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sondeos electorales
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El empleo sistemático del sistema de sondeos y propaganda contribuye a debilitar la democracia verdadera. Generalmente, los sondeos no consultan ideas. Exploran e inducen simpatías o antipatías, posibilidades electorales de los caudillos o de los aspirantes a líderes, y si acaso, necesidades básicas de la población que explotan los dirigentes políticos en beneficio de sus proyectos electorales.

4 Agosto de 2023 15.16

Ha corrido mucha agua bajo el puente desde los tiempos en que los fundadores de la democracia proponían un sistema político basado en la teoría del poder popular, el mandato político y la lealtad con los electores, basado en la racionalidad electoral y en la vinculación con la República.

Ciertamente, ha corrido agua y hoy, en todo el mundo, la democracia es algo muy distinto: es una forma de legitimar el poder basándose en la estrategia de alentar el voto primario e irracional de la gente, y de legislar y gobernar creando tendencias, obedeciendo a los sondeos, “construyendo decisiones” y falsas esperanzas y manipulando los temores, todo bajo la inspiración y los efectos de aquella “doctrina” que se llama propaganda. Así, la “opinión pública” artificiosamente creada ha suplantado a la “voluntad general.” 

I.- ¿Pueden los sondeos “legitimar” los actos del poder?.- Están superadas las ilusiones de que los valores sociales predominantes, y los derechos fundamentales, serían los referentes que dotarían de legitimidad al poder.  Todo eso pertenece a la época del “romanticismo democrático”.

 En nuestro tiempo, la novísima e imaginaria legitimidad está vinculada con un proyecto que se inventa y se impone al electorado, con una imagen que se vende, con un estilo que desplaza a todo lo demás, y con unas mayorías que se estructuran a través de transacciones en las asambleas, y partir de los “imaginarios” inducidos por los sondeos y la propaganda.

 Ahora, el proyecto, la imagen y el estilo político deben corresponder a lo que dicen los sondeos, a lo que ordenan las encuestas, que, a su vez, son fruto de la propaganda, esto es, de un sistema sofisticado de inducción de la conducta a través de imágenes, discursos repetidos, noticias insistentes, entrevistas programadas y empleo sofisticado de las redes sociales. La propaganda política es una forma concreta de publicidad, tiene sus promotores de “productos”, vendedores de promesas y compradores de felicidad.

El hilo argumental de semejante legitimidad –si así se la puede llamar- son los termómetros de popularidad que se reflejan en los sondeos, convertidos en los factores reales de la “democracia electoral”, de la legislación y de los actos de gobierno. Si alguna “racionalidad” tiene el sistema político moderno, ésta tiene que ver con la propaganda y sus efectos sobre la conducta de la gente.

II.- El papel de los líderes.-  Los líderes, en los tiempos del “romanticismo democrático”, debían orientar y expresar lo que la sociedad pensaba y quería. Debían conducir y racionalizar los sentimientos y necesidades de la gente, y trabajar hacia su satisfacción. Los líderes debían construir instituciones y formular proyectos. Debían ser la personificación de la voluntad popular. La idea ortodoxa consistía en que los dirigentes no suplanten a sus representados y que no enmascaren sus apetitos de poder en el carisma. 

Los sondeos eran, por tanto, indicadores de las necesidades de la población. Eran una suerte de termómetro de las circunstancias, un método para pulsar lo que la gente pensaba del poder y de los personajes que actúan en la función pública. Así pues, el sondeo representaba una suerte de codificación de los mandatos de la gente.

 Sin embargo, la influencia de la publicidad comercial en la política, y el afianzamiento del populismo, han transformado el sondeo en una suerte de instrumento para promocionar y vender carreras políticas, imágenes de caudillos y rostros sonrientes, dirigidos a fabricar “carisma” a través de las pantallas.

 Las mismas lógicas de la publicidad apropiadas para la venta de bienes o servicios, se aplican ahora, sin variantes sustanciales, en la venta de la felicidad política como producto final de la promoción de un candidato o de la acción de un gobernante. Esas lógicas manipulan los sentimientos y tendencias de la población, inducen su conducta, suscitan preocupaciones, y a veces, aconsejan conmover a la opinión pública para captar las reacciones de la comunidad de espectadores, en beneficio de una candidatura. Ya no hay pueblo, hay espectadores y consumidores de política.

De allí que los líderes, de conductores y de ideólogos, se hayan transformado en promotores de escándalos, de anuncios estrepitosos y de propuestas que suscitan atención, aunque fuesen descabelladas. El escándalo es un sustituto de las ideas; es el camuflaje de la falta de ellas. O la máscara que encubre proyectos que no se enuncian, hasta cuando el personaje y su grupo lleguen al poder.

III.- El pasivo papel de la sociedad civil. -  Los sondeos, convertidos en inductores de la conducta del público, y la democracia electoral asociada a esas prácticas, han debilitado notablemente el papel protagónico de la sociedad civil, transformada, de actor y mandante, en una suerte de espectador, de espacio de influencia y campo de acción pasivo sobre el cual operan las tácticas comerciales de la propaganda. De los sondeos, nacen las propuestas, ellos alimentan y guían la operación de la demagogia. Después, los mismos sondeos miden las tendencias sociales resultantes de la acción de los políticos sobre la sociedad civil.

Ese proceso técnico y político explica el deterioro de las iniciativas ciudadanas, la limitación de los debates marcados por los inductores que operan en la TV y por las consignas de los dirigentes. El sondeo, la propaganda y la demagogia han empobrecido notoriamente a la sociedad civil. Han generado la indiferencia de la gente.  De allí que los ciudadanos, una vez concluidas las elecciones, no se sientan protagonistas democráticos, sino una suerte de actores cuyo papel de agota el día de votar. Nadie se apropia de los resultados ni prosperan las rendiciones de cuentas.

El empobrecimiento político y el papel pasivo de la sociedad civil, convocada solamente para elegir, desprovista de verdaderos líderes que traduzcan las vigencias sociales efectivas y las verdaderas demandas de la gente, explica la ausencia de debates verdaderos, la decadencia del auténtico pensamiento político y la transformación de los análisis en mediocres capítulos de una opinión pública fraccionada y condicionada por las redes sociales.

IV.- El reino del populismo. - El populismo se caracteriza por eliminar los sistemas de intermediación política, por fortalecer la acción directa del caudillo y personalizar la vida pública. Los sondeos, directa o indirectamente, alientan ese deterioro institucional. La identificación de la política con el líder, encuentra espacios excepcionales en los mecanismos de propaganda y de sondeo. Es más fácil medir la popularidad de una persona que tiene constante exposición pública y un discurso simplificador- basado en reivindicaciones primarias, venganzas no disimuladas, apelaciones a los instintos y a la emoción- que medir y analizar los efectos de propuestas algo más distantes del sentimentalismo primario sobre el cual gira la población.

Consciente o inconscientemente, los sistemas de sondeos electorales favorecen las opciones populistas, coadyuvan a la simplificación de la política y sintetizan los fenómenos del poder en tendencias, cifras y nociones básicas. Y en reacciones primarias.

El empleo sistemático del sistema de sondeos y propaganda contribuye a debilitar la democracia verdadera. Generalmente, los sondeos no consultan ideas. Exploran e inducen simpatías o antipatías, posibilidades electorales de los caudillos o de los aspirantes a líderes, y si acaso, necesidades básicas de la población que explotan los dirigentes políticos en beneficio de sus proyectos electorales.  (O)

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