niños están aterrorizados, se preguntan si sus hogares serán bombardeados, sus amigos heridos, su seguridad y sentido de normalidad perdidos”. Solo la diplomacia y el diálogo conducirán a un resultado que proteja sus vidas y sus derechos” (Irina Saghoyan, directora para Europa del Este de Save the Children).

04 Marzo de 2022 11.58

Con esta declaración la directora ejecutiva de UNICEF, Catherine M. Rusell, mencionaba el pasado 24 de febrero en la ciudad de Nueva York, su preocupación sobre la situación de la infancia en Ucrania, donde la vida y el bienestar de 7,5 millones de niños están amenazados por la guerra. Un conflicto que ya ha destruido diversas infraestructuras básicas e instalaciones educativas esenciales y que causará traumas y mucho dolor en la población (UNICEF, 2022).

Según la ONG Save the Children, esta escalada de violencia podría destruir a toda una generación, más de 400.000 niños viven en zonas de alto riesgo.

“Los niños están aterrorizados, se preguntan si sus hogares serán bombardeados, sus amigos heridos, su seguridad y sentido de normalidad perdidos”. Solo la diplomacia y el diálogo conducirán a un resultado que proteja sus vidas y sus derechos” (Irina Saghoyan, directora para Europa del Este de Save the Children).

A pesar de que varias organizaciones mundiales incluyendo esta ONG hacen constantes llamados urgentes a todas las partes del conflicto para que acuerden un cese inmediato de las hostilidades, con el objetivo de reducir el riesgo para la vida y el bienestar de la infancia, parece que el poder no los escucha y que el mundo se tapa los oídos a sus ruegos y súplicas por cuidar a la infancia de esta catástrofe.

Ahora imaginemos a un niño o niña de 6 años, que podría llamarse, Alejandro, Isabela, Sebastián, o Danna, preguntando: Mamá, ¿qué es ese ruido? ¿a dónde vamos? ¿por qué papá se queda y nosotros nos vamos? ¿y la abuela, se queda también? ¿iré mañana a la escuela? Y así, un gran número de preguntas que no tienen respuestas claras, porque la guerra no las da y no las tiene, y la mente; y el corazón de quienes son víctimas de un conflicto bélico no lo pueden explicar, solo están claros de que todo ha cambiado y que de un momento a otro se han convertido en refugiados, que con pocas pertenencias dejan su vida, familia, amigos, trabajo, escuela atrás, para encaminarse en algo incierto y desconocido. Así, lo han mostrado las imágenes que reflejan la incertidumbre de varias madres que han viajado cientos de kilómetros solas con sus hijos, para llegar a un destino seguro, lejos de la guerra.

Si este conflicto lo trasladáramos a nuestro entorno ¿qué haríamos si nos estuviera afectando directamente a nosotros? Quizá y sí está presente, pero no lo estamos viendo o, ya nos hemos acostumbrado a ello. 

Debemos mirar con los ojos de los niños, para poder sentir su dolor y sufrimiento ¿dónde queda la infancia feliz? ¿dónde están sus derechos?  ¿cuándo volverán a la escuela? ¿qué afectaciones psicológicas les traerá esta guerra?

Esta información nos alarma, entristece y genera un cierto nivel de ansiedad, pero esta sensación, de malestar e intranquilidad luego parece apaliarse, o pasar, se frena, se pasma, como que se convirtiera en lo cotidiano y en lo habitual ¿acaso nos hemos acostumbrado a la violencia? ¿estamos cerrando nuestros ojos y oídos para protegernos? 

No hemos aprendido NADA, las guerras pasadas nos han dejado estadísticas, datos, documentales y películas, pero no han llegado a la conciencia, de quienes tienen el poder de cambiar el mundo o, de destruirlo en horas. 

No nos podemos acostumbrar a la violencia, no la podemos normalizar. Tristemente, los datos nos muestran que la vida de los niños no interesa a los grupos de poder, a las mafias, a quienes hacen y promueven el mal. 

Podemos optar por quedarnos con las manos cruzadas y mirar hacia otro lado, para no afectarnos o, desde nuestro espacio promover la paz y la seguridad en los más pequeños, esto lo podemos hacer de muchas maneras, primero valorando lo que poseemos, y generando ambientes seguros para ellos.

Desde el campo educativo hay una enorme posibilidad de actuar y de velar por los derechos de la infancia, desde el lugar que cada uno ocupa también ¿cómo? Promoviendo el respeto a cada niño, niña y adolescente. (O)

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