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En memoria de Valentina, Bryanna, Adiel, Aitana, Maité y Alexander

15 Diciembre de 2023 15.35

Ecuador cierra el año, con cifras alarmantes, 310 menores han sido asesinados como víctimas colaterales en el 2023. La cifra más alta en los últimos tres años.

Valentina, Bryanna, Adiel y Aitana, eran niños. Cuatro hermanos de siete, cinco, tres años y cinco meses de edad. El pasado 12 de diciembre unos sicarios llegaron a su domicilio ubicado en el Guasmo, al sur de Guayaquil, sin mirar, los asesinos según el relato de testigos solo dispararon a través del vidrio. Los cuatro niños murieron acribillados, su madre Rosa, de 24 años quien intentó cubrir con su cuerpo a sus pequeños hijos, luchó por vivir, pero luego de 48 horas de ocurrida la masacre, también murió. El único sobreviviente, resultó el padre, quien tuvo la dolorosa función de retirar los cuerpos de sus cuatro hijos de la morgue. 

Un suceso similar ocurrió en febrero de este mismo año, los hermanos Maité y Alexander de seis y diez años fueron también víctimas de disparos que penetraron en su vivienda, ubicada en el sector de Pascuales, al norte de Guayaquil, mientras dormían. En los dos casos que, se publicaron en la prensa nacional e internacional, se indica que, la policía afirma que los acontecimientos ocurrieron por equivocación, es decir, que los asesinos debían dirigirse a otras casas. 

La causa de estas masacres es la misma, la guerra entre bandas criminales que se disputan territorios para el tráfico de drogas y armas. Las consecuencias, también lo son, mucho dolor, desolación, trauma y abandono, porque en los dos casos las familias esperan poco del Estado y solo les queda mirar lo que la violencia que visitó algún momento sus hogares les trajo y les quitó.

Aunque estos tristes acontecimientos causan conmoción en el Ecuador por un tiempo y son percibidos como atroces por la mayor parte de la población, que se manifiesta con indignación e impotencia sobre todo a través de redes sociales,  también se percibe, una cierta resignación que luego de un tiempo se traduce en silencio, y que a su vez da la impresión de que,  nos estamos acostumbrando a las malas noticias, aunque se trate de que, las víctimas sean las más inocentes y aquellas que tenían toda una vida por delante.

No sé si quizá nos estamos de tal manera asustando o traumando que, casi se nos está perdiendo la voz y el silencio y la impotencia es el único camino.

No reconozco a mi País, no soy capaz de reconocerlo, cuando era niña salía a jugar en el parque, en la calle y me iba a explorar sola durante horas, hasta que alguien me buscaba o me llamaba con insistencia, sin susto, asombro, solo para que volviera a casa. Hoy esto es imposible, vivimos en alerta constante, con estrés y temor que, solo puede generar efectos negativos en la salud física y mental. 

Los ecuatorianos siempre hemos sido resilientes, hemos atravesado situaciones difíciles yo diría que somos valientes, pero tanto dolor con tan poca reparación y sanación daña el corazón y destruye la humanidad. Cuidado y nos estamos volviendo indolentes e indiferentes y preferimos mirar hacia otro lado, mientras no nos toca a nosotros. El dolor de las familias que han perdido a sus hijos nos debería golpear a todos, empezando por quienes se comprometieron a liderar y resolver gran parte de los problemas que tiene este país. Todavía esperamos soluciones y posturas concretas y no solo condolencias.

Hoy Valentina, Bryanna, Adiel, Aitana, Maité y Alexander ya no podrán jugar, reír, compartir con sus padres, ni ir a la escuela su futuro se detuvo y también su infancia y su vida. Y así, la de muchas más víctimas de la violencia que padece el Ecuador. 

Me llena de tristeza escribir esta columna, porque la vida de niños y niñas se apaga cada día en el Ecuador. Nos debe doler y enlutar, son nuestros niños, nuestros compatriotas.

Que la indignación despierte un espíritu de resistencia y que éste nos lleve a buscar lo mejor para la infancia, desde donde nos desenvolvemos y actuamos, NO los podemos seguir abandonando.  (O)

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