Más allá del vaso de leche: desafíos y oportunidades para los lácteos en Ecuador
Ecuador tiene lo necesario para consolidarse como un país lácteo: diversidad geográfica, conocimiento técnico, identidad agropecuaria y una red de actores comprometidos. El desafío está en traducir ese potencial en valor compartido.

En un escenario global marcado por la transformación de los hábitos alimenticios, el consumo de leche y derivados vive un momento clave. A escala mundial observamos un comportamiento bifurcado: mientras algunos países reportan una disminución del consumo de lácteos tradicionales por la irrupción de nuevas tendencias y productos "sustitutos", otros —especialmente en América Latina y Asia— muestran una expansión sostenida impulsada por la creciente preocupación por la nutrición y el bienestar.

En Ecuador, el consumo per cápita anual ronda los 112 litros, una cifra aún lejana a los 150 litros recomendados por organismos internacionales como la FAO. Esta diferencia plantea una pregunta urgente: ¿cómo revertir la brecha y consolidar una cultura de consumo informada, equilibrada y sostenida?

Como representante de una industria que involucra a miles de productores, técnicos, distribuidores y trabajadores, he sido testigo del enorme valor que aporta la cadena láctea al país, no solo desde el punto de vista económico y social, sino también como un componente vital en la seguridad alimentaria y nutricional. Sin embargo, los desafíos son numerosos.

En primer lugar, existe una necesidad crítica de mejorar la percepción pública sobre la leche. En los últimos años, ciertos discursos han puesto en duda su valor nutricional, promoviendo dietas restrictivas o eliminando grupos alimenticios completos. Aunque el respeto por la diversidad alimentaria es fundamental, también lo es el acceso a información veraz y equilibrada. La leche y sus derivados siguen siendo una de las fuentes más completas de calcio, proteínas y vitaminas, especialmente relevantes en poblaciones vulnerables como niños, adolescentes y adultos mayores.

Otro reto importante es comunicar de forma efectiva los avances en sostenibilidad. Hoy, muchas operaciones dentro del sector están adoptando prácticas ambientalmente responsables: reducción de emisiones, reutilización de aguas, mejoras en la eficiencia energética y gestión adecuada de residuos. Estos esfuerzos no siempre son visibles para el consumidor, lo que limita su capacidad de reconocer el compromiso del sector con el entorno.

La estrategia, entonces, debe pasar por fortalecer tres frentes fundamentales: educación, innovación y trazabilidad. Desde las escuelas hasta los supermercados, debemos acercar al consumidor a los beneficios reales de los productos lácteos, no desde la imposición, sino desde la evidencia y la empatía. Paralelamente, es clave fomentar el desarrollo de productos con valor agregado: yogures funcionales, quesos artesanales de alta calidad, bebidas fermentadas, entre otros, que respondan a las nuevas demandas sin perder el arraigo cultural y nutricional.

La trazabilidad también juega un rol esencial. El consumidor del siglo XXI exige saber el origen de lo que consume, cómo fue producido y en qué condiciones. Apostar por procesos transparentes y tecnologías que certifiquen la calidad de punta a punta en la cadena es parte de construir confianza.

Ecuador tiene lo necesario para consolidarse como un país lácteo: diversidad geográfica, conocimiento técnico, identidad agropecuaria y una red de actores comprometidos. El desafío está en traducir ese potencial en valor compartido. La leche no es solo un producto de consumo, es parte de nuestra historia, nuestra economía y, sobre todo, nuestra salud.

Cada litro de leche ecuatoriana cuenta una historia de esfuerzo, calidad y compromiso con el país. (O)