En Ecuador, hablar de paternidad responsable es más necesario que nunca. Aunque la imagen del padre comprometido existe, la realidad es que muchos hombres siguen sin asumir la responsabilidad que implica traer un hijo al mundo. El 58% de los nacimientos en el país corresponden a madres solteras, según cifras recientes del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC). Esta cifra no solo muestra una tendencia creciente, sino que también plantea una pregunta urgente: ¿dónde están los padres?
La ausencia paterna se ha convertido en parte del paisaje cotidiano en muchos hogares ecuatorianos. Esta falta no solo es económica; también es emocional. Cuando un niño crece sin una figura paterna presente, no solo pierde un apoyo financiero, pierde una referencia, un respaldo afectivo, un ejemplo. Y eso tiene consecuencias. Diversos estudios han señalado que la falta de presencia del padre puede influir en el rendimiento escolar, la salud emocional y la estabilidad futura de un niño o adolescente. No se trata de estigmatizar a quienes crían solas, sino de visibilizar que muchas veces lo hacen porque el padre simplemente decidió no estar.
En el país, más de 2 millones de mujeres son madres solteras. Esto quiere decir que un alto porcentaje de hogares está sostenido únicamente por ellas. Ellas trabajan, crían, cuidan, enseñan y sostienen, muchas veces sin ninguna ayuda. Mientras tanto, no son pocos los hombres que evaden su rol bajo excusas culturales, económicas o, peor aún, por simple indiferencia. Y esto no es solo injusto, es irresponsable.
La paternidad debería ser una elección, no un accidente biológico. Ser padre no se trata únicamente de engendrar, sino de estar, de construir, de acompañar. Si no estás dispuesto a asumir todo lo que implica tener un hijo, tiempo, amor, dinero, energía emocional, entonces no lo tengas. Tan simple como eso. Porque criar a un hijo no es un favor que se le hace a la madre, es un compromiso con ese ser humano que llegó al mundo sin pedirlo.
En Ecuador urge una conversación seria sobre la paternidad consciente. Necesitamos dejar atrás los discursos que romantizan al padre que "ayuda" y comenzar a hablar de corresponsabilidad real. No basta con pagar una pensión. La paternidad implica estar presente en las tareas diarias, en las decisiones, en los momentos buenos y en los complicados. Y también implica renuncias: de tiempo, de comodidad, de egoísmo.
Si como sociedad seguimos normalizando que el hombre puede "desaparecer" tras un embarazo, seguiremos condenando a muchas mujeres a una lucha en solitario, y a muchos niños y niñas a crecer con vacíos difíciles de llenar. No se trata de imponer una moral única, sino de asumir con seriedad lo que significa traer una vida al mundo.
El cambio empieza desde lo personal, pero debe ser acompañado por políticas públicas, educación sexual integral y campañas de sensibilización que desafíen el machismo que aún pesa en muchas estructuras familiares. Hablar de paternidad responsable no es atacar a los hombres, es invitarlos a estar presentes, a involucrarse, a formar parte activa del crecimiento de sus hijos.
Ser padre es un privilegio, no una carga. Pero si no estás dispuesto a asumirlo, entonces no lo seas. Porque los hijos merecen mucho más que un apellido: merecen presencia, amor y compromiso.
Y a los hombres que sí están, que crían, que se levantan de madrugada, que van a reuniones escolares, que cambian pañales, que cocinan, que escuchan, que educan con el ejemplo y no con el miedo: gracias. Ustedes demuestran que la paternidad sí puede ser una fuerza transformadora. Ustedes son la prueba viva de que ser padre va mucho más allá de una obligación, y que elegir estar, cada día, también es un acto de amor y valentía. (O)