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Fueron 25 años de caminar juntos. Tu misión en la tierra ha terminado. Desde el cielo de los caballos seguirás siendo mi confidente. Me pregunto: ¿Será posible llenar tu ausencia? Por ahora aseguro que no.

10 Enero de 2024 11.36

Llegaste a mi vida hace 25 años, la madrugada del 20 de diciembre de 1998. Recuerdo como si fuera ayer que te puse un enorme lazo rojo alrededor del cuello porque eras el regalo de Navidad de mi hija Andrea que en ese entonces tenía cinco años.

Para la mayoría de personas resulta inentendible el dolor que tu partida ha sembrado en mi corazón. Mi alma está desgarrada ante tu ausencia. Fueron más de dos décadas juntos, de vernos todos los días, de ser mi confidente, de escucharme y darme fuerzas.  Había días que llegaba a verte cansada y malgenia, pero el simple sonido de tu relincho y montarte cambiaba mi perspectiva. 

Desde el primer día fuiste mi amigo fiel, siempre acompañándome en las buenas y en las malas. Durante 25 años alegraste mis días, eras como un hijo y con ese sentimiento fuiste criado.

Eras tan mimado, hasta el punto de volverte insoportable. Los primeros años reconozco que me hiciste ver las de Caín. Te parabas en dos patas, me botabas de cabeza y luego ponías una cara de yo no fui.

Siempre estarás en mi corazón mi querido Oliver. Para mí serás el ser más noble e irremplazable. Me escuchaste sin criticarme, me veías llorar sin reprocharme, sentías mis angustias y dolores, siempre positivo. Me dabas todo sin pedir nada a cambio, salvo quizás un cubo de panela.

María López Mayol, experta en coaching con caballos, en su libro “La mujer que aprende de los caballos”, explica las razones que convierten a este animal en un excelente maestro de vida.

 

  1. Son capaces de captar nuestro estado de ánimo. No sólo captan el estado emocional de las personas que están cerca, sino incluso a sincronizar los latidos del corazón.
  2. Empatizan sin juzgar. Sintiendo lo mismo, sin emitir juicios.
  3. Son honestos. Poco les importa la opinión que los demás tengan de ellos, les interesa estar bien, si algo les hace mal lo evitan. Los sobornos (zanahorias, galletas o dulces) son bien recibidos.

 

Oliver, tú fuiste eso y mucho más en mi vida. Sabías leer mis emociones y sacar provecho de ello. No recuerdo las veces que subí a un podio para recibir una medalla, porque hicimos a la perfección una lección de adiestramiento o pasamos sin faltas una cancha de obstáculos.

En 2022 por razones de salud me ausenté unos meses. Aún recuerdo tu reacción al escuchar mi voz a lo lejos. Sacaste la cabeza, me viste y me diste la espalda, dejándome entender que estabas resentido. Una zanahoria fue suficiente para que vuelvas a poner tu cabeza en mis hombros buscando una caricia o un beso. Tu pelaje alazán dorado cubierto de canas, significaban sabiduría. 25 años bien vividos, que en edad humana como referencia son casi 90.

Me llevaron muchos meses aceptar que llegaba el momento de decirnos adiós. Una profunda sensación de vacío me invadía. Sabía que la decisión tomada de dejarte ir al campo a descansar era la correcta, pero no me atrevía, porque tenía claro que significaba una separación definitiva. 

Cuando llegó el momento de darte mi última caricia, mi último beso, mis ojos se llenaron de lágrimas mientras te veía partir hacia tu última morada. Nunca te olvidaré y seguro nos volveremos a encontrar pronto. Sólo me queda decirte gracias por todos los momentos vividos.

Quizás muchas personas que lean este artículo no comprendan el duro golpe que significa perder a un compañero fiel, porque tal vez nunca hayan convivido con una mascota o, como en mi caso, con un caballo. Tu partida era algo que me asustaba, pero sabía que era irremediable a corto plazo. Coincidencia o no, llegaste a mi vida en diciembre y me dejaste 25 años después el mismo mes.

Fueron 25 años de caminar juntos. Tu misión en la tierra ha terminado. Desde el cielo de los caballos seguirás siendo mi confidente.  Me pregunto: ¿Será posible llenar tu ausencia? Por ahora aseguro que no. Te voy a echar de menos mi viejo amigo. (O)

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